PANORAMA ECONÓMICO

Una semana decepcionante para las expectativas

La semana siguiente a la derrota electoral del oficialismo fue decepcionante para las expectativas económicas. La desconfianza no cedió a pesar de que uno de los anuncios principales del presidente Alberto Fernández, una vez conocidos los resultados de la elección, fue que las negociaciones con el FMI se acelerarían para llegar a un acuerdo. Igual sucedió con las declaraciones del ministro Martín Guzmán, que aseguró que la propuesta cuenta con el aval de la vicepresidenta Cristina Kirchner, con quién dijo mantiene un diálogo “fluido y muy valioso”.
En las dos jornadas siguientes a esos anuncios, la cotización de los bonos soberanos se desplomó, junto a fuertes caídas de las acciones argentinas, saltando el riesgo país a un máximo de 1.761 puntos básicos desde la última reestructuración de la deuda con los acreedores privados en el 2020. Los dólares libres, a su vez, dieron un salto luego de que el Banco Central dejara de intervenir en esos mercados: el CCL (Contado con Liquidación) escaló hasta los $215 (desde los anteriores $188), cerrando el viernes $1,5 por debajo, con todas las paridades del dólar por encima de los $200, incluido el del informal o “blue” que también superó esa barrera.
De esta manera, lo ocurrido en los mercados financieros en estas pocas ruedas reflejó las dudas, y la credibilidad, que siguieron a los comicios legislativos. El vocero del FMI, Gerry Rice, reiteró la buena voluntad del organismo en continuar negociando: “Seguimos trabajando para llegar a un pleno entendimiento” dijo, pero sin dar precisiones sobre fechas o presentación de una carta de intención de la Argentina. De todas maneras, la sorpresa llegó de la agencia internacional Moody’s que en un informe de actualización señaló que “el riesgo de incumplir las metas que surjan de un nuevo acuerdo con el FMI es altamente elevado”. La percepción sobre otro incumplimiento argentino en los mercados externos no es nueva, pero se reforzó luego del resultado de las legislativas.
La reacción oficial, negando la derrota en las urnas, la ausencia de medidas concretas para iniciar la segunda mitad del mandato de Alberto Fernández o las diferencias en el seno del frente oficialista, entre otros aspectos, dispararon la desconfianza. Otras versiones mencionan que en Wall Street esperaban un triunfo más holgado de la oposición en la Provincia o algún pronunciamiento de Cristina Kirchner sobre la negociación con el FMI. Lo cierto es que el combo de eventos políticos golpeó otra vez, con el resultado de una semana negra en los mercados.
El calendario con el FMI, según fuentes oficiales, sería mandar la carta de intención a fines de enero con la meta de poder sellar un acuerdo en el directorio del organismo en marzo, antes de que ocurra uno de los vencimientos de capital del anterior acuerdo stand by, y el compromiso del 31 de marzo con el Club de París. Los plazos, de todas maneras, surgen demasiado extensos para los desequilibrios que enfrenta la economía argentina.
Uno de ellos ocurre en el mercado cambiario: según la información que surge del balance del Banco Central, a mitad de noviembre, las reservas líquidas (descontando los préstamos, encajes de depósitos privados, el swap de China, los DEG del FMI y las reservas en oro) estaban en el orden de los U$S 800 millones. En las últimas semanas, a su vez, la entidad habría perdido unos U$S 700 millones de reservas por la demanda de importaciones, la intervención en el mercado y el retiro de depósitos. Con lo cual, las estimaciones de mercado son de reservas líquidas negativas y cuatro meses por venir de sequía de divisas, hasta marzo próximo, con los dólares de la cosecha.
Otro tanto ocurre con el desequilibrio fiscal y la emisión monetaria. El último informe del Banco Central, de circulación reservada, sobre política monetaria, hace una previsión voluntarista de que podría ocurrir los próximos meses, sin cambios significativos en la gestión oficial, con la excepción que proyecta más restricción fiscal. En el capítulo de la inflación, dice que espera retome un “sendero de desaceleración”, que vayan cediendo los “factores transitorios” que presionan sobre los precios y hagan efecto la “fijación temporal” de los precios máximos.