Axel Kicillof, candidato a gobernador del Frente de Todos, recorre el interior bonaerense en busca de consolidar su caudal de votos.
PANORAMA PROVINCIAL

Los retos que afrontan los candidatos a escasos días del momento decisivo

El peronismo se relame. Cuenta los días que restan ya no para el domingo 27, sino para cuando llegue la hora del recambio gubernamental, en diciembre. Cimenta su certeza al abrazarse no solo al resultado de las Primarias y la larga diferencia que le sacó a Juntos por el Cambio, sino también a los números que maneja y que indican que, mientras el oficialismo estaría estancado en los guarismos de agosto, tanto Alberto Fernández como Axel Kicillof crecerían al menos cuatro puntos.
Toman como caso paradigmático, además, lo que ocurre en Lanús. Allí gobierna el macrista Néstor Grindetti, un alcalde al que le conceden medir bien en términos de imagen. Aseguran que recibió fondos nacionales y provinciales por 2 mil millones de pesos al año que, admiten, los invirtió en obras y mejoras para los vecinos. Pero aun así, derrapó feo en las Paso. En el PJ y también en sectores del oficialismo, sostienen que difícilmente pueda surfear la ola pintada del azul peronista. 
La explicación monocolor es que puede más en la voluntad mayoritaria del electorado una situación económica agobiante que en forma de crisis se siente con mayor dureza en el Conurbano, que la vidriera de una administración que busca afanosamente mostrarse sin la “contaminación” de la imagen mayormente negativa de Mauricio Macri.
Esa sensación bien parecida a una certeza es compartida en vastos sectores del oficialismo. Solo los más entusiastas se aferran al milagro del balotaje, pero esa rareza política sólo podría ser capitalizada por el Presidente. Para la gobernadora María Eugenia Vidal la cuesta es más empinada porque solo le sirve la victoria en octubre para mantenerse en el poder.
Unos y otros empezaron a operar bajo ese supuesto. Kicillof procura no salirse de un libreto sencillo escrito en el manual del que aquilata una victoria previa por amplio margen y que recomienda evitar cualquier derrape. También busca eludir definiciones frente a las insinuaciones de las distintas vertientes del peronismo que se alborotan por la cercanía del retorno al poder.

Cada cual atiende su juego
Axel Kicillof ni siquiera ha dado pie a una declaración con tono de petición que descerrajó su compañera de fórmula, Verónica Magario. La todavía intendenta de La Matanza dijo que no se ve en el acotado rol de presidir el Senado. Pretendería tener injerencia en el gabinete bonaerense y estaría sugiriendo algún nombre. Se habla de que apadrina a la sobrina nieta de Eva Perón y ex funcionaria sciolista, Cristina Álvarez Rodríguez.
El massismo también buscaría sus propios espacios de poder. Si bien parece descartada la chance de Malena Galmarini como ministra de Desarrollo Social, un nombre que resurgió es el del diputado provincial Ramiro Gutiérrez para el área de Seguridad. Más aún luego de que parecieran caerse las chances de la camporista y funcionaria de la comuna de Avellaneda, Cecilia Rodríguez.
Otro grupo de intendentes liderado por Martín Insaurralde busca lograr un equilibrio con el poder territorial que La Matanza podría terminar ejerciendo en el Senado. Pide la Cámara de Diputados y ofrece alternativas: un peronista clásico como el alcalde del Partido de la Costa, Juan Pablo De Jesús, o un legislador propio, pero con fuerte cercanía al camporismo como Federico Otermín. También ha puesto el ojo sobre uno de los filones bonaerenses: el Instituto de Lotería del que supo ser funcionario en tiempos de Eduardo Duhalde. Algunos alcaldes K buscarían el ministerio de Infraestructura y nombran a Jorge Ferraresi, pero se comenta que el jefe comunal de Avellaneda preferiría quedarse en su distrito.
Embarcada en la ilusión de empujar la proeza de dar vuelta el resultado de agosto, Vidal se arremanga para afrontar lo que resta de la campaña y el desafío de evitar la dispersión de la tropa que todavía abreva en el oficialismo. En ese rol dual se debate la mandataria: tracciona de un carro extremadamente pesado y al mismo tiempo mira su futuro político, acaso, fuera del poder, pero con una imagen que le permite ser optimista en cuanto a su futura influencia.
Aunque pareciera contradictorio, un objetivo va de la mano del otro. La Gobernadora está frente a un desafío titánico del que quizás pueda salir medianamente fortalecida aun en una hipotética derrota. Le serviría para liderar un armado opositor junto a Horacio Rodríguez Larreta y dirigentes del radicalismo triunfantes en sus provincias. La hoja de ruta de Vidal empieza a marcar cada vez con mayor énfasis ese camino.