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OPINION

Síntomas preocupantes en el rumbo económico

La Argentina de hoy, independientemente del discurso oficial, transita una realidad de inconsistencia económica y exasperación social, que para quienes tenemos algún grado de responsabilidad en diferentes áreas, nos llena de incertidumbre y preocupación. Por tal razón, entendemos que es nuestro deber señalar la visión que tenemos del momento y proponer, desde el lugar que ocupamos, medidas o acciones, que creemos firmemente, pueden atenuar o revertir la referida situación. Con esa finalidad, comenzaremos por detallar, lo que consideramos los orígenes de las causas, sumando las medidas puntuales instrumentadas desde el poder, que según nuestro entender, deberían replantearse o por lo menos discutirse sobre la conveniencia en su grado de viabilidad.
En primer término, debe reconocerse tácitamente que debido a la permanente pérdida de competitividad, se ha generado una notoria desaceleración, ya en estado de estancamiento, de la actividad productiva industrial, la que acompañada por una muy poco feliz instrumentación de medidas de defensa de la producción nacional, como las conocidas trabas a las importaciones, limitando y atrasando el ingreso de insumos y repuestos básicos para su procesamiento en el sistema productivo, conllevará, indefectiblemente, a un proceso recesivo con sus consecuencias por todos conocidas.
En segundo lugar, la aplicación indiscriminada de medidas para evitar la salida de dólares del sistema oficial, complementado con la prohibición de su compra y su limitación en las operaciones inmobiliarias, generan una fuerte paralización de éstas y paralelamente, por su incidencia, una significativa caída en la actividad de la industria de la construcción.

El flagelo inflacionario

El resultado del contexto descrito, sin lugar a dudas, es producto del flagelo inflacionario, que por su elevado valor y prolongación en el tiempo, destruyó la ventaja competitiva de la relación pesos/dólar y carcomió la competitividad, con afectación directa de las horas de trabajo productivo y comenzando, además, a poner en juego directamente los puestos y fuentes de trabajo. Esta menor actividad erosiona los ingresos públicos y a pesar que los gobiernos, a nivel provincial y municipal, incrementan la presión tributaria, a límites sin precedentes, los déficits de sus gestiones les impiden cumplir en tiempo y forma con sus compromisos más impostergables (sueldos, aguinaldo, adquisición de insumos básicos, etc.) y por supuesto, incumplimiento con proveedores y postergaciones o paralización de obras públicas fundamentales.
Si a este cuadro de situación, que pinta crudamente este círculo vicioso en el cual estamos inmersos, se le suma la inentendible y virulenta confrontación entre los máximos actores del gobierno nacional y del gobierno del primer estado argentino, atizando aún más la irritación social y la llama de la incertidumbre, deberíamos, para evitar males mayores, reencontrarnos urgentemente con la sensatez y la cordura y en esa línea, la lógica indicaría, que con total desprendimiento de intereses específicos, todos los actores de la economía y el gobierno, deberíamos discutir, consensuar y proponer, en una mesa de diálogo, las medidas, que transformadas en políticas de estado, recuperen confianza y previsibilidad y puedan ser eficaces para combatir y disciplinar el proceso inflacionario y paulatinamente ir recuperando, para bien de toda la sociedad, la competitividad y el crecimiento perdido.

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