OPINION

¿Debe el Intendente escuchar más a los barrios?

Por Magdalena Ricchini

Es innegable que en las últimas décadas, los gobiernos locales han tenido que asumir nuevas funciones y han debido generar nuevas dinámicas en respuesta a complejos y nuevos retos. Los escenarios locales y mundiales han cambiado y han dado lugar a la gestación de un nuevo paradigma en el que decisiones y políticas públicas configuran un proceso de construcción con el actor social como un colectivo capaz de “inventar” el mundo deseado y ser co-responsable de las decisiones y de sus consecuencias.
Una ciudad viva la constituyen sus vecinos, sus barrios, sus instituciones, sus realidades, su historia. La voz autorizada del vecino diagnostica y evalúa prioridades barriales que no son más que las de la ciudad. La promoción de su participación directa en los asuntos de la vida cotidiana solidifica la relación con sus gobiernos, colabora en la toma de decisiones y propende a una mejor inversión de los recursos de la ciudad.
Experiencias como el Plan Estratégico de Desarrollo de Junín que allá por el 2000 rezaba: “el mejor lugar para vivir es el que construimos entre todos”, demuestran que “cada vez más son las municipalidades junto a la gente las que trabajan para resolver las problemáticas”. Y esto no es invento, no es discurso coyuntural, electoralista y direccionado sino la construcción de una herramienta para los gobernantes, con la comunidad toda trabajando y pensando en su presente pero proyectándose en un futuro discutido, elaborando las estrategias y proyectos que permitirían avanzar hacia un destino mejor, previsible, planificado, pensado.
El intendente de un Municipio de hoy (no ABL -alumbrado, barrido y limpieza-) debe tener el “ponerse al frente” como característica esencial de su perfil, ocupado y pre-ocupado, intentando dar respuestas.
No entiendo ni comparto con el intendente Meoni la exigencia del traslado del barrio al municipio (agotadores pedidos de audiencia, insolentes peregrinajes, reclamos llevados a la propia sede municipal y sentimientos vecinales rayanos en el “ser ignorados”).
El Intendente hoy ha de apropiarse de la herramienta participativa y ser operador y gestor de ella; construir consensos, reconociendo que el rol de la política tiene mucho que ver con una escucha en el propio ámbito del vecino: el barrio.
El contacto más directo desnuda más cruelmente pero también abre caminos. La proximidad es difícil porque en la escucha también está la crítica, la exigencia, el control y el enojo. Pero la conformación de equipos responsables, la sistematicidad y el trabajo en red en acciones de Prevención, Promoción y Democratización desarrollan la verdadera política, la del cara a cara, de la charla mansa y de la duda disuelta en directo.
Una gestión participativa emprende y profundiza el proceso de la ciudad, y permite que el político lo discuta con ella. Escuchar a los barrios es escuchar a la ciudad misma que como lugar de fuerza, con identidad, despliega su capacidad crítica y su dimensión constructiva, creando espacios  para la discusión y el consenso con la comunidad, favoreciendo las posibilidades para el futuro y la inserción en un ámbito regional. Escuchar a los barrios es escuchar al vecino, es fomentar el trabajo en red y la generación de nodos de cooperación interinstitucional. Escuchar a los barrios es no olvidarse de los olvidados, trabajar en la reconsideración de las Sociedades de Fomento, en las Escuelitas de Iniciación Deportiva para que a través del deporte barrial se saque a nuestros chicos de la calle (contención, planificación y organización que aseguran vida sana, sin drogas ni violencia), es apostar a la formación laboral, cultural, recreativa y educativa para jóvenes y adultos desplegando la igualdad de oportunidades, es favorecer el acceso informático en los barrios (con ventanillas de transparencia e información) y es asegurar la inserción laboral de los jóvenes, es sumar inclusión, es sumar oportunidades y calidad de vida para todos…
Si hay ausencia de objetivos estratégicos compartidos (la suma de muchos programas trasplantados no hace una política), incoherencia de mandatos y acciones sectoriales, despilfarro de recursos y atomización de intervenciones, las repuestas son unilaterales.
Es probable que cuando la oreja está apuntando al decir del otro, la sobrecarga al gobierno sea mayor. La prioridad es saber hacia donde ir, el Municipio (y el Intendente) debe construir la verdadera democracia de proximidad, de participación de todos los ciudadanos en la gestión de los asuntos públicos, debe escuchar y mezclarse. Y debe considerar la mirada sistémica.
Estoy verdaderamente convencida del trabajo necesario e ineludible que debe realizar y concretar quien se precie de pertenecer a la clase política. Como se vio en Junín, la falta de empoderamiento de un Plan de Desarrollo y la falta de continuidad en la participación, permitieron la caída de realidades logradas con mucho esfuerzo social, económico y político.
Convertir al “otro” en un “nosotros” nos aleja de identificarnos con una mayoría silenciosa (si “no se ve”, si “no se dice”, si “no se defiende”, si  “no se controla”, no tenemos destino y rápidamente transitaremos a un casi inconsciente ser cómplice y rebaño).
La gobernabilidad democrática necesita representación, efectividad y legitimidad y control con un ejercicio democrático vivencial, visceral, autoexigente y autoexigido. Y en lo local es responsabilidad del Intendente.


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