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Por qué la recuperación es débil

El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, fue, la semana pasada, el último economista en preguntar por qué la economía continúa mostrándose frágil. La pregunta ha inspirado toda una industria casera de estudios, monografías y ponencias, a menudo con teorías esotéricas y confusas. La explicación es realmente simple: La crisis financiera y la Gran Recesión asustaron terriblemente a la mayoría de los norteamericanos -no sólo a los consumidores, sino también a gerentes de empresas, banqueros y propietarios de pequeñas empresas-. Ahora, están reaccionando en consecuencia. Son cautos, reacios al riesgo y actúan a la defensiva. Gastan menos y ahorran más.
La languidez de la recuperación es notable. Bernanke, mientras dirigía la palabra al New York Economic Club, señaló que la tasa de crecimiento anual de la economía promedió sólo un 2% desde la finalización oficial de la recesión, a mediados de 2009. En contraste, la tasa de crecimiento promedio de las recuperaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en una etapa similar, registra casi un 4,5 por ciento. Eso significa que la economía está produciendo alrededor de 1,4 billones menos de lo que estaría produciendo con una recuperación promedio; y eso se aplica a todo, desde hamburguesas a automóviles.

La recesión

Sin duda, la severidad de la recesión se originó en la burbuja inmobiliaria y los daños sufridos por los propietarios de inmuebles y las instituciones financieras. Del tercer trimestre de 2007 al primero de 2009, la riqueza de las familias (valor neto) cayó en 16 billones de dólares, lo que fue un reflejo del colapso de los precios de las viviendas y de las acciones. En el mismo período, el número de trabajadores desempleados aumentó en 6,4 millones.
La gente -nuevamente, no meramente los consumidores sino también los gerentes de empresas, banqueros y otros- quedó anonadada. Para conservar efectivo, los consumidores redujeron los gastos; las empresas hicieron otro tanto, cancelando proyectos de inversión, despidiendo personal y no contratando.
Pero recordemos: eso sucedió hace más de tres años. Típicamente, cuando una recesión toca fondo, hay un período posterior de crecimiento por encima del promedio. Los excesos (demasiadas viviendas o empresas nuevas de punto.com) se curan con liquidaciones o quiebras. La demanda acumulada o las políticas gubernamentales de “estímulo” reactivan los gastos. Las empresas sobrevivientes comienzan a contratar personal para responder al aumento de ventas. Las recuperaciones se sostienen a sí mismas.
En la actual recuperación, eso ha ocurrido parcialmente. Una teoría sostiene que las recesiones acompañadas de crisis financieras son más duras y largas. Para pagar deudas, los prestatarios reducen los gastos. Al enfrentar préstamos insolventes, las entidades crediticias prestan menos o quiebran. Pero, nuevamente, ha pasado tiempo. Se han producido muchos ajustes. Los pagos de las deudas familiares (el interés más el principal) como porción de los ingresos disponibles han caído a los niveles de 1993, dice la Reserva. Los bancos han recaudado miles de millones de capital para contrarrestar las pérdidas de los préstamos.
Y, sin embargo, la recuperación, va a los tropezones.
El residuo de temor y ansiedad es mucho mayor que el de otras recesiones posteriores a la guerra, con la posible excepción de la crisis de 1981-82. Ocurrieron cosas que, supuestamente, no deberían haber sucedido. Se suponía que seríamos inmunes a grandes crisis financieras o a cualquier cosa parecida a la Gran Depresión. El progreso económico -el avance en los conocimientos y en la adopción de políticas adecuadas- nos había librado de esos males.
Si lo imposible ocurrió una vez, podría volver a ocurrir. Más vale ser cautos y estar preparados. Ésa fue la lección.
Otros acontecimientos la han cimentado. Desde fines de 2008, el gobierno federal ha sostenido un déficit de 5 billones de dólares; la Reserva Federal mantuvo la tasa de los intereses a corto plazo a casi cero y, mediante la compra de bonos, bombeó más de 2 billones de dólares a la economía. Los economistas dicen que se podría haber hecho más. Pero para los norteamericanos típicos, esas sumas parecen enormes y han producido, como mucho, sólo beneficios modestos.
Las herramientas de control económico no funcionan muy bien. Es difícil evitar la sospecha de que los dirigentes no saben lo que están haciendo.

Algo impensado

Y después está Europa. Como señaló Bernanke, su crisis presupuestaria no “se anticipó”. Hace una década, casi nadie pensaba que las naciones avanzadas podrían entrar en incumplimiento de pagos con respecto a su deuda gubernamental. Ahora esa posibilidad se discute abiertamente. Consideren esto como otra instancia en que lo “imposible” está sucediendo y socavando la confianza.
Hemos pasado de una “exuberancia irracional” a un freno por escarmiento. La primera alimentó los préstamos y gastos, mientras que el segundo -las costosas sorpresas del pasado y los enigmas del futuro- desalienta ambas cosas. Las empresas tienen 1,7 billones de dólares en efectivo para gastar, lo que indica la renuencia a invertir o contratar. Las tasas de interés bajas de la Reserva y los precios bajos de los inmuebles (un tercio por debajo de marcas anteriores, nacionalmente) podrían haber desencadenado una fuerte reactivación del mercado inmobiliario. Pero esa posibilidad se ha visto frustrada por las entidades crediticias, que han mantenido “severas condiciones para las hipotecas, incluso para potenciales prestatarios con crédito relativamente bueno”, se quejó Bernanke. El optimismo del consumidor mejoró, aunque sigue en niveles bajos. Las tasas de ahorro podrían elevarse.
Todo esto afecta a la política a seguir. La retórica anti-empresarial del presidente Barack Obama y las complejidades de Obamacare también podrían haber debilitado la confianza. Pero en la elección, los electores absolvieron al presidente en cuanto a la economía, echando la culpa principalmente a su predecesor. Aún así, Obama sabe que no puede eludir la responsabilidad para siempre. Evitar el “precipicio fiscal” y hacerlo de manera de fortalecer la fe de los norteamericanos en el futuro beneficia los intereses de casi todos. La psicología importa.

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