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De “mi hijo el doctor” a “mi hijo el ingeniero”

E l nivel de dificultades y desafíos que enfrentaban Argentina y toda América Latina hace una década podría asimilarse, en términos futbolísticos, a lo que cualquier simpatizante razona desde hace años si su equipo tiene que enfrentar el domingo siguiente al Barcelona de Lionel Messi: ¿y si mejor firmamos un empate?
Si en 2003, el pronóstico para el partido que comenzaba a jugar la región hubiera sido el de unos años sin grandes avances pero sin retrocesos, con cierta estabilidad, de un mínimo freno a la desigualdad social y económica heredada de programas neoliberales de endeudamiento suicida y desempleo insensible, entonces muchos sectores hubieran firmado ese “empate”.
Pues bien, llevamos años disputando ese partido en Argentina, con un juego basado en estrategias de crecimiento con inclusión, y un elocuente informe del Banco Mundial (BM) nos acaba de confirmar el resultado parcial: vamos ganando y la clase media es el mejor reflejo de ello. Y aunque falta por jugar, el balance sólo puede llenarnos de satisfacción, saber apreciar el vaso medio lleno y empujarnos optimistas a las conquistas económicas y sociales que restan.

De 9 a 18

En cifras del propio BM, entre 2003 y 2009, las políticas de desarrollo económico y de ampliación de oportunidades para sectores vulnerables hicieron que Argentina duplicara su clase media, que pasó de los 9,3 millones a los 18,6 millones de habitantes, o un 25% del total de nuestra población. Los sectores pobres se redujeron del 44% al 30% de la población (la misma proporción que la clase media, cuando antes era 2,5 veces más).
Según el informe titulado “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina”, difundido en noviembre por el BM, este impresionante salto que siguió al desastre de 2001-2002 en que remató la década de los 90, representó el mayor porcentaje de crecimiento de los sectores medios en toda la región durante la última década, delante de la notable performance de Brasil, con 22%, de Uruguay (22 %) y de Colombia (16%).
La movilidad social ascendente en América Latina se ve hoy favorecida por un mayor nivel educativo entre los trabajadores, mayor nivel de empleo formal, más personas viviendo en áreas urbanas, más mujeres en la fuerza laboral y familias más pequeñas. El ingreso diario per cápita de entre US$ 10 y US$ 50 por el que se define a los integrantes de la clase media, sostuvo el BM, permite una mayor capacidad de recuperación ante eventos inesperados y refleja una menor probabilidad de volver a caer en la pobreza.
El hecho de que la clase media de la región haya crecido de 103 millones de personas en 2003 a 152 millones en 2009, un salto promedio del 50%, representa un cambio estructural histórico que debe atribuirse, como destacó el organismo mundial, a políticas públicas implementadas por los gobiernos que combinaron estabilidad económica con programas sociales. El puro crecimiento económico (aumento del ingreso per cápita) explica el 66% de la reducción de la pobreza y el 74% de la expansión de la clase media en los 2000, pero cuando se desglosan esos datos, el promedio oculta variaciones significativas: en Argentina, así como en Brasil, fue la disminución de la “desigualdad de los ingresos” lo que contribuyó sustancialmente a la expansión de la clase media.

El diario del lunes

Por supuesto, como dice el refrán popular, con el diario del lunes es mucho más fácil comentar el partido. Pero hubo políticos que entendieron tempranamente a qué debíamos jugar, como Néstor Kirchner, y hoy son reconocidos por conclusiones como ésta del presidente del BM, Jim Yong Kim: “La experiencia reciente en América Latina y el Caribe le muestra al mundo que se puede brindar prosperidad a millones de personas a través de políticas que encuentran un equilibrio entre el crecimiento económico y la ampliación de oportunidades para los más vulnerables”.
Desde ya, este largo cotejo histórico tiene dos características elementales. La primera es que tiene aún muchos “tiempos” por jugarse. El Banco Mundial identifica tras la clase media (30%) una “clase vulnerable” (38%) y otra pobre (30%) que padecen una movilidad intergeneracional todavía limitada. El origen económico y social de los padres de una persona joven sigue jugando un papel sustancial a la hora de determinar el futuro económico de esa persona.
La otra característica es igualmente obvia pero debemos repetírnosla sin descanso: este partido lo jugamos todos, desde todas las clases sociales. En ese sentido, el reporte se hace un planteo de una gran actualidad entre nosotros, los argentinos, y en el que vale la pena detenerse.
“A medida que evoluciona hacia una estructura social más madura, con una clase media más grande que hace oír su voz más resueltamente, América Latina se encuentra en una encrucijada: ¿romperá (aún más) con el contrato social fragmentado que heredó de su pasado colonial y seguirá persiguiendo una mayor igualdad de oportunidades o se entregará aún más decididamente a un modelo perverso en que la clase media se excluye de participar y se vale por sí misma?”, se preguntan los autores del estudio.
En todo el mundo, una clase media más grande puede significar mejor gobernabilidad, mercados crediticios más profundos y un mayor gasto en sectores sociales como salud pública y educación, recuerda el informe, aunque la fórmula aún no se ha materializado del todo en América Latina, en parte porque un resquebrajado contrato social “muchas veces mantiene a la clase media optando por opciones privadas, volviéndola reacia a contribuir al erario público”.
El Banco Mundial traza tres estrategias para conquistar un contrato social más justo y legítimo: incorporar de manera explícita el objetivo de igualdad de oportunidades en la política pública; encarar una segunda generación de reformas al sistema de protección social y romper el círculo vicioso de impuestos bajos y mala calidad de los servicios públicos invirtiendo una parte de las ganancias extraordinarias derivadas de las materias primas en mejorar su calidad.
Los tiempos han cambiado y la Argentina de “mi hijo, el doctor” va cediendo por la de “mi hijo, el ingeniero” o “mi hijo, el programador”, pero ese imprescindible motor de ascenso social que es la clase media tiene ante sí una oportunidad histórica como aquella que la vio desarrollarse gracias a esfuerzos individuales que fructificaron sólo gracias a políticas públicas de inclusión social, como las de educación y salud.
Una buena manera de aprovechar esta nueva oportunidad es sentirse parte de un equipo en el que todos debemos tirar parejo y para el mismo lado, y mantener en pie a los argentinos más vulnerables, por lo menos hasta que nos alcancen y vayamos todos juntos por metas más ambiciosas.


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