La Argentina en pandemia
OPINIÓN

La Argentina en pandemia

Cada año que comienza nos da la posibilidad de renovar las esperanzas y apostar nuevamente por un mejor porvenir, aprovechar la oportunidad para construir conjuntamente una sociedad mejor.
En un año que culmina extremadamente difícil y con un contexto internacional da señales ambiguas para nuestro país, vemos los desaciertos en el manejo de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, lo que demuestra la falta de preparación y la improvisación del gobierno nacional y provincial, que envuelto en un relato épico artificial, no solo agudiza los problemas conocidos sino que en algunos casos los genera. Es justo decir que la crisis económica no es responsabilidad total de la actual administración, sino que es producto del estancamiento que arrastra la Argentina desde el 2011.
La contracción de la actividad económica, el déficit fiscal, la inflación y el desempleo aparecen como los principales inconvenientes, sumados a la falta de confianza de un gobierno que vive pendiente de sus internas y de sus enemigos imaginarios.
Por otro lado, el manejo de la pandemia no ha sido el adecuado. El enamoramiento de la cuarentena llevó a que el Gobierno escondiera los problemas debajo de la alfombra, destacándose flagrantemente el cierre de las escuelas y, desde mi punto de vista, la pérdida del año escolar para miles de chicos, que de forma dramática quedan excluidos y marginados, robándoles la oportunidad de progresar a través de la educación, que es el verdadero motor del cambio social.
La desintegración paulatina del sistema educativo en Argentina se observa, tal vez, desde hace décadas. La educación en general fue asumiendo distintas funciones; no solo las obvias de enseñar y aprender, lo que ha generado una gran dispersión de tareas y la asunción de nuevas responsabilidades. Por lo que es urgente retornar a la esencia: preocuparse por que los estudiantes aprendan y que aprendan aquello que necesitan para encarar los desafíos que les depara el futuro.
Sin dudas, estamos ante un punto de inflexión en la historia, fundamentalmente debido a la irrupción apabullante de la tecnología, lo que significa una transformación del mundo laboral. 
Muchos de los trabajos que ahora existen habrán desaparecido en algunos años, otros empleos deberán adaptarse a nuevos requerimientos, también otros trabajos serán sustituidos por máquinas y sin duda surgirán nuevos empleos. Por eso, la educación deberá enfrentar dos grandes desafíos: formar a las nuevas generaciones para que puedan aprovechar el conocimiento y la tecnología en pos de un futuro mejor; como también, otro impostergable: cómo reconvertir a aquellos que corren el riesgo de verse excluidos, y por sobre todas las cosas, reinsertar a aquellos que ya han sido expulsados del sistema. 
Podemos vislumbrar un nuevo orden internacional pospandemia, un mundo en el cual la demanda de alimentos y materias primas volverán a ser motores del desarrollo y determinantes para la economía mundial. Argentina puede ofrecer ambas cosas.
Ese mundo será cada vez más interdependiente, cada vez más conectado, y deberá ser cada vez más cooperativo, en el que los países y las empresas que antes se consideraban competidoras tendrán que transformarse en conectores para la reconstrucción económica primero y la expansión posterior.
En este escenario, la turbulenta Argentina comenzará a transitar el 2021 de forma singular, como cada año en el que hay turno electoral.
Esta situación podrá resultar, de acuerdo con lo que decida la ciudadanía, en una advertencia y la posibilidad de cambio o en una continuidad del rumbo de los actuales gobernantes. 
Nuestro sistema democrático, tan desvalorizado, lamentablemente, ofrece la alternativa de premiar o castigar a aquellos gobernantes que no han cumplido con sus mandatos o que no han estado a la altura de las circunstancias; o, todo lo contrario, favorecerlos cuando creen que han cumplido con las expectativas depositadas en ellos.
Como ha sucedido en otros momentos, no solo se pondrán en disputa espacios de poder, sino que nuevamente estaremos ante la elección de bajo qué sistema político queremos vivir.
El estilo autocrático en la toma de decisiones y el avasallamiento de los principios básicos del republicanismo por parte de la coalición gobernante se han manifestado claramente en el atropello a la división de poderes o la independencia de la Justicia.
La inédita forma de ejercer el poder, a partir de la que la “mujer fuerte” del gobierno es la vicepresidenta desvaloriza y contradice la figura del primer mandatario, lo que genera incertidumbre y parálisis en algunas áreas de gobierno, que muestran que la desigualdad y la marginación, continúan siendo asignaturas pendientes en la Argentina.
Puede ser que la mayoría de los ciudadanos estén más preocupados por cuestiones como la pandemia, la crisis económica y otros asuntos coyunturales, pero no por eso debemos descuidar la buena salud del sistema político.
La democracia es un bien de todos, hay que cuidarla y robustecerla, tanto en sus aspectos de fondo como de forma.
Solo los países que han consolidado sus sistemas políticos y desarrollado sus mecanismos de preservación han podido crecer y desarrollarse.
Este es el reto.


(*) Licenciado en Ciencia Política. 
 

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