TENDENCIAS

La disolución familiar

El desalentador informe de marzo sobre el desempleo en Estados Unidos, con un aumento de sólo 88.000 puestos de trabajo, suscita preguntas que van mucho más allá del deprimente estado del mercado laboral en el país del norte.
La persistencia del elevado desempleo podría estar destruyendo silenciosamente el entretejido social con repercusiones para décadas futuras. Incluso antes de la Gran Recesión, los hombres que sólo tenían un título de secundaria o menos que eso, enfrentaban jornales más bajos y mayores dificultades para encontrar trabajo. Por ese motivo se volvieron menos atractivos como maridos, lo que contribuyó al crecimiento de familias con un solo progenitor. La persistencia del alto desempleo casi con certeza agrava estas tendencias destructivas.
Es difícil exagerar el colapso del matrimonio y el aumento de familias con un solo progenitor. Consideremos los hijos de madres solteras. En 1980, alrededor del 18 por ciento de los nacimientos en EE. UU. se producían en mujeres solteras; para 2009, esa proporción era del 41 por ciento. Entre los blancos, el aumento fue de un 11 por ciento a un 36 por ciento; entre los afroamericanos, del 56 al 72 por ciento; entre los hispanos, del 37 por ciento (1980) al 53 por ciento. O examinemos la porción de niños que viven con dos progenitores. Desde 1970, esa tasa ha caído de un 82 a un 63 por ciento. Entre los blancos, la caída es de un 87 a un 73 por ciento; entre los afroamericanos, de un 57 a un 31 por ciento; entre los hispanos, de un 78 a un 57 por ciento.

Las causas

La causa de estos cambios sigue siendo controvertida. En su libro de 2012 titulado “Coming Apart”, Charles Murray, del American Enterprise Institute, cita los cambios en las normas culturales. Tener un hijo sin estar casado se volvió más común y aceptable; la revolución sexual permitió que los hombres tuvieran sexo sin casarse.
El menguante poder de la religión socavó la importancia de la familia. El feminismo y la expansión de los programas de bienestar social facilitaron la supervivencia de las mujeres solas, mediante puestos de trabajo y asistencia. La liberación del divorcio condujo a más rupturas.
Pero también hay una explicación más estrictamente económica. En un estudio para Third Way, un centro de investigaciones liberal, los economistas David Autor y Melanie Wasserman, del Massachussets Institute for Technology, atribuyen la disminución de los matrimonios -la que consideran, como Murray, que está localizada entre los pobres no educados- a la erosión del peso económico de los hombres, comparados con las mujeres. Las mujeres se han vuelto económicamente más independientes; los hombres, más débiles. El matrimonio ha perdido gran parte de su atractivo económico.
Los autores producen muchas pruebas estadísticas para apoyar esta hipótesis. Entre 1979 y 2010, los jornales ajustados a la inflación para los hombres de entre 25 y 39 años de edad con sólo un título de escuela secundaria cayeron un 20 por ciento, mientras que los jornales de las mujeres en similar situación se elevaron un 1 por ciento.
Entre los que tienen algunos años de universidad (pero no un título de bachiller universitario), los jornales de las mujeres se elevaron un 8 por ciento; los de los hombres descendieron un 8 por ciento. Y lo que es igualmente importante, menos hombres y más mujeres ocuparon, proporcionalmente, puestos de trabajo. Entre 1979 y 2007 -antes de la recesión- la proporción de hombres graduados de la escuela secundaria con puestos de trabajo descendió un 9 por ciento, mientras que entre las mujeres subió un 9 por ciento. Entre los que tienen algunos años de universidad, bajó un 6 por ciento entre los hombres y subió un 12 por ciento entre las mujeres.

Más mujeres


Las mujeres se han adaptado mejor a una economía con más puestos de oficina y menos actividad en fábricas, construcción y transporte. Autor y Wasserman temen que esos cambios se estén ahora alimentando a sí mismos. Como promedio, los niños provenientes de hogares de un solo progenitor tienen peor desempeño -calificaciones más bajas, más drogas y tasas de arresto más altas- que niños similares que han sido criados por dos progenitores, quienes pueden dedicar más dinero y tiempo a sus hijos.
Los varones parecen correr especial peligro, porque a menudo carecen de “un modelo positivo o estable del mismo sexo”, expresan Autor y Wasserman. Así, pues, los varones tienen peor rendimiento en la escuela y les va peor, más tarde, en el mercado laboral. Y serán, por tanto, menos atractivos como esposos.
“En el curso del medio siglo pasado,” escribe Murray, “el matrimonio se ha convertido en la falla que divide las clases norteamericanas”. Autor y Wasserman llegan a la misma conclusión: Sus datos indican una estrecha correlación entre la caída de ingresos de los hombres poco especializados y las tasas descendentes de matrimonio.

Factor agravante


El atroz mercado laboral de hoy en día quizás agrave aún más la disolución de la familia. Es más difícil para los hombres obtener puestos de trabajo mejor remunerados. Desde 2007, se ha producido un enorme éxodo de gente de la fuerza laboral. En marzo, el número fue 496.000.
Quizás dos tercios de los que se han ido lo han hecho porque están desanimados y piensan que no hallarán trabajo, estima Heidi Shierholz, del Economic Policy Institute, un centro de investigaciones liberal. El tercio restante refleja decisiones de estilo de vida y el envejecimiento de la población, incluyendo la jubilación de los baby boomers. Contar a muchos trabajadores desanimados como desempleados elevaría la tasa de desempleo a cerca de un 10 por ciento, en lugar de la cifra oficial del 7,6 por ciento, dice Shierholz.
“No hay respuestas fáciles en cuanto a políticas gubernamentales para los problemas mencionados (aquí),” escriben con franqueza Elaine Kamarck y Jonathan Cowan, de Third Way. Y sin embargo, hay una pizca de esperanza: La lógica económica del matrimonio no se ha derrumbado completamente. Una familia compuesta por un trabajador que gane 35.000 dólares y otro que gane 30.000 dólares está en mucho mejor posición que cualquiera de los dos separadamente. Quizás las penurias hagan que la gente vuelva a descubrir el lugar común: Es más barato vivir de a dos que de a uno.

COMENTARIOS