ANÁLISIS

Otro desafío al Presidente y a su equipo; piqueteros, en la mira

Cristina Kirchner no sólo utilizó su discurso en Avellaneda para responderle a Alberto Fernández las críticas contra el pasado y así reivindicar su paso por la Casa Rosada sino también para emprenderla contra el gabinete -con Martín Guzmán y Claudio Moroni como blancos principales de sus elípticas críticas-, y contra funcionarios, como Emilio Pérsico, que participan de la administración de los planes sociales que pidió reformular. Se desentendió del plan económico, reclamó un mayor intervencionismo al Ejecutivo y justificó la alta inflación como una consecuencia del “endeudamiento macrista”.

Es que el nuevo relato kirchnerista no sólo tiene como objetivo esmerilar al principal armado opositor sino marcar límites a las políticas acordadas por el Presidente y su ministro de Economía con el FMI, como por ejemplo, las metas de reducción del gasto público. Es que haciendo uso de gráficos y de un pormenorizado análisis, la Vicepresidenta intentó demostrar que no son el déficit fiscal y la puja distributiva las causas de la inflación. Atribuyó este fenómeno, que este año podría ascender al 70 por ciento, el registro más alto en 30 años, a un endeudamiento agudizado por lo que denomina la economía bimonetaria que rige a la Argentina.

También pareció “bajarle” línea al flamante ministro de Producción, Daniel Scioli, en el que aparentemente depositó esperanzas, para que termine con el “festival de importaciones” que viene menguando, apuntó, las reservas del Banco Central. En este sentido, exigió una pronta articulación entre la autoridad monetaria, la citada cartera y la Aduana, para que no se vayan dólares del país por supuestas maniobras fraudulentas.

La Vice nuevamente aprovechó la oportunidad, como lo hizo en sus ponencias en una universidad chaqueña y en Tecnópolis celebradas en el último mes y medio, para diferenciarse de la gestión de un gobierno al que le marcó una “falta de actitud” para enfrentarse a los formadores de precios. Incluso le pidió a Jorge Ferraresi que aconseje a sus colegas de gabinete en cómo llevar adelante políticas activas, como cuando siendo intendente organizó una marcha hacia hipermercados de Avellaneda que aumentaban los precios en forma especulativa.

“No hay que agachar la cabeza” para negociar con los empresarios o “este es un Estado estúpido” fueron las frases más duras en las que pareció cuestionar no sólo la performance del equipo económico sino a la conducción ejercida por Alberto Fernández.

Pero el calculado desafío a las organizaciones sociales, a oficialistas como el Movimiento Evita y opositoras como las izquierdistas nucleadas en Unidad Piquetera, que dejó para el final de su alusión, ha representado la disputa más ambiciosa. Pensando en la proximidad de la campaña electoral, es un enfrentamiento que podría traer consecuencias impredecibles hacia dentro del Frente de Todos. Si bien es histórica la rivalidad entre La Cámpora y el Evita, se ha visto agudizada en los últimos tiempos por la decisión de la agrupación que tiene como referentes a Pérsico y al “Chino” Navarro por disputar territorio, esto es, intentar posicionar candidatos propios en distritos del Conurbano como La Matanza o Lanús. El cristinismo no quiere adversarios internos que busquen de hacerse de intendencias.

La excusa de la nueva embestida de Cristina es el ordenamiento del universo de planes sociales -ayer había camporistas que proponían centralizarlos en la Anses y otros, delegar su administración en las intendencias y gobernaciones- pero el trasfondo es una disputa de poder. “Alberto compró este esquema porque las organizaciones le dan acompañamiento en la calle. Pero no sirve ni como política de ingreso ni de asistencia social”, explicó un jefe camporista consultado.

Anoche un dirigente sindical presente en el plenario de la CTA reconoció las duras críticas de la Vice al Ejecutivo pero aseguró que también “garantizó la unidad”. Es cierto que Cristina dijo que nunca puso en duda la continuidad del FdT. Sin embargo, esta herramienta electoral tendrá continuidad siempre que se ciña al delineamiento ideológico que describió durante la víspera la ex presidenta. Una suerte de “corset” que intentará torcer el rumbo del gobierno y que se encargará de desgranar con regularidad en futuras apariciones públicas. Está claro que aunque nadie se anime a adelantar en qué lugar de la boleta aparecerá su nombre, la Vice será protagonista de la campaña electoral de 2023.