De ida me tomé un colectivo de Pullman General Belgrano. $3100, semicama, sucio, lento, peligroso, lechero, ruidoso. De entrada, la experiencia fue singular: en la página web de Plataforma 10 pedían tomar todos los recaudos sanitarios una vez dentro del ómnibus, mientras que una vez en ruta nadie usaba barbijo. Se suponía que iba a tardar 4 ½ horas. Visitamos varias banquinas. Tardó 6 horas.
De vuelta me tomé el tren, después de casi 30 años. $250, asientos individuales, reclinables, con mesita para la compu, enchufe, baños impecables, todo súper limpio. De entrada, la experiencia fue singular: “Buenas noches, bienvenido, ¿Qué número de asiento tiene? ¿Lo ayudamos con la valija?” Pensé que era una cámara oculta.
Una chica se presentó ante todos como la “Encargada del Vagón”, dio las condiciones de uso del barbijo, la ubicación del bar/restaurant, la duración del viaje y repitió su nombre – por si alguien necesitaba algo. Un policía pasaba caminando cada 30 minutos. El viaje fue –literalmente– un sueño. Llegamos a Retiro. Al bajar: “Buenos días, bienvenido a Buenos Aires, que tenga un buen día”.
Como decía un amigo: “Te lo defino en dos palabras: im-presionante”.
Julián Ginzo
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