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Producción de máscaras con impresoras 3D.
IMPRESIÓN 3D

La innovación en tiempos de crisis

En un escenario en el cual las urgencias y necesidades primarias adquieren una importancia inusitada, profesionales de todo el mundo iniciaron una campaña para desarrollar y producir prototipos innovadores que den respuesta a dos de las principales exigencias médicas: la asepsia y los cuidados intensivos.
El tiempo apremia y cientos de afamadas instituciones, como el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), siguen convocando a proyectistas de todo el mundo que a través de su talento aporten soluciones capaces de dar protección a los sectores más vulnerables y generen propuestas de equipamiento para el sistema sanitario mundial.
En el universo de internet se pueden encontrar y descargar de manera gratuita archivos digitales para la impresión tridimensional de componentes, modelos de viseras protectoras, y hasta instructivos para el armado de camillas con cañería de gas domiciliario. 
Entre toda la producción disponible en las redes, encontramos el trabajo de muchos desarrolladores que en nuestro país han perfeccionado modelos de automatizadores para respiradores manuales y estructuras para protectores faciales fabricados con impresoras 3D, entre otras muy buenas propuestas.
El sistema productivo que nos aporta este tipo de impresoras es una herramienta válida, pero a la vez insuficiente en tiempos donde la demanda excede varias veces la capacidad productiva de las máquinas. 
En promedio se necesitan aproximadamente 40 minutos de impresión por cada máscara, por lo que actualmente en nuestro país se han conformado comunidades que están logrando subsanar esta problemática productiva a través del trabajo colaborativo. 
Este es el caso de Coronathon, que ha conformado una comunidad de más de 600 personas trabajando con sus impresoras 3D con el objetivo de confeccionar 90.000 máscaras en 3 tandas de 30.000 unidades. De esta forma, se puede ir dando respuesta a la emergencia mientras quienes las vayan a producir masivamente, desarrollen sus versiones definitivas.
Un producto con mayor complejidad es el automatizador para respiradores manuales, ya que requiere de una mayor cantidad de piezas, un motor y un sistema que permite regular la frecuencia respiratoria de un paciente que se encuentre en un incipiente estado de gravedad.
En ambos casos, es de vital importancia destacar la utilización de herramientas tecnológicas por parte de personas capacitadas en su uso y programación que brinden de ese modo una respuesta real a una problemática concreta, trabajando desde distintos lugares del mundo pero comunicados a través de plataformas digitales.
En la provincia de Buenos Aires, los Clubes Sociales de Innovación y las Aulas de Robótica han dejado una huella imborrable en este proceso de inserción tecnológica. Estos espacios inaugurados por el ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación provincial, hoy están produciendo muchos de los componentes necesarios para la comunidad, logrando así el objetivo de naturalizar la robótica, la impresión 3D y el trabajo entre equipos situados en lugares remotos, y señalando un camino que muchas ciudades del mundo transitan desde hace años.
Es evidente que el mundo ha cambiado a una velocidad mucho mayor de lo que pensamos y, en situaciones críticas como la que estamos atravesando, se aportan soluciones mediante el uso de las tecnologías disponibles. 
En estos casos, la sumatoria de saberes de los profesionales de la salud, la capacidad proyectual de ingenieros y diseñadores industriales y la diversificación productiva que proponen las comunidades “makers” del mundo han logrado proponer alternativas económicas y accesibles para dar respuesta a las necesidades planteadas.

(*) Diseñador industrial. Exdirector de Promoción de la Tecnología e Innovación de la Provincia de Buenos Aires

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