El presidente Alberto Fernández (derecha) junto al intendente de José C. Paz, Mario Ishii, en un acto
El presidente Alberto Fernández (derecha) junto al intendente de José C. Paz, Mario Ishii, en un acto

El kirchnerismo se enfoca en la agenda de Cristina, mientras Fernández busca levantar la moral del Frente de Todos

El núcleo duro K lanza su embestida final contra la Corte Suprema. El presidente, por su parte, arenga a la militancia desde el Conurbano y JxC se siente ganador en 2023, pero sabe que no puede subestimar al peronismo.

Al final de cuentas, la repentina división del bloque del Frente de Todos (FdT) en el Senado para arrebatar al PRO un representante ante el Consejo de la Magistratura no se trató de genialidad alguna por parte de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y titular de la Cámara alta, sino de una mera copia.

Así lo afirmó la vocera presidencial Gabriela Cerruti: Juntos por el Cambio (JxC) cuando era Gobierno procedía del mismo modo, dijo, palabras más, palabras menos, y hasta reconoció que ese tipo de maniobras se constituyen en "trampas a la política y a la democracia". Es decir, si bien la ex diputada hablaba de la gestión anterior, admitió que el kirchnerismo en efecto hizo "trampa" esta semana, por más que estuviera emulando comportamientos ajenos.

Referentes del núcleo K y la militancia cristinista en general aplaudieron a rabiar la triquiñuela de la ex jefa de Estado, que también recibió el respaldo de moderados dentro del Gobierno, en lo que significó en los últimos días una cortina de humo para que el oficialismo consiga desviar el foco de atención al cabo de intensas jornadas en las que volvieron a quedar expuestas las fracturas dentro del FdT.

Se sabe que Cristina, desde su regreso al Poder en 2019 gracias al fracaso del gobierno de Cambiemos, se enfocó en su propia agenda y libra sus propias batallas, tras haber logrado instalar entre sus seguidores la noción de que los presuntos "enemigos" del proyecto político que ella lidera deben ser combatidos a capa y espada: en este caso, la Corte Suprema de Justicia.

Se trata ésta de una postura emparentada con la idea de que la "culpa" de la crisis en la Argentina siempre es de alguien más: del capitalismo, de las leyes -liberales- del mercado, del ex presidente Mauricio Macri, de la derecha argentina en su conjunto, de los sectores concentrados de la economía -además del campo- o bien de los medios de prensa "hegemónicos", entre tantos otros.

De cualquier modo, la discusión política que concentró en los últimos días la atención pública, al menos en la ciudad de Buenos Aires, acerca de la conformación del Consejo de la Magistratura, absolutamente nada tiene que ver con los verdaderos problemas de la sociedad ni con sus preocupaciones más acuciantes, como poder llegar a fines de mes en un contexto inflacionario galopante y en ciertos casos, garantizarse a diario un plato de comida.

Si bien las "trampas" de la política -como planteó Cerruti- son inevitablemente parte del ejercicio mismo de la política, de ese presunto "arte" como le llaman algunos, resulta inquietante para el común de la gente cuando la clase dirigente pierde empatía, se mira el ombligo y se desentiende de los inconvenientes que realmente agobian a la población, más aún en momentos de creciente intranquilidad social y con un Gobierno quebrado.

Justamente ese malestar, sumado a la decepción que genera en un sector de la sociedad el sistema político doméstico y su actual funcionamiento -o sea, desempeño-, cuando queda plasmado en encuestas de opinión se traduce, por ejemplo, en el robustecimiento de la figura del libertario Javier Milei con vistas a las elecciones presidenciales de 2023: el propio economista incluso se entusiasma y asegura que en un eventual balotaje le gana "a cualquiera".

Este crecimiento de Milei es seguido de cerca tanto por el oficialismo como por JxC, en donde creen, de todos modos, que el diputado de La Libertad Avanza absorbe hoy por hoy el respaldo de quienes se sienten desencantados con la gestión de Alberto Fernández como presidente y estiman que la efervescencia actual en torno de su eventual candidatura el año que viene se irá deshilachando a medida que pasen los meses y se vaya acomodando el tablero electoral cuando se lance la campaña formal.

