yo me perdono
Julio Ginzo
OPINION

Yo me perdono

Aquello fue algo tan insólito como vergonzante, tan indigno como inédito. Se la llamó, sin pudor, “Ley de autoamnistía”. Fue a comienzos de 1983 cuando empezaron a trabajar la idea y en agosto de ese año la dictadura ya la había concretado.

Era, simplemente, perdonarse a sí mismos. Por ella se prohibía la investigación de cualquier hecho que tuviera que ver con la guerra antisubversiva de los go-biernos militares que estaban ya haciendo sus alijas después de siete años tristemente inolvidables por sus miles de crímenes.

El candidato presidencial del partido Justicialista, Dr. Ítalo Luder, se apresuró a comprometerse públicamente a ratificar aquel increíble “autoperdón”. Como respuesta el candidato presidencial de la U.C.R., Dr. Raúl Alfonsín, conmovió al país al decir que su primer acto de gobierno, si triunfaba, iba a ser la inmediata derogación de aquella ley, porque “no se puede construir una Democracia sobre la base de una claudicación ética”.

Así fue como fueron juzgados y condenados a cadena perpetua todos los integrantes de las juntas militares. Y pese al bochornoso indulto del presidente Menem a todos ellos no alcanzó para desteñir aquel juicio.

Fue un juicio que recorrió el mundo porque no había antecedentes de algo igual en ningún tiempo ni lugar. Y el país se llenó de orgullo. Más aún cuando se creó aquella comisión investigadora llamada C.O.N.A.D.E.P., que integraban personalidades de alto prestigio como Ernesto Sábato, René Favaloro, Magdalena Ruiz Guiñazú, Graciela Fernández Meijide, Jaime de Nevares, Carlos Gatinoni y varios más, pero a la que no quisieron sumarse legisladores del P.J. Justamente acaba de cumplirse el 30° aniversario de aquel histórico informe llamado “Nunca más”.

Sé que muchos dirán: “A esta historia ya la recontra conozco". Sí, es posible, y mejor que sea así. Lo que queremos denunciar es la proclividad al “yo me per-dono” que ahora intenta la impunidad de la expresienta, arrasada por pruebas concluyentes de su culpabilidad personalísima en el robo más escandaloso que nuestra historia recuerda. Y allí esta su inocultable fortuna por si alguien duda.

Por eso que, así como no podemos entender a la amnistía o al indulto, pese a ser parte de la Constitución Nacional, cuando existe una responsabilidad delictiva o criminal, menos aún podrá la República cubrir con una vergonzante impunidad a quienes desvalijaron un país ya empobrecido.

Sabemos el poder que tiene la intimidación, pero si perdemos la confianza en el Poder Judicial ya no habrá más por perder.

Nos gustaría oírle a la expresidente desafiar a sus acusadores para que la in-vestiguen a fondo y hasta el final y no poner a los tres Poderes de la República a sus pies para huir de sus responsabilidades. Es que esa misma República no soportaría tamaño golpe como sería el cambio de jueces para facilitar una defensa. En los cinco miembros de la Corte estará el futuro y el respeto a la “inamovilidad de los jueces”, principio fundamental del Derecho. ¿No sería importante que todas las instituciones que creen en el sistema republicano, como los colegios profesionales, instituciones intermedias, etc. se comprometan públicamente en la defensa de una República que no es de nadie y es de todos que tanto costó recuperar?

Argentina está arrinconada por una grave crisis económica y una inmanejable crisis sanitaria. Que no se nos sume ahora una pandemia moral y otra antirepu-blicana.

Que aquel: “a mí me absolvió la historia”, dicho en un grito ante los jueces no sea el “yo me perdono” de hoy.

(.) Diputado Nacional M.C.

COMENTARIOS