aborto legal
OPINIÓN

Una cuestión de conciencia

El Diccionario de la Real Academia Española define a la palabra conciencia en sus dos primeras descripciones como:
1. f. Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos especialmente los propios.
2. f. Sentido moral o ético propios de una persona. 
Quiero anticipar que mi posición de conciencia frente al dilema del aborto libre, legal y voluntario es negativa. No estoy a favor del aborto.
Mi justificación es de valor personal, porque hoy mi conciencia me impediría tomar esa decisión sin reprochármelo en adelante. Y legal basada en el artículo 19 del Código Civil y Comercial de la Nación que establece: “La existencia de la persona humana comienza con la concepción”. Y hasta ahora la biología no ha demostrado que desde la concepción en el seno materno ese embrión u organismo en pleno desarrollo no sea un ser vital y como tal protegido de derechos. Persona por nacer, lo llamó Vélez.
En ese marco legal, toda ley que habilite el aborto debe modificar por carácter transitivo esa norma fundacional del Código Civil y Comercial.
Ahora bien, casi como una intrínseca jugada del azar el artículo 19 de la Constitución Nacional dice: "Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados".
Por ello, creo que la decisión de abortar, decisión que hoy yo a esta hora, en este día de mi vida reitero, no tomaría si dependiera de mí, la enmarco en ese sagrado principio constitucional llamado de Reserva.
Porque es un acto de una magnitud trascendental en términos éticos, filosóficos y morales, que solo puede estar librado al juzgamiento de los valores de conciencia de quien lo decide.
No afecta a la moral y al orden público, no genera decadencia social como algunos dicen. Queda al arbitrio del único juez inapelable que los seres humanos tenemos que es nuestra propia conciencia.
No habilita tampoco como muchos dicen al libertinaje irrazonable de una sociedad amoral. Tampoco es comparable a otros delitos hoy tipificados en el Código Penal como el homicidio u el robo. Se escucha por allí decir que entonces, si liberamos el aborto, sería similar a liberar otros tipos de delitos. Murió en un tiroteo en ocasión de robo, despenalicemos el robo y entonces no habría tantos muertos en ocasión de robo y así otros ejemplos perversos y maniqueos.
Nadie está a favor de los delitos, nadie está a favor de avanzar sobre las libertades de unos pisoteando las libertades de otros. No es esa la discusión.
En algún momento pensé que el argumento estratégico y pragmático de quienes están a favor del aborto podría ser el de que es una cuestión de salud pública, que lo es. Pero el argumento más valido en el que puede sustentarse -a mi criterio- hoy la aprobación de la ley de aborto es el del principio de Reserva del artículo 19 de la Constitución Nacional.
Terminemos con las discusiones parciales, con las libertades a medias, nadie puede obligar a nadie a que aborte si así su conciencia no se lo dicta, pero mucho menos podemos prohibírselo a quien así su conciencia se lo habilita.
Reitero que yo, hoy ante una situación límite, por la que tuviera que decidir si la mujer que está gestando un hijo mío debiera abortar o no, mi opinión sería que no. Pero en una sociedad en evolución permanente, en busca de la conquista de los derechos de las libertades más profundas, no podemos dejar en manos del Código Penal la calificación moral y por ello penal de esa decisión. 
Sostengo nuevamente que la aprobación de la ley de aborto en los términos que hoy se discuten requiere la modificación de la norma citada del Código Civil y Comercial.
Hecho eson tendrá profunda raigambre legal la decisión de todos los hombres y mujeres de este país que decidan abortar. No habrá más grises. Y la única valla para sortear por quienes tengan que decidir sobre esa situación tan difícil de la vida será nada más y nada menos que la de su conciencia.
Aborto legal ya. Las sociedades no maduran por la ética de las leyes que restringen sus libertades, maduran por el uso ético que sus ciudadanos hacen de esas libertades.


(*) Abogado. 

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