Osito
MARKETING APLICADO

Osito

La estrategia ambulante.

Me gustan las historias, los relatos y las crónicas. Porque cuando alquien te cuenta algo en primera persona es como si se activara un imán. Sobre todo cuando hay tanta información dando vueltas, me pasa que necesito cuentos livianos, frescos y atrapantes. En la columna de hoy, espero que eso pase. Usaré una anécdota personal para seguir en este camino de desmitificación de las cuestiones vinculadas al marketing, la publicidad y la comunicación. 

Fue allá por el año 97 cuando, seducido por un aviso que ofrecía onerosas ganacias por un trabajo part time salí despedido hacia la entrevista. La primer sensación fue de engaño, o mejor dicho sobre-promesa. El primer pecado capital de un publicista. Generar una expecativa que nunca se cumplirá. Un desencanto difícil de revertir. Ya estaba ahí, decidí continuar por curiosidad. 

Lo recuerdo como si fuera ayer, el clasificado decía “¿Usted quiere ganar mucho dinero en pocas horas?”. Pecado de juventud, creerlo todo. Lo que sigue es el eje central de la columna. Si bien sabía que la oferta no era para mi, me llamó a atención el transcurrir de la reunión. Me atrapó. 

En el subsuelo de una oficina sin papeles ni computadoras, una ronda de postulantes nos preparamos para una charla motivacional, algunos sabían de qué se trataba, otros como yo no salíamos del asombro. El orador, una especie de Caruso Lombardi de la venta callejera, puso en el centro el “objeto” al que parecía le rendiríamos homenaje. Era una caja con un par de ositos de peluche que asomaban. Fue en ese momento que me di cuenta que la cuestión era, la venta ambulante y empecé a trazar vías de escape.  

Antes de disculparme por la retirada anticipada, decidí escuchar. Ahí noté que, como en cualquier otra actividad, hay una estrategia comercial. Al menos, todas deberían tenerla. El buen hombre se desplazaba frenéticamente, mirando a los ojos a todos, y de a ratos a cada uno, con el osito en la mano, un peluche que sufría estrujado cada vez que “Caruso” enfatizaba algún concepto. 

El cierre magistral fue cuando tiró la coordenada estratégica, una pincelada: “y si vemos que en el bondi hay una madre con niño ¿a quién le vamos a dejar en oso en la falda? Al nene muchachos, al nene, fue ese, el momento mágico en el que el rey de la arenga destiló conceptos estratégicos. Porque no importa la actividad sino la decisión de vender con un plan. Algo tan simple que parece obvio pero que, aún así, algunos comercios no consideran. 

Una simple historia que busca ejemplificar que la estrategia no es propiedad de los CEOS de las grandes empresas. Está ahí, en la calle y debe latir en toda actividad comercial. Solo se trata de pensar antes de hacer.  “Lloren chicos lloren, se van los últimos ositos, se acaba, se acaban”.

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