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Otro radicalismo es posible

La Unión Cívica Radical atraviesa desde hace tiempo una crisis importante, que es imprescindible reconocer.  No ha sido la primera; el centenario Partido ha atravesado momentos tanto o más difíciles que el actual. Basta recordar el enfrentamiento entre yrigoyenistas y antipersonalistas, unionistas e intransigentes, Movimiento de Renovación y Cambio y Movimiento Nacional, sin contar la fractura en Unión Cívica Radical Intransigente y Unión Cívica Radical del Pueblo.
Es interesante analizar de qué forma la Unión Cívica Radical ha salido de estas situaciones; en algunas de ellas, con un liderazgo fuerte y decidido, como en el caso de Raúl Alfonsín con el Movimiento de Renovación y Cambio que culminara con su Presidencia en 1983. En otros casos, con la creación de un Movimiento como el de Intransigencia y Renovación en 1945 que, además de ser avanzada en lo ideológico, contaba con hombres de una relevancia excepcional en sus filas. Muchos de ellos constituyeron después el famoso “Bloque de los 44”, que diera cátedra en la Cámara de Diputados de la Nación. Recuérdese que éste Movimiento surge luego de la pobre actuación del radicalismo después de la muerte de Yrigoyen, durante “la década infame”, período en el que se hicieron todo tipo de concesiones,  violando muchos de los principios fundamentales del Partido.
Y ¿quiénes estaban dentro de ese Movimiento,  cuya fundación confirmó que después de un hecho político desastroso se resurge con formas superadoras de entender y hacer política? Préstese atención a los nombres: Moisés Lebensohn, Arturo Frondizi, Raúl Alfonsín, Federico Fernández de Monjardín, Ricardo Balbín, Alfredo D. Calcagno, Emilio Donato del Carril, Luis Dellepiane,  Gabriel del Mazo, Oscar López Serrot, Raúl Uranga, Antonio Sobral, Luis Mac Kay, Félix J. Liceaga y otros, muchos otros cuyos nombres han sido injustamente olvidados. A muchos de  los nombrados dedicaré más adelante una síntesis de su tarea en el radicalismo y en la vida.
Analizando en el “Grupo Progreso” la calidad humana y política de quienes integraron el “bloque de los 44”, Juan Manuel Casella afirmó  “treinta de ellos estaban capacitados para ser Presidentes”.
Pero estimo que no es suficiente destacar quiénes fueron los que dieron nuevo empuje al radicalismo, tanto desde el Movimiento de Intransigencia y Renovación como desde el Movimiento de Renovación y Cambio. Hay que subrayar cuáles fueron los principios básicos  que defendieron  esos hombres y que impusieron primero dentro del radicalismo y luego en el país.
En lo ideológico, nos legaron las “Bases de Acción Política”, la “Profesión de Fe doctrinaria” y  la “Declaración Política”. Todos los principios allí volcados fueron luego conocidos como “Programa de Avellaneda”. La “Declaración Política” fue escrita de puño y letra por quien, a mi juicio, fuera el más lúcido doctrinario de la Unión Cívica Radical: Moisés Lebensohn. Las “Bases de Acción Política” y la “Profesión de Fe doctrinaria” lo fueron por el mismo Lebensohn, Frondizi y Larralde.
Si bien los mencionados documentos son de una importancia esencial, es imprescindible actualizarlos.
 Entiendo que hay que rescatar lo ideológico esencial de los mismos  y colocarlos a esta altura del siglo XXI. Y a partir de ellos, consolidar los principios,  la posición y las formas de acción del verdadero radicalismo.
Para lograrlo, siguiendo siempre a Lebensohn, debemos tener “doctrina para que nos entiendan y conducta para que nos crean”. La doctrina debe ser clara y expresar no sólo el rumbo a seguir en cada área del Estado, sino la forma de obtener los resultados propuestos de una forma concreta. No se trata solamente de enunciar principios sino de detallar de qué forma se llevarán a la práctica.
En cuanto a la conducta, hay que destacar que adquiere un papel fundamental en la actualidad, en la que se multiplica la degradación de la clase política y pareciera que la corrupción es moneda corriente.
Estoy absolutamente convencido que, en estos momentos el principal problema que tiene nuestro país no es económico sino político, moral e institucional. Lo he dicho en reiteradas ocasiones y ahora lo refirmo.
De allí que el Partido que pretenda cambiar de fondo la Argentina debe tener no solamente las ideas necesarias para hacerlo y la forma en la que debe llevar la tarea a cabo, sino que tiene que presentar una voluntad y una fortaleza basada asimismo en la estructura moral y principista de sus integrantes y, fundamentalmente, de sus dirigentes.
Sólo una Unión Cívica Radical que podamos construir a partir de los parámetros fundamentales enunciados en esta nota, y que no tema marcar a fuego un rumbo distinto, podrá emprender con posibilidad de éxito la tarea.
Más que el deseo, tenemos la obligación de hacerlo.

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