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ENFOQUE

Inflación, el problema al que ninguna política le encuentra la vuelta

La inflación continúa siendo un problema al que la dirigencia política argentina no le encuentra la vuelta.
Explica buena parte del deterioro del país en las distintas capas sociales y los gobiernos basan sus promesas en lograr una disminución de ese impacto en el bienestar de la gente.
Hoy la historia se repite, ya que 2019 cerró con un 53,8% de inflación. Un fracaso de la administración de Mauricio Macri, que prometió "derrotarla fácilmente", y de los gobiernos anteriores, que también fracasaron en ese intento.
Lo que muestra la historia es que desde 1944 hasta ahora, sólo en cinco gobiernos se registraron variaciones de precios menores a los dos dígitos.
El promedio en la última década siempre fue superior al 20% anual.
Ninguno de los gobiernos atacó males endémicos como la falta de competitividad, la irresponsabilidad empresarial en la formación de precios, falta e ineficacia de controles oficiales, y sobre todo la concentración del mercado.
En la Argentina los tres mayores fabricantes en los rubros de bebidas y alimentos controlan más del 90 por ciento del mercado. Las ventas de las tres mayores firmas abarcan el 56 por ciento del mercado de galletitas, 44 por ciento en el del arroz y 40 por ciento en yerbas.
Tres productores de pañales y tres de detergentes para ropa controlan el 94 por ciento del mercado. 
En la rubros de limpieza y alimentos, la participación de las tres mayores empresas se ubica entre el 80 y el 90 por ciento. Estas son algunas de las conclusiones a las que arribó un estudio de la consultora Focus Market. Algunas muestra de la concentración: el 80% del aceite que se consume dentro del país lo producen dos empresas, en lácteos, el 78% lo manejan dos compañías, en enlatados una sola empresa tiene la posición dominante con el 70% y el 75% del azúcar que se consume es de una sola firma.
En panificados una sola empresa tiene el 76% de la venta en la Argentina.
Hay empresas con una posición dominante en el mercado que pueden imponer precios a voluntad, no solo en artículos de primeras marcas sino también en las segundas y terceras marcas que ellas mismas fabrican.
El oligopolio permite que el manejo de precios sea discrecional, mientras que las empresas le reclaman al Estado que les garantice condiciones de total libertad de mercado.
La concentración no sólo existe en los alimentos. También en productoras de cemento, acero, aluminio, entre otras, que elevan sus márgenes de rentabilidad y precios por encima de cualquier indicador nacional o internacional.
Industrias que son clave en cualquier economía e impiden la realización de cualquier proyecto económico y por supuesto frenar los precios.
Todo esto logra que los empresarios remarquen por las dudas ante las versiones de devaluación y que los consumidores tengan un poder adquisitivo cada vez menor y una menor calidad de vida.
Lo menos que puede hacer un gobierno es defender los derechos ciudadanos de las empresas con prácticas monopólicas y atacar no los precios, sino las causas que los disparan.

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