Hace unos meses iniciamos en DEMOCRACIA una serie de notas reunidas bajo
el acápite “DEMOCRACIA comprometido”. En ellas reflejamos, a través de
investigaciones propias, el grave déficit de infraestructura que
atraviesa nuestro país. El propósito de nuestras notas fue doble:
buscamos motivar a nuestros lectores a un momento de reflexión e
incentivar a quienes detentan responsabilidades públicas a que, además
de reflexionar, tomen las medidas necesarias.
Las notas tuvieron dos ejes. En primer lugar, resaltamos el estado
deplorable de nuestras rutas, la inacción de nuestros gobernantes, la
paralización de proyectos y el incumplimiento de promesas, los números
de víctimas fatales que provoca la inseguridad vial así como la opinión y
las medidas de acción de asociaciones locales y regionales. En segundo
lugar, pusimos de relevancia las deficiencias del servicio ferroviario,
haciendo hincapié en sus velocidades prehistóricas, la falta de
seguridad y las condiciones de viaje indignas.
Publicamos esta serie de notas porque creemos firmemente que no tenemos
que sufrir tragedias nacionales como la tristemente ocurrida esta semana
para permitirnos un momento de reflexión. Actualmente, las rutas
argentinas se cobran 22 vidas diarias y las deficiencias de los trenes
causan tragedias cada vez más seguido. Sin embargo, no debería ser
necesario sufrir una tragedia ni contabilizar una víctima para tomar
conciencia del mal que nos aqueja. La cuestión entonces se reduce a lo
siguiente: se trata de qué viene primero, la planificación o el lamento.
Se trata, pues, de planificar o lamentar.
El ejemplo Chino
El caso de China nos aporta un ejemplo que es muy ilustrativo de lo que comúnmente se denomina planificación inteligente.
En el año 1985, José Veniard, un ingeniero de Argentina que se
desempeñaba como técnico del Banco Mundial, recibió la visita de
autoridades chinas y las convenció de que, para permitir el desarrollo
de su economía, tenían que construir una red de autopistas adoptando el
modelo de los EE.UU. En ese momento, la idea le pareció a las
autoridades chinas un poco pretenciosa porque su parque automotor era de
apenas 100.000 y 900.000 camiones, en momentos en que la Argentina ya
contaba con 3.7 millones de vehículos. De acuerdo con Veniard, el
desarrollo de la industria automotriz se iba a producir y, construir
autopistas demora más tiempo que fabricar automóviles. Fue con este
argumento que los chinos aceptaron el desafío y, el ingeniero Veniard se
instaló en Pekín para desarrollar el proyecto. En aquel momento, toda
China tenía 22 kilómetros y, actualmente, cuenta con una red de 25.000
kilómetros de autopistas y se encuentra en construcción la segunda etapa
de 35.000. Actualmente, China cuenta con 30 millones de automotores,
con 10 millones de camiones pesados y, de acuerdo con las proyecciones
del Banco Mundial, en 2020 habrá alcanzado a 170 millones de
automotores. Entonces, se cumplió con lo que predijo el ingeniero
Veniard. Cuando el desarrollo llegó y el campo automotor creció, el
territorio de China ya estaba equipado con una extensa red de
autopistas. Las autopistas se construyeron antes que el parque automotor
creciera abruptamente y se evitó, de esta manera, que los índices de
siniestralidad por inseguridad vial se dispararan. En este caso, se
logró planificar antes que lamentar. Se previó el futuro y no se
reaccionó una vez que el problema ya existía.
La desidia Argentina
En Argentina la planificación o bien no existió o bien fue absurdamente
ineficiente y hoy por hoy, nos enfrentamos a gravísimos problemas de
infraestructura. No hay ruta que “aguante” el crecimiento del parque
automotor que estamos experimentando y en los trenes “se viaja como
ganado” –cuando se puede viajar, vale aclarar-: son dos expresiones que
escuchamos diariamente y que dan cuenta de nuestra triste realidad.
En materia de ferrocarril, pasamos de tener 40.000 kilómetros de vías a
tener 8.500 kilómetros de vías viejas, con trenes viejos que ponen a la
vida de todos sus ocupantes en riesgo.
En materia de rutas, proyectos tan importantes como la autovía de la
Ruta 7 desde Luján a Junín y el de la Ruta 5 han sido archivados.
No sólo no hay planificación previa a los siniestros, sino que tampoco
parece suficiente que el déficit de infraestructura se cobre 22 vidas
diarias y ocasione tragedias nacionales para que se tomen las medidas
necesarias.
Conclusión
Sólo nos resta esperar a que la tragedia de esta semana no quede en el
olvido rápidamente y que, esta vez, como la planificación no precedió al
lamento, la tragedia venga acompañada de un momento de reflexión que
redunde, por parte de los gobernantes, en la adopción de las medidas
necesarias. Y que finalmente, podamos evitar seguir lamentando muertes
inocentes a través de la puesta en marcha de un plan serio que termine
con el grave déficit de infraestructura que atraviesa nuestro país.
OPINION
Un momento de reflexión: planificar o lamentar
Hace unos meses iniciamos en DEMOCRACIA una serie de notas reunidas bajo el acápite “DEMOCRACIA comprometido”.
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