En este sentido, y según pudo averiguar NA de fuentes confiables, algunos referentes de la principal alianza opositora entienden como un "error estratégico" el coqueteo que ensayaron recientemente tanto Macri como la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, con Milei, al considerar que con ese flirteo político se avalan las posturas extremas del economista, popularmente conocido por sus proclamas anti-sistema.

Ruido interno "innecesario"

Esos mismos dirigentes de JxC estiman que los "halcones" del PRO obran de esta manera para incomodar al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que -con un perfil más moderado- tiene decidido competir por la primera magistratura en 2023, de igual manera que Bullrich, ¿y que Macri? Aún está por verse qué decisión tomarán al respecto el ex mandatario.

Con la figura de Milei hoy poniéndole un techo a Juntos por el Cambio en encuestas sobre intención de voto, en ese espacio conviven hoy referentes del arco opositor que no se sienten cómodos -según manifiestan en charlas de café- con las tensiones internas ocasionadas especialmente a partir de la reaparición pública de Macri con tanta contundencia en un intento por reconstruir su liderazgo.

Evalúan ellos que las candidaturas deberían comenzar a discutirse hacia marzo del año que viene y que éste es un momento para avanzar en la construcción de un programa de campaña sólido y basado en tres ejes significativos, vinculados con las máximas preocupaciones actuales del electorado, como la inflación, la inseguridad y la creación de empleo genuino.

Demasiados dirigentes expresando o sugiriendo ahora sus intenciones de competir por el sillón de Rivadavia el año que viene provocan un "ruido innecesario", consideran referentes de JxC, desenfocan a ese espacio de la agenda que debería llevar adelante en un contexto de crisis nacional e incluso lo emparentan con el Gobierno y su revuelo palaciego en boga. En estos términos se expresan puertas adentro.

Advierten incluso que sería un error también suponer que los comicios de 2023 "ya están ganados" con motivo del decepcionante desempeño del Gobierno, del desalentador escenario económico que reina en la Argentina y de las disputas viscerales en el FdT entre albertistas y cristinistas. "No podemos subestimar al peronismo ni a su capacidad de despliegue territorial", subrayan.

De todas maneras, el oficialismo por momentos luce hasta moralmente derrotado, más allá de la arenga de Fernández días atrás en José C. Paz ante un grupo de militantes en un acto junto al intendente local, Mario Ishii, uno de los últimos "barones del Conurbano" que suele ofrecer refugio político al primer mandatario en medio de un intenso fuego amigo: "Un carajo estamos perdidos", bramó el jefe de Estado.

La realidad es que ni los propios votantes del FdT confían ya en que el Gobierno pueda maniatar en el corto plazo a la inflación y contrarrestar, por ende, el aumento de la pobreza en el país: es decir, cumplir con la promesa de torcer el rumbo que presentaba la economía nacional en el epílogo de la gestión de Macri en 2019, cuando el experimento electoral pergeñado por Cristina resultó exitoso en las urnas -aunque se perfila para convertirse definitivamente en un fiasco en la gestión-.

Con el kirchnerismo enfocado hoy en robustecer su poder de injerencia en el Consejo de la Magistratura y gastar los últimos cartuchos en su embestida contra el máximo tribunal de Justicia, haciendo blanco especialmente en su presidente, Horacio Rosatti, está por verse cuáles serán los vectores de la campaña del oficialismo en este contexto, a qué alternativa discursiva de "épica" recurrirá para rivalizar con la oposición en los próximos meses.

Está claro que la clase política le debe a la Argentina en general, independientemente de la afinidad partidaria que cada uno tenga, una discusión seria y profunda sobre visiones estratégicas de país: es decir, ¿hacia dónde se pretende llevar nada más ni nada menos que a la nación, con su gente adentro?

Quizás exista margen para que se debata al respecto en la campaña electoral que se avecina. Por el momento, de lo único que se tienen indicios, al menos del lado del kirchnerismo, es su intención de concentrar la artillería pesada en la provincia de Buenos Aires para tratar de retener el poder en ese distrito y procurar construir desde allí un eventual "operativo retorno" a la Nación a partir del año que viene, con la mira puesta en 2027. Sin embargo, tanta agua está previsto aún que fluya por debajo del puente hasta entonces..

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