guerra
Cuarenta y tres días duró la segunda guerra entre armenios y azeríes, ocurrida en el 2020.
COMENTARIOS

Armenia: derrota militar con consecuencias políticas escasas y geopolíticas importantes

Una derrota militar, aun sin ocupación del país derrotado, acarrea consecuencias políticas imprevisibles que, por lo general, culminan en un cambio de régimen. Parece una regla absoluta. No lo es: la República de Armenia conforma, al menos de momento, la excepción.
El 09 de octubre de 2020, el primer ministro, el periodista Nikol Pashinian (45 años), firmó un acuerdo de alto el fuego, “gestionado” por Rusia, mediante el cual Armenia reconocía su derrota militar ante su sempiterno enemigo, Azerbaiyán, cedía territorios y aceptaba la presencia de tropas rusas de separación entre fuerzas combatientes.
Las consecuencias no se hicieron esperar. La muy alicaída oposición intentó levantar cabeza con movilizaciones en las calles, una de las cuales llegó a ocupar el Parlamento y con el llamado a una huelga general a partir del 22 de diciembre.
Sin embargo, las protestas con reclamos de dimisión del primer ministro incluido, no lograron movilizar más que una parte de la sociedad. Movilización que, con el correr de los días, perdió impulso.
Es que aun en la derrota militar, el primer ministro cuenta con suficiente prestigio. Inversamente proporcional al desprestigio de la elite post soviética corrupta que fue echada del poder con las movilizaciones populares del 2018, encabezadas por el propio Pachinian y conocidas como “revolución de terciopelo”.
Pero además, el gobernante demostró, aun en la derrota, capacidad para no perder la iniciativa. Su respuesta a la apetencia opositora fue una convocatoria a elecciones anticipadas. El período del actual gobierno debe finalizar en 2023. Las elecciones, aún sin fecha, probablemente se lleven a cabo en el verano o el otoño boreal.

Las guerras
El mes y trece días que duró la segunda guerra entre armenios y azeríes, ocurrida en el 2020, reconoce como antecedente cercano la primera guerra del Alto Karabaj que enfrentó a ambos países desde febrero de 1988 hasta mayo de 1994.
Sin embargo, la cuestión del Artsaj –el nombre histórico del Alto Karabaj- remite a antecedentes que se remontan hasta el año 189 antes de Cristo, cuando la región conformó la décima provincia del reino de Armenia.
A finales de 1922, Armenia y Azerbaiyán integraron oficialmente la Unión Soviética y meses después quedó constituido el Oblast –entidad subnacional- Autónomo del Alto Karabaj dentro de la República Soviética de Azerbaiyán.
Mientras duró el comunismo en el poder, las reivindicaciones armenias sobre el Alto Karabaj (Artsaj) quedaron postergadas. Para Armenia, el comunismo soviético resultaba un manto protector frente a la Turquía, heredera del Imperio Otomano y negadora, hasta hoy, del genocidio de armenios entre los años 1915 y 1923.
Ya en el 2020, más precisamente el 27 de setiembre, los combates comenzaron cuando unidades de artillería azeríes bombardearon el territorio de Artsaj. Pero, esta vez, el resultado favoreció a Azerbaiyán. A la firma del alto el fuego en Moscú, Artsaj y Armenia cedieron su continuidad territorial. Las zonas tapón tomadas en 1994 o fueron recuperadas por la ofensiva azerí, como en el área sur, o debieron ser devueltas a Azerbaiyán.
La continuidad de la existencia de Artsaj como entidad independiente quedó supeditada en los hechos a la presencia de tropas rusas de separación entre contendientes. A su vez, los efectivos rusos mantienen abierto el llamado “corredor de Lachin”, único camino de enlace entre Artsaj y Armenia.
De la Armenia ancestral queda menos de la mitad del territorio originario. Una parte, pequeña, quedó en manos de Irán. La ocupación y el genocidio del Ejército turco desembocó en la pérdida de la mayor parte de territorio armenio en la meseta Anatolia. Es decir la zona oriental de la Turquía actual. Amén de la región del Najicheván, cedida en su momento a Azerbaiyán.
De allí, la necesidad de defender con uñas y dientes lo poco que queda del territorio ancestral, y esa defensa es una causa nacional que va más allá de las propias fronteras de Armenia y de Artsaj. Alcanza a la diáspora en todo el mundo. A los 3.600.000 armenios que viven repartidos entre 55 países. Gran parte de ellos, descendientes de emigrados escapados del genocidio turco.
Armenios étnicos que contribuyen con fondos para la continuidad de su nación. Algunos muy famosos como el tenista André Agassi (Agassian) o la mediática Kim Kardashian. Y sobre todo el intérprete y compositor Shahnur Aznavourian, más conocido como Charles Aznavour, designado “Héroe Nacional”, quién contrabandeó para la causa armenia armas compradas con su peculio durante el Primera Guerra armenio-azerí.

