None
Ricardo Alfonsín fue designado embajador en España por el presidente Alberto Fernández.
COMENTARIOS

Matar al emisario

Lamento las expresiones vertidas por distintos dirigentes radicales del país sobre la decisión de Ricardo Alfonsín de ocupar un lugar en el gobierno del actual presidente de la Nación, Alberto Fernández. 
Respeto todas las expresiones que se hacen de cualquier dirigente del radicalismo, pero creo que nos seguimos equivocando, toda vez que reaccionamos de manera espasmódica frente a algún hecho aislado y evitamos contextualizar estas decisiones individuales, como una manera de seguir esquivando las decisiones de fondo. 
Las crisis de los partidos políticos no se resuelven ni se superan señalando con un dedo acusador a todo aquel que toma decisiones políticas como la adoptada por Ricardo Alfonsín. El radicalismo hace muchos años viene declinando en posiciones ideológicas y políticas de manera muy importante, o sea, confundiendo ideológicamente su razón de ser, toda vez que se tiene un mensaje con pocas definiciones. A esto, como vengo señalando desde hace algún tiempo, debemos sumarle la falta de vocación de poder, donde hasta hemos llegado a no tener candidato a presidente ni a vice. 
Creer que el problema del radicalismo se supera tan solo con mantener bajo el paraguas del padrón de afiliados a los que hoy estamos es confundir los problemas esenciales con actitudes individuales. 
Algunos dirigentes le reclaman a Alfonsín que debió comunicar a las autoridades partidarias, en verdad, esto adquiere una relevancia secundaria y tiene una cuota de cinismo puesto que el partido le hubiera dicho que no. 
Cuando algún dirigente toma decisiones como la adoptada por Alfonsín, estas deben servir como advertencia de que algo no está funcionando bien y que, más que condenar las actitudes, deben servir para que todos rápidamente nos pongamos a trabajar para solucionar una crisis que, como un goteo, viene produciéndose desde hace bastante tiempo. 
Alfonsín tan solo es un dirigente y seguramente se hará cargo de su decisión. Lo que habría que analizar es en cuánto viene disminuyendo nuestro caudal electoral si compitiéramos como lista tres. Allí podríamos advertir cuál es el grado de profundidad de la crisis. Hay que abandonar lo que tantas veces condenó Lebensohn cuando sostenía “No soy de los que cree que definirse resta”. 
Si queremos que el pueblo argentino se sienta representado en nosotros, debemos definirnos sobre los grandes temas del país y no regalarle al justicialismo posiciones que históricamente no solo ha defendido el radicalismo, sino que cuando fue gobierno las sostuvo hasta las últimas consecuencias, como por ejemplo la usura del sistema financiero, el descontrol y el saqueo de nuestros recursos naturales, una política internacional no de aislamiento pero si de firmeza y de dignidad como nación, entre otros tantos temas que el país reclama. 
Estuve en contra de la forma de cómo se llevó adelante el acuerdo en Gualeguaychú, pero a su vez participé del gobierno de Cambiemos, por lo tanto, mis expresiones no son de marginalidad ni de resentimiento, sino expresiones que llaman a la serenidad, a la objetividad y más que nada a encontrar un camino mucho más amplio e importante, que el radicalismo tiene todavía que transitar en la escena nacional. 
Creo que si reflexionamos de manera positiva sobre las demandas de la sociedad, el radicalismo sigue siendo un partido político que está en condiciones de representar a muchísimos argentinos, y sigue siendo el radicalismo además, una posibilidad de que el país tenga una propuesta de centro progresista para representar a la mayoría de los argentinos. 
Permanecer en el padrón radical es un acto de lealtad importante para todo partido, pero más importante es mantener la lealtad a la causa que nos dio origen para representar a grandes sectores de la sociedad que creo que podemos volver a ganarnos su confianza; de lo contrario solo estaremos matando al mensajero. 

(*) Diputado nacional mandato cumplido. 

COMENTARIOS