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Dudas y pronósticos en el horizonte económico

Rebotará la economía o no en lo que resta del 2012? ¿Y si no es ahora, será el año próximo? Los pronósticos oficiales son optimistas. Hablan de la conjunción de tres palancas de la recuperación: Brasil, la soja y el gasto público.
Sobre este último, se agregan aditamentos políticos. El año próximo hay elecciones, y la administración “cristinista” prevé ganar votos y adhesión popular con una nueva horneada de gasto en obras públicas, subsidios y otros motores del consumo interno. La bibliografía económica está plagada de experiencias sobre intervención del Estado, más o menos exitosas. Y también catastróficas
¿Es tan sencillo alcanzar ese objetivo? ¿Sólo se trata de una decisión? ¿Apretar el acelerador del gasto y todo entonces va para arriba? ¿Y si fuera tan fácil, por qué no hacerlo ahora y crecer 2 ó 3 por ciento en lugar de un estancamiento?

Una estrategia

El voluntarismo político ha ganado sin dudas los entretelones de la gestión económica. Desde la cúspide del poder se supone que con látigo o decisión política se dirige la economía hacia abajo o hacia arriba. Y con esta convicción crece la impresión de que el creciente intervencionismo estatal es un círculo virtuoso que generará más crecimiento, empleo e inversión. ¿Cómo nadie se dio cuenta antes? ¿El “cristinismo” está creando un nuevo paradigma económico?

Preguntas que atrasan

Parecen preguntas que atrasan. La bibliografía económica está plagada de experiencias sobre intervención del Estado, más o menos exitosas. Y también catastróficas. El libreto del keynesianismo tiene ya más de 80 años y fue ideado por un lord inglés en la cuna del imperio británico. Los avances hacia una mayor o menor regulación económica existen, incluso, desde los orígenes de la ciencia económica, hace casi tres siglos. La regulación, de todas maneras, no reemplaza el mercado, al menos en las economías capitalistas. Y esas regulaciones, aún en los casos más exitosos, tampoco han eliminado los ciclos de alzas y bajas del nivel de actividad.
Pero volviendo sobre los pronósticos, es claro que las expectativas están depositadas en gran parte en elementos exógenos a la Argentina. Brasil puede que se recupere, producto de ciertas medidas que ha tomado la presidenta Dilma Rousseff, pero no es una certeza. Brasil es hoy una economía abierta y parte del éxito de su recuperación está en los mercados externos. En cuanto al precio de la soja, se explica por una sequía muy importante en los Estados Unidos. No tiene que ver con decisiones políticas.

¿Cosecha récord?

Como dato adicional, sería bueno considerar que la cosecha depende primero de la siembra y de las expectativas de los productores agropecuarios. ¿Será récord la cosecha próxima? Los expertos consideran que es posible, por los precios y porque habría un vuelco hacia la soja en detrimento de otros granos. De todas maneras, la desconfianza entre el campo y la administración “cristinista” sigue vigente. En esta semana el viceministro Axel Kiciloff desmintió una suba de las retenciones. Es claro que la negativa tiene que ver con la necesidad de no desanimar a los productores con la siembra. Pero la duda está instalada. El Gobierno usó la suba de retenciones cada vez que mejoraron las cotizaciones. ¿Por qué no lo haría ahora si el año próximo tiene que financiar un aumento del gasto público en vista de las elecciones legislativas?
Por último, en este pronóstico optimista no se toma en cuenta la inflación ni la presión fiscal. Un reciente estudio del IERAL indica que la presión impositiva está en un récord que roza el 40% del PBI. Y a pesar de este nivel, el déficit de este año sería también récord, retornando a los niveles de los años ’90, de casi 3 puntos del PBI ¿Cuánto más se puede subir la presión impositiva sin que se resienta el nivel de actividad? ¿Alguien imagina que la economía es inmune a los impuestos?
Y en cuanto a la inflación, no hay pronósticos de un estallido hiperinflacionario, pero eso no significa que tampoco influya sobre las perspectivas. La gestión económica decidió acelerar la devaluación del peso a un ritmo anualizado que está hoy por encima del 20%. Esto porque el colchón cambiario desapareció. Pero si sube el dólar y los precios suben igual o más, el retraso se espiraliza. No se sale de esa trampa sin una deflación. Y de allí que existan otros pronósticos, menos optimistas: que la Argentina ingrese en un período de estanflación. Estancamiento con inflación.

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