Pararse de palabra
OPINIÓN

Pararse de palabra

Las películas de ficción sobre escuelas, más precisamente en las aulas, han sido, a mi juicio, un desfile de lugares comunes, de estereotipos que contribuyen a una banalización de un territorio como el escolar, que es un desafío para dicho lenguaje artístico. Hay muy pocas películas para destacar en este sentido. Quizás algunas escenas, como el momento escolar de "Luna de Avellaneda" o el film del francés L.Cantet, "Entre los muros".

Diego Lerman es una excepción. Su "(La) Mirada Invisible", que nos devuelve al colegio nacional Buenos Aires con la guerra de Malvinas de fondo y las marcas indelebles de la dictadura en cuerpos y almas adolescentes. A preceptores curtidos por el paradigma del disciplinamiento autoritario en aquella secundaria para "no tantos", donde Lerman nos despabilaba con una sensibilidad fílmica singular para atrapar subjetividades escolares. Y la menciono porque aquella notable peli es sobre un libro de Martin Kohan (Ciencias Morales) y el filósofo aparece como actor en la primera escena de este nuevo film.

Esta vez se trata de "El Suplente", una interesante aproximación a la secundaria en estos tiempos. Compone un aula con los rostros del piberío que copó las aulas de la secundaria del derecho en un barrio popular. Porque la secundaria hace algo más de una década es para todos/as, antes, como en la peli anterior del mismo director, era selectiva y para pocos. Con los rostros de estos sujetos inesperados y con los rastros de la desigualdad que no refiere a la dicotomía pública-privada (cierta pero insuficiente para explicar el problema de este nivel educativo) sino a la distancia abismal que separa a Dylan, un pibe de esta escuela con la hija del profe (Juan Minujin) que intenta ingresar a una pública de élite, más por deseo de su padre que por inclinación propia. Buen atajo para analizar(nos) quienes sostenemos la defensa de lo público, la relación entre Inclusión y calidad, pero andamos sorteando contradicciones varias. Aquí se nos abre un muy tentador hilo para debatir y pensar, dar lugar a incómodas controversias, que debemos asumir y tratar de digerir y resolver.

Me dio la sensación que algunas situaciones áulicas son algo condescendientes o demasiado armoniosas si las contrastamos con aquello que ocurre en las aulas. Mejor lo definió una colega docente de las escuelas del sur porteño que vino a este avant premiere del que pude ser parte y dio su parecer... suavidad para mostrarlo, dijo o algo así. Me gusta. Porque Lerman, no se si con intención o por lo difícil que es su composición, resiste a esa maquinaria estigmatizadora de los medios más aún en tiempos de Milei Bullrich y Bolsonaros.

Como lamentable premonición en una escena ingresa la gendarmería al aula y nos muestra lo que ya ocurre en algunas escuelas (la semana pasada sucedió en la CABA en la 3 del DE 19 https://www.puraciudad.com.ar/nueva-pompeya-suspenden-las-clases-en-una-escuela-tras-una-pelea-donde-golpearon-a-una-docente-e-intervino-gendarmeria/). Por supuesto que hay situaciones muy delicadas y complejas, pero hay que estar muy atentos, porque cada vez y con bastante consenso social para algunos barrios, escuelas y pibxs es la punición y para otros barrios, escuelas y pibxs es la reflexión. En las escuelas deben resolverse todos los problemas con mucho Estado, democracia, pedagogía, límites, sanción reflexión y reparación. Las fuerzas de la represión no pueden involucrarse en problemas de la educación, lo mires con tu mano derecha o con lo más conservador de tu lado izquierdo. Si no, estamos dimitiendo como democracia, si no, estaremos aceptando que la educación se pervierte y asume como mera instrucción, haciendo (como cada tanto insisten) de algunas escuelas una nueva colimba y de otras una escuela que se ajusta a las reglas de estos tiempos y la depredación.

Destaco, también, una escena en sala de profes, ese lugar tan singular en las escuelas, caja de resonancia para los sinsabores de una profesión complicada y fascinante al mismo tiempo. Espacio de sincericidios y pausas atragantadas de dolor, de frustración aunque también de compañeros/as que sostienen y te muestran que siempre hay otra ocasión. En esa escena aparecen voces disonantes de diversos docentes, allí también hay tela para cortar y tratar de zurcir. Así como algunas intervenciones de la directora (Rita Cortese) que atestigua lo difícil de sostener el lugar de la conducción escolar, más aún en tiempos de tanta desautorización, con situaciones de enorme vulneración, de la vida de los pibes, del abandono de Estado o su presencia burocrática o de mero control, o en circunstancias que están ligadas a consumo de droga, violencias o descontrol. También allí aparece un gesto del director de la peli que se asocia a la directora del cole, cuando ella dice algo así como creo en esto que hacemos, hay que seguir intentando. También aparece, en paralelo a lo que ocurre en la escuela, un comedor comunitario donde da pelea el padre del profe, el chileno, y allí un lugar para pensar y reivindicar lo colectivo, la solidaridad, en tiempos tan fulminantemente egoístas y narcisismos por doquier que se nos meten por todos lados.

También hago zoom sobre una conversa del profe y una colega en la humilde casilla donde vive una alumna, sentados allí intentan convencer a su padre y madre para que su hija no deje la escuela. Que valioso cuando la escuela va a los barrios, ahuyenta prejuicios, pero también aumenta impotencias. Tan valioso como estar alertas a que los voluntarismos no relevan la responsabilidad del Estado, que debe hacerse garante del derecho a la escuela y dar mas y mejores recursos a los mas vulnerados, pibes/as , sus escuelas y sus dires y docentes.

Gabriel Brener: Lic. en Ciencias de la Educación (UBA), especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Fue subsecretario de Educación del Ministerio de Educación de la Nación (2012-2015). La columna fue escrita en base a “El suplente”, la última película de Diego Lerman.

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