OPINIÓN

Qué hacer con el trabajo sin sacrificar a los trabajadores

En la nota de ayer de Diario Democracia, Aldo García López analiza "Qué hacer con el trabajo" en la Argentina. 
Cabe aclarar en primer término que no son cuatro millones los desempleados en nuestro país, como ahí se señala. 
La tasa de desocupación se calcula sobre la "población económicamente activa" (o sea, personas que trabajan o buscan trabajo), no sobre la población total. 
Siendo así, los desocupados en la Argentina son alrededor de un millón setecientos mil, cifra igualmente alarmante.
Pero el número no es lo central de la nota, sino el diagnóstico sobre sus causas y las consecuentes propuestas para bajar el desempleo.
"Falta de inversiones productivas" es la primera de las causas nombradas y con la que estoy totalmente de acuerdo. Solo subrayaría que es muy difícil que esto se dé mientras la tasa financiera siga siendo tan atractiva ¿Quién invierte productivamente y con riesgo pudiendo tener una mayor ganancia financiera y segura?
Para que la producción vuelva a ser la mejor opción, primero hay que desarmar ese desmadre de tasas en que nos metió el macrismo (según ellos, para bajar la inflación. Y lo siguen repitiendo).
"Capacitación de la fuerza de trabajo" es propuesto en segundo lugar y también estamos de acuerdo. Solo que no hay ejemplos de vacantes no cubiertas por falta de personal calificado cuando la economía crece. En esos casos, el empresariado argentino siempre se adaptó formando sus propios recursos con tal de no perder oportunidades de negocios.
Y por último, aunque creo que primero en la matriz de pensamiento que inspira la nota, una "reforma laboral".
El argumento de que no se crean puestos de trabajo porque la regulación laboral lo desalienta fue sostenido por Domingo Cavallo en su versión menemista y en su versión delarruista. En el primer caso, fue expulsado del gobierno cuando la desocupación trepó al dieciocho por ciento. En el segundo, cuando se calentó la calle.
Las recetas para crear empleo produjeron ese macabro milagro que permaneció hasta el estallido de 2001. 
Por el contrario, con sindicatos empoderados y un ministro de Trabajo claramente pro empleo (Tomada), en 2015 la desocupación bajó a un seis por ciento, casi la misma cifra con que hoy deja su gobierno alemán Merkel.
Restaba resolver una situación de desempleo friccional en la que, ahí sí, no era posible hacer coincidir las demandas de los empleadores con las características de los que buscaban empleo. 
Los resultados obtenidos por Cavallo primero y por Macri después presentan suficiente evidencia como para que esas recetas sean tomadas como lo que son: el intento de los grupos más concentrados de la economía para ganar terreno ante la desesperación de las mayorías (muchas veces flojitas de memoria).

(*) Concejal del Frente de Todos. 

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