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Eficiencia energética: digno y crucial desafío

Nadie duda que existen dificultades para atender la demanda creciente de electricidad. Por una parte el aumento de la población y por otra parte el consumo de un parque industrial que requiere insumos energéticos, determinan que la capacidad de generación deba crecer en forma continua. A esto hay que agregar la necesidad de reforzar y ampliar las redes de transporte y distribución, que permitan un suministro seguro. Esto implica importantes inversiones y planes a largo plazo
La pregunta que surge frente a la situación es: ¿Se evaluaron todas las alternativas técnicas-económicas que permitan una mejora sustancial de la oferta energética? Otra de las preguntas a responder en función de los costos energéticos es: ¿Qué tipo de oferta debe hacerse al mercado interno? ¿Cuál es la alternativa más favorable para el país y desde luego, para la economía de sus habitantes?

Oferta y producción

Las ofertas están relacionadas con las formas de producción. La energía se puede producir en centrales térmicas, hidroeléctricas, atómicas, o por métodos no convencionales: centrales eólicas, solares, mareomotrices, geotérmicas, etc.
En este aspecto, es necesario señalar que las centrales térmicas, responsables de algo más del 55% de la producción de energía en nuestro país, son abastecidas por gas y petróleo. En los últimos años no se construyeron centrales hidroeléctricas de envergadura y se apeló a centrales térmicas, que justo es reconocerlo, tardan menos tiempo en su construcción y se instalan en los lugares que se estiman convenientes.
El caso de las centrales hidroeléctricas es distinto por dos razones: La primera, que este tipo de central está localizada según las posibilidades que ofrece la naturaleza (ubicación de los ríos, caudal de los mismos, desniveles) y la segunda que se construyen en mayor tiempo. En el caso de las usinas atómicas el tiempo de construcción es mayor al de las térmicas y los niveles operativos sumamente exigentes.
No obstante, las centrales hidroeléctricas, cuyo costo de construcción es mayor que el de las térmicas, una vez amortizadas (en un plazo aproximado a los 20 años), entregan energía a bajísimos costos y tienen una muy superior vida útil. Nuestro país tiene vasta experiencia en el tema. Justamente el denominado Plan Energético Nacional, proyectado por el ex CONADE (Consejo Nacional de Desarrollo) en la década del 60, permitió con visión de largo plazo, construir centrales como el Chocón, Cabra Corral, Piedra del Águila , Alicurá, Yacyretá, Salto Grande, etc. La mayoría de las centrales están amortizadas. Lamentablemente, el Plan Energético Nacional quedó interrumpido en la década de los 90 y en estos momentos el país carece de Plan.
En los años 80 la energía hidráulica participaba en un 40%, en cuanto a producción se refiere, esperando, en un horizonte de 20 años, alcanzar una participación cercana al 60%. Esto implicaba una ventaja comparativa apreciable, atento a lo ocurrido posteriormente con los precios de los insumos para las centrales térmicas, esto es gas y petróleo.
Sin embargo la participación de este tipo de aprovechamiento se redujo, en la actualidad, a un modesto 35 %.

Otros modelos

En Europa, por ejemplo, la totalidad de los países han hecho uso conveniente de sus recursos hídricos al punto que tienen una utilización casi completa de ellos. Una vez construidos los emprendimientos hídricos, desarrollaron las centrales nucleares. Por ejemplo, Francia cuenta con 75 % de abastecimiento por centrales nucleares; Hungría con 49% y Suecia con 45%.
Un caso paradigmático, dentro del Mercosur, es Brasil, que cuenta con un abastecimiento eléctrico producido por centrales hidroeléctricas del 90%. Uruguay, por ejemplo, fue pionero con la construcción, en la década del 30, de uno de los mayores emprendimientos hidroeléctricos del mundo de la época, Rincón del Bonete, sobre el Río Negro.
La cuestión era y es ahorrar combustibles fósiles, insumo de las centrales térmicas.
Esto debe comprenderse pues los precios del petróleo y del gas aumentan considerablemente y el país está importando cada vez más y debe preverse que, en algún momento, deberán bajar o eliminar los subsidios, adecuándose en consecuencia, las tarifas de la electricidad con fuerte impacto en las economías de los usuarios. Adviértase que en el año 2012 la importación de gas y petróleo implicó un gasto de alrededor de 10.000 millones de dólares y para este año se prevé un gasto de 12.000 millones.

Planificación

No es el caso competir técnicamente, entre los distintos tipos de generación eléctrica, sino más bien, ejecutar un balance de ofertas y aprovechar las ventajas competitivas de cada tipo de usina y las comparativas que ofrece el territorio.
En consecuencia se hace necesario planificar la oferta a los efectos de producir en forma eficiente, a los menores costos posibles y con las seguridades que correspondan, satisfaciendo la provisión de energía básica para el bienestar de la población y el desarrollo del país.
Se estima imperioso ahorrar petróleo y gas, teniendo en cuenta que estos productos son utilizados por el transporte público y privado, las residencias, los comercios, las actividades industriales y agropecuarias.
A propósito de estas consideraciones, todos recordarán que en las décadas del 70 y 80 se afirmaba que nuestro país contaba con importantísimas reservas de gas, criticándose, en aquella oportunidad, que el Estado no hiciera las inversiones necesarias para la construcción de gasoductos que lo transportaran a los centros de consumo. Pues bien, en pleno siglo XXI nos encontramos con menguadas reservas de gas y petróleo, con escasa inversión para ampliar las mismas y con necesidades crecientes de importación, pues hemos perdido el autoabastecimiento.
Debe tenerse en cuenta que se privatizaron las áreas centrales de petróleo, cuestión que hay que considerar para diseñar las políticas energéticas a futuro y que las reservas disminuyeron considerablemente. En este sentido es poco o nada lo realizado y ahora el país, por políticas equivocadas, debe efectuar un enorme esfuerzo, si se quiere recuperar el tiempo perdido.
Esta situación debe llamar a la reflexión. En épocas anteriores se hacían ingentes esfuerzos para lograr el autoabastecimiento de petróleo, desarrollar la destilación y mejorar la comercialización. Siempre está presente la gran creación del presidente Hipólito Yrigoyen: YPF, llegándose, en algún momento, al autoabastecimiento energético.
Ahora nos encontramos en una situación totalmente distinta, siendo que estos temas parecen no interesar al conjunto de la población, no obstante lo cual, se estima oportuno señalar que es necesario comprender la importancia que tienen para el presente y futuro del país.
Planificar un desarrollo energético que tenga en cuenta los temas señalados, sería un desafío digno de realizar.

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