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Despedida al padre de la democracia

Al cumplirse tres años de la desaparición del padre de la democracia quiero reiterar las palabras con las que lo despidiera entonces a través de las páginas de la Revista Criterio. Hoy, como siempre, tengo la convicción de que, con su ejemplo y su convocatoria siempre presentes, la política puede recuperar su prestigio y afianzar la construcción del sueño de Raúl Alfonsín.

Se fue Raúl Alfonsín. El hombre nacido con un destino que asumió y honró: servir a la patria y buscar la felicidad de su gente. Desde la política, que vivió como una pasión, su vida entera fue puesta al servicio de ese sueño. Desde muy joven se afilió a la Unión Cívica Radical, cuyo origen y su historia contenían los principios y los modelos de conducta que fueron los suyos.
Desde su cargo de Concejal en el Chascomús natal, fue diputado provincial y nacional, presidente del Comité de la Provincia de Buenos Aires y el Nacional. Luchó permanentemente por la reconquista de la democracia cada vez que fue conculcada, sufrió la cárcel luego de la caída del gran Presidente Illia, defendió presos y perseguidos políticos, integró desde su inicio la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, desde donde cumplió con coraje la misión que se había fijado.
Quiso un radicalismo moderno y capaz de entender la nueva Argentina en que estábamos viviendo y en 1973 fundó el Movimiento de Renovación y Cambio. Desde allí convocó al talento y a la militancia para transitar un camino que lo condujo a la presidencia en 1983, llevado por la gente que había entendido su mensaje en defensa de la paz y de la vida.
Inauguró entonces la democracia y restauró la república. Juzgó los crímenes de estado en un juicio ejemplar reconocido en el mundo entero,  y los crímenes terroristas de varios responsables. Restableció el ejercicio de la libertad, hizo la paz con Chile, firmó los acuerdos con Brasil que constituyeron las bases del Mercosur, apoyó activamente los procesos de democratización en los países vecinos. Su comprensión de la política como proceso creativo de toda la sociedad significó una invitación permanente al diálogo y a la búsqueda de consensos con los partidos políticos, necesarios para resolver los graves problemas heredados. Pero más allá de lo discursivo, no tuvo la respuesta esperada de una oposición salvaje que no se resignaba a estar fuera del poder. Una crisis económica no resuelta y las presiones de todo tipo realizadas por el candidato ganador de las elecciones  presidenciales lo obligaron a entregar el  gobierno antes del término de su mandato, en un renunciamiento patriótico que aseguraba la gobernabilidad y afianzaba el difícil camino de la recuperación democrática.
Pero el político eternamente comprometido siguió bregando por la democracia y reclamando el afianzamiento de la república, alertando sobre las amenazas que la debilitan y que hoy están crispando a nuestra sociedad.
Estamos despidiendo con dolor y mucho afecto al hombre que encarnó la  vuelta de los principios y la ética en la política, al incansable y generoso militante, al estadista que volvió a darle a la Argentina un lugar en el mundo. Hoy se lo llora y se lo honra aquí y fuera de nuestras fronteras, como hemos podido verlo en estos días.
La magnífica manifestación de tantos compatriotas está reclamando recoger su legado. Es el momento de una profunda reflexión, de una nueva oportunidad ante los peligros que se  presentan. La política puede recuperar su prestigio y afianzar la construcción del sueño de Raúl Alfonsín.
Con este profundo deseo y con mi  reconocimiento y admiración lo despido, querido Presidente.

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