pandemia barbijo
El barbijo vino para quedarse y tras la pandemia se modificarán las relaciones sociales.
OPINIÓN

El corona II

¿Dónde estamos? Creo que, en la cresta de la ola, sin certezas de cuándo será el descenso y cómo; nadie lo sabe: ni políticos, ni especialistas ni asesores. Nadie.

La primera parte de la cuarentena fue útil y creo que aún los más recalcitrantes negadores estuvieron de acuerdo, pero a medida que avanzaron los vaticinios que aseguraban los picos y la consiguiente reclusión, se asemejaron más en lugar de picos, a la nariz de Pinocho al alargarse ante cada manifestación y la “certeza de cuando ocurriría”.
En todo ataque sorpresivo como este hay una primera fase de estupor y de parálisis ante la agresión y quizás, ante lo injusto de la agresión, algunos no superan esta etapa y los supervivientes se organizan para luchar, lucha que puede ser prolongada y dura en cuanto a bajas, sufrimientos de todo tipo, en afectos, en proyectos frustrados, en lo económico. Lo peor de todo es la incertidumbre respecto a la duración de este ciclo.
Por lo anterior considero a este tiempo el más difícil: es el de la lucha diaria y permanente. Las armas de la cuarentena se han agotado y veremos desobediencias de todo tipo, algunas justificables, otras no, y todo recaerá, al final, en la responsabilidad personal.
Ante la orfandad de otras medidas, solo el aislamiento relativo y no compartir reuniones prolongadas con demasiada gente en lugares cerrados son lo único relativamente útil y seguro para evitar un poco la circulación viral comunitaria.
Esta parte de la contienda es vital. No tiene tiempos definidos e implica una serie de triunfos y derrotas y no hay que alegrarse demasiado por los primeros ni abatirse por las segundas. Ha habido en el pasado otras experiencias parecidas, no iguales a la actual, con períodos no tan breves y otras, de siglos. Seguramente la resolución estará dada por los siguientes factores:
- Las vacunas que, aunque tienen nombre y apellido, aún no han nacido en su comprobación de eficacia y ausencia de efectos indeseados.
- Por la inmunización pasiva de miles que han superado la enfermedad y serán una barrera viviente y móvil contra el virus, que teóricamente se agotaría al no poder contagiar y no tener de quién obtener energía.
Milagros de la técnica y de la modernidad: es posible que en el primer trimestre del 2021 haya vacunaciones masivas. ¡Todo eso pasaría en poco más de un año de comenzada la pandemia!
Me gustaría efectuar una pequeña reseña histórica de la vacuna contra la enfermedad que más víctimas causó y que más perduró en el tiempo: la viruela. La vacuna antivariólica fue lograda en 1796, aproximadamente, por Edward Jenner (1749-1823) en una población de la campiña inglesa (Berkeley). Este médico unía en su personalidad y formación intelectual grandes dotes de observador y una singular audacia, como se verá. Por su actividad cotidiana estuvo en contacto y asistió a ordeñadores (entre ellos una mujer que era empleada suya, además) que padecían frecuentemente lesiones pustulosas en la piel y manos, similares a las que presentaban las ubres bovinas, que espontáneamente curaban.
Pero lo llamativo era que ninguno de los ordeñadores con estas lesiones jamás se contagiaba de viruela, a pesar de su frecuencia en el medio y la convivencia doméstica con enfermos. A partir de esa observación reiterada y prolongada, obtenía líquido de las lesiones de ubres vacunas enfermas o, en ocasiones, de ordeñadores afectados, e inoculaba a voluntarios de la zona. Su primer vacunado fue un niño de 9 años (Peter) y en otro momento, vacunó a su propio hijo, audacia compensada por la eficacia de su método. Había nacido la vacuna para un terrible flagelo; por extensión, las inmunizaciones futuras tomaron su nombre (Vacca), en latín “vacuna”.
Las primeras comunicaciones académicas de Jenner no fueron felices. Fue vilipendiado y objeto de burla, pero a posteriori, el éxito de su método fue arrollador y en su momento, fue el médico más famoso del mundo. Rechazó honores y siguió atendiendo su vacunatorio rural, en que se decía que llegó a vacunar hasta 200 personas diarias. Además, fue poeta y fino ornitólogo.
La viruela apareció siglos antes de Cristo y se cree que hasta Ramsés la padeció. Los egipcios la llevaron en sus barcos a Europa y de ahí los barcos de la conquista hacia América. Recién en 1980 fue declarada “enfermedad inexistente” para la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se calcula que entre los siglos XIX y XX causó 400.000.000 de víctimas.
Este relato intenta graficar todo el tiempo y la persistencia del flagelo entre nosotros y lo que tardó la solución de la inmunización. En este momento se estima que el Covid-19 ha infectado a 180 países, con diferentes matices, con la excepción de un puñado de pequeñas islas del Océano Pacífico en la Micronesia (Salomón, Samoa, Fiyi y otras).
Hay preguntas sin responder, conjeturas: ¿cómo será nuestra vida en el mientras tanto? ¿Cómo seremos nosotros? Creo que el barbijo vino para quedarse un tiempo, se modificarán las relaciones sociales y se adecuarán al vaivén de las circunstancias según evolucionen los tembladerales económicos, las ambiciones políticas y el genio viral. ¿Nosotros cambiaremos? ¿Será para mejor? Las emociones humanas son siempre las mismas desde el fondo de los tiempos: el amor, la venganza, la codicia, el poder; de la suma algebraica de lo anterior tendremos el perfil del hombre postpandémico y su positividad.
Dejo para el final un sentimiento no muy promocionado entre nosotros, salvo raras excepciones, pero creo que en lo que vendrá será necesario y aún privilegiado: la compasión, virtud superlativa si las hay, no exige nada a cambio, ayuda a quien la recibe y ennoblece el espíritu de quien la ejerce. La salida no será fácil, falta aún para que seamos libres y recobremos la vida perdida. El enemigo está ahí afuera. Tenemos que limitar la ambición de nuestros planes y entender que solo hay un tiempo del que podemos disfrutar y ser dueños. Y es el día de hoy, de cada hora, del sol, de un sueño, de un atardecer.
“Ayer se fue, mañana no ha llegado” (Francisco de Quevedo)
En la película Náufrago, el protagonista (Tom Hanks), luego de un accidente aéreo, recala, solitario, en una isla deshabitada. Atraviesa por todos los matices de la desesperación e incluso hasta intenta suicidarse. Comienza a transitar el día a día, intentando sobrevivir. A partir de ese momento su frase diaria y repetida fue “veremos que trae la marea mañana”.
Hay valores como la verdad, lo bueno, lo bello o lo religioso, a los que solemos olvidar en tiempos de mar calmo. El camino está minado. Pero el hombre prevalecerá. “Ningún invierno menguará el crecimiento de la primavera” (John Donne).


(*) Médico nacido en el distrito de Leandro N. Alem, que además ejerció la profesión durante años en Junín. Fue uno de los profesionales que utilizó plasma de convalecientes para tratar a los enfermos de Mal de los Rastrojos.

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