Axel Kicillof
Axel Kicillof pretende volver a la presencialidad en las escuelas luego del viernes 30.
PANORAMA PROVINCIAL

Axel Kicillof empujó una decisión que profundizó la pelea política

Axel Kicillof no había quedado conforme allá por los primeros días posteriores a la Semana Santa cuando el presidente Alberto Fernández dictó un decreto para restringir los horarios de circulación y de funcionamiento de distintas actividades ante el aumento de los contagios por coronavirus.
Esa presión dio paso, algunos días después, al alumbramiento de otras medidas más restrictivas que terminó anunciando el Presidente. No colmaron totalmente las expectativas de Kicillof y sus funcionarios, pero se acercaron bastante a las pretensiones que se dejaban escuchar desde el Ejecutivo bonaerense. 
En términos de gestión, las mayores restricciones dispuestas por la Casa Rosada con el auspicio de la Provincia, no solo dispararon una polémica fuerte con la oposición: también dejaron a Kicillof en el rol de co-gestor de las medidas oficiales planteadas para enfrentar la segunda ola de la pandemia.
Existe otra trama si se quiere oficial acerca de cómo terminó resolviendo el Presidente. Y tendría que ver, más allá de la cuestión puramente sanitaria, con el enojo que habrían generado en la Rosada algunas declaraciones de Horacio Rodríguez Larreta tras aquél primer paquete de medidas que habían acordado las tres jurisdicciones. 
Fue a partir de allí que Fernández y Kicillof hablaron varias veces de endurecer las restricciones. Se comenzó, también allí, a transitar un camino de confrontación que alcanzó enormes picos de tensión tras el segundo anuncio presidencial del miércoles.
Esa escalada que se torna omnipresente por estas horas no empaña otros análisis. El principal tiene que ver con los costos económicos y políticos que generan las medidas oficiales. Y dentro de estos últimos, el más oneroso es el de la suspensión de las clases presenciales.
En el gobierno bonaerense comienzan a hablar de un “prende y apaga”. Esto es, volver hacia la presencialidad en las escuelas cuando termine, el 30 de este mes, la etapa de restricciones más severas que se puso en marcha. “Esperemos que de acá a tres semanas se ameseten los contagios, aunque sea en una meseta alta” dicen, abrazados a una de las premisas básicas para que eso suceda.
La otra tiene que ver con que se puedan descomprimir las terapias intensivas que hoy están cerca del límite de saturación. Hay otra luz de alerta que empieza a aparecer: el sistema de derivación de pacientes también comienza a flaquear.
La idea oficial es, al menos, volver a la presencialidad, quizás acotada, durante dos semanas. Y después ver cómo evoluciona la pandemia. En la planilla del Gobierno bonaerense aparece, en estas dos semanas de restricciones, avanzar con un plan de vacunación que viene demorado para tratar de cubrir a los mayores de 60 años.
La educación y el aspecto de la presencialidad se transformó en un botín político preciado. La mayoría de las encuestas habla de una opinión mayoritaria que pide normalidad en las aulas. Lo sabe la oposición que ha hecho una bandera de ese reclamo y lo sabe el Gobierno que no quiere estirar el parate más allá del viernes 30.

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