Era el atardecer del jueves y, de repente, la fotografía que tanto habían evitado Alberto Fernández y Cristina Kirchner desde el inicio del nuevo gobierno se convirtió en una necesidad política. El Presidente y la vice caminaron por las calles internas de la quinta de Olivos y conversaron por más de media hora, tras la presentación de la propuesta para reestructurar la deuda. Pero a diferencia de otras tantas veces que dialogaron a solas, esta vez quedó la imagen como testigo de la escena.
No fue una casualidad: el Presidente venía de sentar a su lado al alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta para mostrar internamente y también al mundo que el Gobierno cuenta con el respaldo de la oposición en el intento por reordenar el frente externo. La presencia de Larreta tan cerca de Alberto F. incomodó a propios y extraños, empezando por los peronistas que abjuran del macrismo. La foto con Cristina sirvió entonces para contrapesar ese malestar en el oficialismo.
Default virtual
La imagen tuvo una segunda lectura: el Presidente ratificaba de ese modo que la influencia de Cristina en el curso de su administración sigue intacta, con todo lo que eso significa en términos de posicionamiento internacional y de controversia con los tenedores de bonos de la deuda, a los que el kirchnerismo caracterizó como “buitres” durante la etapa cristinista. El mensaje cifrado a los fondos de inversión es que acepten la propuesta porque el Gobierno ya no le teme al default.
El propio Alberto Fernández había aceptado, durante la presentación que estuvo a cargo del ministro Martín Guzmán, que la Argentina ya se encuentra en un “default virtual”. En la mesa chica de Gobierno, la cesación de pagos era una situación a evitar desde el inicio de la gestión, pero en las últimas semanas empezó a ser evaluada como una posibilidad dentro del escenario general, pese a que los funcionarios tienen claro que si bien puede servir a corto plazo, luego será una condena.
Por lo pronto, el año próximo que el Presidente proyectaba como el de la recuperación, ya no sería tal. Con el agravante de que 2021 será un año político, de elecciones de medio término. Aunque ese plazo, en una Argentina que discute semana a semana cómo empezar a salir de las restricciones de la cuarentena que impuso el Gobierno para enfrentar el coronavirus, parece de ciencia ficción. Alberto F. enfoca por eso todos los cañones en el combate inmediato al Covid-19.
La cuarentena, con consenso
En una ronda de conversaciones con gobernadores, intendentes y diputados del oficialismo y la oposición, el Presidente comprobó en los últimos días que la cuarentena sigue gozando de un amplio consenso. “Lo bancan a fondo con eso, ninguno pidió levantarla”, aseguró desde la quinta de Olivos una fuente cercana al mandatario. El liderazgo que viene ejerciendo en la emergencia sanitaria representa un capital político que el Presidente buscará trasladar al manejo de la deuda.
Pero cuando de la órbita de la salud se pasa a la de la economía, los problemas quedan más expuestos. El jefe de Estado no ocultó su fastidio con los bancos que, a su criterio, pusieron trabas para otorgar créditos a unas 300 mil pymes que en los próximos días deben liquidar sueldos y no cuentan con fondos para garantizarlos. Por eso instruyó al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, para que gestione con las entidades financieras el levantamiento de escollos burocráticos.
El viernes negro
Alberto F. tampoco olvida ese “viernes negro” en el que cientos de miles de jubilados se agolparon frente a los bancos y quedaron expuestos al Covid-19 por un grueso error de su propia gestión. En la mira del Presidente quedó el director de la Anses, Alejandro Vanoli, a quien no se augura una larga estadía en el cargo. Pero las broncas del mandatario quedan dentro de los muros de Olivos, para afuera, sigue primando la imagen de un líder dialoguista que intenta dar un salto a la grieta.
Esa es hasta el momento la intención de su administración: hacer a un lado la pelea que protagonizaron el kirchnerismo y el macrismo-radicalismo en los últimos años, que coincidió con la llamada “década perdida” (2010-19) en términos económicos para la Argentina. En ese objetivo estratégico, el Presidente tiene una visión más parecida a la de Sergio Massa o a la de Emilio Monzó. El elogio del jefe de Diputados a un artículo firmado por su antecesor siguió esa línea.
El papel de Máximo
Otro dirigente escuchado por Alberto F. es Máximo Kirchner. El jefe del bloque de diputados del Frente de Todos estuvo en Olivos junto a Carlos Heller para presentar el proyecto de ley de impuesto a las “grandes fortunas”, que el Presidente pasó por el tamiz del ministro Guzmán y cuyo tratamiento en la Cámara baja no se concretaría sino hasta junio próximo. Para el Gobierno, la prioridad es ahora la lucha contra la pandemia y lo que pueda suceder en materia de deuda.
Máximo tuvo una segunda idea con más aceptación: la formación de una comisión parlamentaria con participación opositora para hacer un seguimiento de las decisiones gubernamentales que implican una fuerte erogación de recursos. El propio Alberto F. le dio su visto bueno ante los otros jefes de bloque de la Cámara baja. El hijo de la expresidenta viene cultivando un rol más moderado que el que había forjado en sus comienzos como jefe de la agrupación La Cámpora.
También se apaciguaron los rumores sobre sus presuntos encontronazos con Axel Kicillof. El Gobernador tuvo su propio enojo en la semana que pasó con aquellos que afirmaron que no actuó a conciencia luego de que se detectaran casos de contagio de Covid-19 en un hospital que había visitado, pero luego se sometió al hisopado de rigor y despejó la incertidumbre. Dar el ejemplo es tan importante para los gobernantes como tomar buenas decisiones de gestión.
Dardos para Larreta
Otro que no la pasó bien fue el porteño Rodríguez Larreta. No solo fue cuestionado por haber impuesto un permiso para que los mayores de 70 años salgan de sus domicilios en la ciudad de Buenos Aires, sino que terminó la semana aceptando la renuncia de dos funcionarios por una compra de barbijos y la contratación de hoteles para aislamiento de coronavirus, que quedaron bajo sospecha. Dentro de Juntos por el Cambio, tampoco le sale gratis su acercamiento político al presidente Fernández.
La interna de la principal coalición opositora quedó claramente expuesta desde los cacerolazos que promovió Patricia Bullrich, la presidenta del PRO, en medio de la pandemia. Pese a que mantiene el perfil bajo, la exgobernadora María Eugenia Vidal trata de acercar a las partes. Días atrás estuvo reunida con Jorge Macri, uno de los díscolos de JxC, que no oculta su malestar con los que promueven una oposición intransigente y siguen apelando a la grieta como recurso político.
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