La geopolítica rusa
El conflicto armenio-azerí se inscribe, además, en una lógica geopolítica compleja, con actores estelares y secundarios. De ese conjunto de actores, dos encabezan la marquesina. Y uno de los dos, por encima del otro. Con cartel francés como suele decirse en la jerga teatral.
Sin dudas, ese papel estelar corresponde a Rusia. Tal como acaba de verse el 12 de enero de 2021 cuando el primer ministro armenio, Nikol Pashinian, y el presidente azerí, Ilham Aliev, acudieron casi presurosos a la cita convocada por el presidente ruso Vladimir Putin. No se saludaron pero aceptaron sentarse a la misma mesa. Afecto a los símbolos y demostraciones, el presidente ruso ocupó un lado de dicha mesa oval y dejó el otro para los rivales. 
El presidente Putin, al término de la reunión, exageró un poco cuando señalo que el alto el fuego es respetado entre los contendientes. Es casi verdad. No totalmente… Y no tuvo mucho más para decir.
No hacía falta, el efecto estaba logrado. Hasta no hace mucho, tanto el primer ministro Pachinian como el presidente Aliev emitían bravatas sobre el eventual triunfo de sus tropas. Este último continuó haciéndolo una vez alcanzada la victoria azerí. Pero todo terminó cuando Putin así lo dispuso.

Turquía y el resto
Conocida es la ambición de recuperar, en términos contemporáneos, una suerte de Imperio Otomano como destino para la actual Turquía que ambiciona el imparable presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
La participación militar turca en Libia, Siria, el Kurdistán irakí, y el Mediterráneo Oriental, así lo prueban. La vieja disputa entre armenios y azeríes supuso para el jefe de Estado turco la posibilidad de poner un pie en el Cáucaso. De allí su respaldo a Azerbaiyán. Respaldo que fue decisivo a la hora de ganar la guerra. Pero, hasta allí llegó –al menos por ahora- la intervención turca. Además de Turquía, Azerbaiyán contó con el apoyo político de Irán y Afganistán y militar curiosamente… de Israel.
Tanto Armenia como Rusia como la organización no gubernamental Amnesty International denunciaron la utilización de armas no convencionales de origen israelí, en particular drones.
Dos aviones de carga Iliushin azeríes fueron detectados al aterrizar en la base militar de Ovda, en el desierto del Neguev, en Israel. Mismos aviones que también fueron vistos en Ankara, Turquía.
¿Razones? Azerbaiyán es el proveedor petrolífero de Israel. Petróleo que es transportado a través de los oleoductos turcos. Además, Azerbaiiyán es un puesto de observación para la inteligencia israelí sobre los movimientos de Irán, el enemigo principal.
El propio presidente Aliev recibió al primer ministro Benjamin Netanyahu en Bakú, la capital de Azerbaiyán en 2016, ocasión en la que reconoció que su país adquirió armas israelíes por un total de 4.000 millones de euros.
Armenia abrió recientemente, en setiembre de 2020, una embajada en Tel Aviv. Dos meses después, debió llamar a su flamante embajador en razón del suministro de armamento a su enemigo. 
Esa apertura de una embajada se llevó a cabo pese a la oposición en ambos países a causa del genocidio armenio a manos de los turcos a principios del siglo XX. Es que Israel no lo reconoce y Armenia no se lo exigió. Ambos jugaron el juego del realismo político que, para Armenia, no resultó.
Por último, el conflicto cuenta con dos actores secundarios, muy secundarios, más. Se trata de Francia y Estados Unidos que integran, junto con Rusia, la presidencia del denominado Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), encargado de resolver el conflicto del Alto Karabaj.
De los copresidentes, Rusia acaparó toda la atención. De sus socios, Estados Unidos solo consiguió acordar un alto el fuego humanitario que duró poco más de un par de horas. Y a Francia no le quedó otra alternativa que emitir alguna que otra declaración a la que nadie prestó atención.

COMENTARIOS