Alberto Fernández y Cristina. Otra crisis en el gobierno
ANÁLISIS

Desplante K a la apuesta central del Gobierno

Esta vez no fue Cristina Kirchner la encargada de ser portadora de infaustas noticias para Alberto Fernández y su gobierno. Le dejó ese rol a su hijo Máximo, que no se privó a través de una extensa declaración de cuestionar los términos del acuerdo con el FMI y, en el fondo, la pericia oficial para renegociar la deuda. Aunque el Presidente convertido anoche en vocero de la Vicepresidenta dijo que “ella no estaba de acuerdo” de esa postura.

La renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados del Frente de Todos no se agota en ese gesto. Supone mucho más y tiene otras implicancias, porque más allá de poner a la Casa Rosada a navegar en otra crisis recurrente producto de las furibundas internas en el oficialismo, conlleva un mensaje más profundo: la decisión del kirchnerismo de desprenderse y tomar distancia de la política económica del Gobierno.

La decisión de Máximo o lo que es lo mismo, de la vicepresidencia, abre enormes signos de interrogación sobre la gran apuesta política y económica de la administración de Alberto Fernández para este año, que pasaba por despejar el frente de obligaciones externas para concentrarse en darle oxígeno a la recuperación económica que se venía registrando en los últimos meses. También, genera incertidumbre sobre el entendimiento con el FMI que había dado pasos decisivos en los últimos días.

¿La férrea postura del kirchnerismo empujará al Presidente a ensayar un intento de revisión de ese acuerdo? Y en ese caso, ¿que permeabilidad podría encontrar en especial en el gobierno de Joe Baiden que fue decisivo para que el FMI accediera a morigerar sus posturas? No parece haber margen para ensayar ese eventual intento de revisión.

Anoche en el oficialismo buscaban ponerle paños fríos a la decisión de Máximo Kirchner de dejar la presidencia del bloque de diputados nacionales, un cargo de fuerte peso político e institucional. Por caso, dejaban trascender que se trataba de una decisión “personal” del diputado que no sería compartida por la vicepresidencia.

Sin embargo, el cimbronazo político era fuerte porque dejó descolocado al Gobierno. De hecho, diversos voceros oficiales interpretaban que el pesado silencio de Cristina Kirchner, el Instituto Patria y La Cámpora debía ser leído como un apoyo del kirchnerismo al acuerdo. Ese severo error de diagnóstico evidencia, además, la falta de sintonía fina en la administración del Frente de Todos. Máximo, además, dejó descolocados a Sergio Massa y al gobernador Axel Kicillof que habían salido a apoyar la negociación con el FMI. Incluso diversos funcionarios que buscaban minimizar el “mutis por el foro” de Cristina sostenían que, pese a que el Gobierno no consiguió todo lo que quería -más plazos para el pago y reducción de los intereses- , “fue el mejor acuerdo posible”, como dijo el propio Fernández al hacer el anuncio. “Y Cristina lo sabe”, acotaban. Al menos Máximo pareció no entender lo mismo.

En esas mismas oficinas tomaban como un dato auspicioso el hecho de que no hubiera aparecido aún un pronunciamiento virulento diseñado en el Instituto Patria. Pero conocían de memoria que Cristina no quedó satisfecha con el cierre. “Ella quería que el Fondo pagara algún costo”, decían en el albertismo.

Crítica feroz del desembolso de 44 mil millones de dólares del FMI a la administración de Mauricio Macri, la vicepresidenta reclamaba una autocrítica del organismo internacional. Eso no sucedió. Está convencida de que el Fondo jugó fuerte para que el ex mandatario consiguiera la reelección en 2019, un frustrado salvataje para evitar la vuelta al poder del kirchnerismo.

Según trascendió, tanto Cristina Kirchner como Máximo Kirchner conversaron con Alberto Fernández en las horas previas a que se cerrara el acuerdo. La Vice se comunicó por teléfono desde Tegucigalpa, el jueves por la mañana, mientras participaba de la asunción como presidenta de Honduras de Xiomara Castro Sarmiento.

El ahora ex jefe de bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados lo había hecho el miércoles por la noche, mano a mano en la residencia de Olivos, donde visitó al Presidente. La recepción de la noticia de un acuerdo inminente no fue buena, en ninguno de los casos. Máximo lo explicitó anoche en un largo pronunciamiento.

Existe otra cuestión derivada de la decisión del jefe de La Cámpora. La nueva crisis interna que se generó en el Gobierno le resta musculatura política justamente en momentos en que deberá adoptar medidas de antipáticas de ajuste y aumento de tarifas.

La oposición, que estaba a la expectativa en relación el pesado silencio de la vice, confirmó sus sospechas: que no hay una posición monolítica en el Frente de Todos respecto de la renegociación con el Fondo. “Si Cristina no apoya esto, nosotros no estamos ni en condiciones de someter a nuestra fuerza a esta discusión”, dijo el senador radical Alfredo Cornejo y tras ello indicó que desde la oposición reclaman “que se pronuncie si está a favor o no”. Fue antes de que Máximo alumbrara su renuncia.

El acuerdo con el FMI debe pasar por el Congreso y ser aprobado, pero Juntos por el Cambio sólo levantará la mano si el Frente de Todos tiene una posición monolítica en ambas Cámaras. La renuncia de Máximo Kirchner seguramente arrastre a otros legisladores K a rechazar el acuerdo. La oposición parece asomarse al desafío de decidir entre apoyar la negociación y dejar al kirchnerismo parado en la vereda que más le gusta: enfrente de la del FMI.