Alberto Fernandez
Alberto Fernández soporta ataques fuertes a su investidura y en ese contexto convoca a la unidad.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

El operativo desgaste del kirchnerismo busca obligar a un cambio del rumbo económico

Alberto Fernández no consigue ordenar la interna y debe soportar una catarata de críticas que esmerilan su investidura y generan dudas en el mercado. La oposición se reacomoda pensando en las reformas necesarias para 2023.

¿Hasta cuándo Alberto Fernández soportará que el kirchnerismo siga “lastimando la figura presidencial”? Nadie lo sabe, pero esta dinámica resulta perjudicial para los tímidos intentos del Gobierno de atenuar la escalada inflacionaria y engrosar las reservas de un Banco Central, que este año deberá destinar más dólares a las importaciones de una energía cada vez más costosa.

Durante la semana Máximo Kirchner, Oscar Parrilli y la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza, sin nombrarlo, fustigaron al Presidente y al rumbo económico que, acuerdo con el FMI mediante, ha emprendido. El senador ultra K incluso se permitió ironizar que “vamos a terminar yendo a las elecciones con Kristalina Giorgieva en la boleta en 2023”.

Más presión

La presión del kirchnerismo en primer término busca forzar al Presidente a eyectar de su cargo al ministro Martín Guzmán, como bien sinceró Roberto Feletti al endilgarle la plena responsabilidad ante el desborde inflacionario; en teoría el secretario de Comercio reporta al ministro Matías Kulfas, pero en su perfil de WhatsApp tiene una foto con Cristina Kirchner. Por ello el viernes resurgieron las versiones sobre una pronta salida del gabinete del economista platense que rápidamente fueron desechadas desde Casa Rosada. Aparentemente los pasos del kirchnerismo ya no estarían dirigidos a diferenciarse del Gobierno, ahora la pretensión es influir decisivamente respecto a las medidas a adoptar por el Poder Ejecutivo en el campo económico. En la práctica ejercer un poder de veto que significaría cogobernar.

En el Palacio de Hacienda no niegan que Guzmán difícilmente logre acompañar a Fernández hasta el final del mandato porque “tiene el boleto picado” y que las presiones no solo vienen desde el Instituto Patria sino que le apuntan al propio Kulfas, cercano al jefe de Estado desde los tiempos del Grupo Callao.

Guzmán, con todo, viene de protagonizar una foto con empresarios y sindicalistas tras firmar un compromiso para adelantar paritarias y poner en marcha una “canasta de emergencia” con productos a precio promocional, que aun no fue precisada. Solo pareció un gesto desesperado por enviar una señal al mercado de que habrá cierta racionalidad en la puja distributiva. Pero, en privado, ninguna de las partes involucradas cree en la eficacia de los acuerdos de precios y salarios. Especialmente cuando las contradicciones públicas entre funcionarios, dirigentes del peronismo y sindicalistas genera un clima de incertidumbre y de inestabilidad en el cual los representantes del Estado pierden autoridad. Un dirigente empresario señaló antes de acordar precios que acuerden entre ellos.

En el oficialismo tampoco querían quedarse con los brazos cruzados ante la escalada que vienen registrando los precios. Este miércoles el Indec informará una inflación que bien podría superar el 6%. Fue el diputado Kirchner quien puso el dedo en la llaga al alertar “cómo puede ser que no entiendan que está faltando comida en la mesa de los argentinos” para luego apuntar al ministro Juan Zabaleta, al asegurar que “hay dejar de quejarse de los cortan una calle y solucionar este complejo momento”. 

El gas de Bolivia

El acuerdo con Bolivia para importar más gas en invierno no solo no despeja las dudas sobre la posible falta de fluido en el complejo fabril sino que hizo evidente que este año dicha compra resultará más onerosa, hasta el punto que no podrá comprarse todo el gas que se necesita por falta de dólares. Es otra de las frustraciones ya que la Argentina posee la primera o segunda reserva de gas natural del mundo pero que sigue bajo tierra porque no llegan las inversiones extranjeras necesarias para llevar a cabo el transporte de ese fluido hasta los grandes centros de consumo argentinos y los puertos para su exportación. Es la condena impuesta por la falta de políticas de Estado de tantos años. Hoy se podría lograr más de miles de millones por año normalmente pero en la coyuntura actual la cifra sería mucho mayor. La importación desde la frontera norte pasó de costar entre 7 y 9 dólares por millón de BTU a un esquema escalonado que va de los 8 a 10 dólares para un primer tramo y a 19,8 dólares para el resto de la carga. Un experto en el sector energético consultado observó “pura especulación” en los negociadores bolivianos al tiempo que consignó que “igual no alcanza con esto y se necesitará que descarguen otros 50 barcos de GNL (gas natural licuado) en Bahía Blanca para equipar lo consumido el año pasado”. El problema no solo está dado en las demoras en la contratación de esos reservorios de gas comprimido sino en su costo: unos US$ 6 mil millones. La crisis energética también se hizo evidente en la escasez de gasoil con la que viene denunciando el campo y que se manifiesta también en el Gran La Plata tal cual habían anticipado muchos expertos, sin que el Gobierno reaccionara a tiempo.

Inconsistencias

La oposición viene alertando sobre estas inconsistencias. Varios dirigentes con buen vínculo con el agro sorprendieron en la semana con la denominada “cumbre antigrieta”. El diputado Emilio Monzó fue el encargado de la convocatoria y el exgobernador salteño Juan Manuel Urtubey fue el anfitrión de un encuentro en el que también coincidieron el cordobés Juan Schiaretti, el radical Gerardo Morales y el diputado Rogelio Frigerio, entre otros. Pese a que en un principio rechazaron que hayan asentado las bases para un nuevo experimento electoral, sí coincidieron en la necesidad de ir consensuando una plataforma con suficiente “volumen político” que sirva de herramienta a quien conduzca los destinos de la Nación en 2023 para poder encarar las reformas necesarias para un plan de desarrollo. 

El objetivo parecería ser el mismo que el de Horacio Rodríguez Larreta, que ya avisó de la necesidad de construir un espacio con el “70 de la oferta electoral” que pueda llevar adelante los cambios que requiere la economía. Pero el alcalde porteño viene surfeando las propias presiones de su partido. Aunque ayer subestimó la existencia de “halcones y palomas” en el PRO, sabe que debe hacer frente a las apetencias de Patricia Bullrich y de un decidido Mauricio Macri rumbo a los próximos comicios presidenciales.

El expresidente viene de publicitar su resonante foto, a pura sonrisa, con Donald Trump y de enviar un sugestivo mensaje a dirigentes de primera sección electoral bonaerense, reunidos por Cristián Ritondo, de que deben prepararse “para el segundo tiempo del cambio”, jugando con el nombre del libro en el que realizó su propio de balance de gestión al frente del Ejecutivo. Siguiendo con la metáfora futbolística, sus rivales en la interna sostienen que no pasaría “un alargue”, al referirse a un eventual escenario de balotaje.

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