TENDENCIAS

Buenos pronósticos, con desequilibrios sin resolver

Con la soja por encima de los 600 dólares la tonelada y Brasil creciendo al 4%, el corto plazo aparece favorable; es decir, un poco mejor que el 2011. Los pronósticos optimistas proyectan 3% de crecimiento o quizás un poco más. De todas maneras, son proyecciones: la soja aún no se sembró y el rebote de Brasil viene sostenido, pero no se nota en la economía local por los problemas de retraso cambiario y el desplome de la inversión.
Algunos datos sobre lo que está ocurriendo con ciertas producciones son impactantes: ahora los vinos varietales salen al exterior a granel en lugar de botellas elaboradas; no es porque haya caído la calidad sino por un problema de precios. La diferencia de valor agregado es abismal. Las dificultades de competitividad se multiplican, pero no se vislumbran salidas en las políticas oficiales.

Proyecciones

El proyecto de Presupuesto 2013 persiste en los lineamientos, con alto gasto fiscal, alta presión impositiva, dólar atrasado, subestimación de la inflación y uso de reservas para gasto corriente, incluso para financiar programas de la petrolera YPF.
En síntesis: nada que permita imaginar una corrección paulatina de los desequilibrios macroeconómicos. El resultado es que las expectativas para la Argentina, más allá del rebote que pudiera ocurrir el año próximo por la soja, son de crecimiento muy bajo o incluso de estancamiento.
La recuperación anunciada por el Gobierno, entre tanto, sigue retrasada: con importaciones que cayeron 17% en agosto, no hay rebote posible del nivel de actividad.

Desbalances


Las restricciones al crecimiento tienen que ver con que la Argentina no tiene hoy los dólares que necesita para apalancar las inversiones, cubrir el desbalance de sus compras de combustibles y adquirir insumos y otros productos intermedios que hacen que funcione la economía. La Argentina perdió el abastecimiento de energía hace ya 4 años y las inversiones que podrían revertir esa situación son enormes. Ya ocurrió en otros momentos de la historia argentina: en la última etapa del segundo gobierno de Perón; con la política petrolera de Frondizi, o más recientemente con Raúl Alfonsín. Nada indica que YPF esté en condiciones de revertir esa situación.
La recuperación anunciada por el Gobierno sigue retrasada: con importaciones que cayeron 17% en agosto, no hay rebote posible del nivel de actividad
La petrolera argentina no consigue financiamiento en el exterior y en el mercado local debe acudir en ayuda la Anses para cubrir una colocación por 1.500 millones de pesos, una gota en los enormes recursos que debería invertir por 37.000 o más millones de dólares. La Argentina continúa afuera de los mercados de capitales, precisamente en un momento en donde la política monetaria norteamericana asegura tasas muy bajas en dólares por al menos dos años. Pero, el país sigue en default, sin arreglar sus cuentas con el FMI o el Club de París. La imposibilidad de obtener financiamiento no solo afecta al Estado, también a las empresas privadas.
El dólar como ancla de la inflación es otra de las dificultades: ya hubo experiencias anteriores y todas terminaron afectando severamente a las estructuras productivas de la industria y el campo: sólo las excepcionales condiciones de hoy de los mercados de granos permiten que el cultivo de soja o maíz sean rentables. En otras actividades industriales o economías regionales el atraso cambiario ha comenzado a frenar sus ventas al exterior. Y como el modelo de gestión se sostiene hoy por una administración y cepo a las importaciones, el impulso a la producción local se trasmite en más inflación. Los pronósticos optimistas proyectan altas tasas de inflación por varios años, incluso si hubiera una política de combate a la suba de precios exitosa.
Las condiciones políticas no ayudan a rectificar la gestión económica, repitiendo también otras experiencias anteriores de gobiernos que se niegan a ajustar o encarrilar los desequilibrios por temor a pérdida de electores. Aunque esa decisión de abroquelar la gestión sin cambiar nada, desemboca en males mayores que otros países superan sin grandes traumas. Brasil, que luego de la salida de la crisis del 2009 sufrió una fuerte revaluación de su moneda, dejó deslizar el real desde fines del año pasado y hoy su economía se ha acomodado sin grandes cambios con un tipo de cambio 20% superior.