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MARKETING APLICADO

Disculpas públicas

Marketing político y vergüenza ajena.

Vinculado con el intercambio de productos y servicios, el marketing es una herramienta fundamental para organizar la oferta y demanda, desarrollar valor agregado y generar fuentes de empleo. Por fuera de estas aplicaciones, algunas circunstancias de mi profesión me generan vergüenza. 
No quiero ser “más papista que el papa” pero considero que estamos atravesando un límite y, más allá del análisis sobre la eficacia o la posibilidad de ganar dinero, debemos profundizar en los medios utilizados y en el daño que nos generan como sociedad. 
Salvo algunas excepciones, hoy las campañas son el fiel reflejo de una realidad social y cultural que se retroalimenta en una dinámica similar al cuento del “huevo o la gallina”. No tengo claro si los enunciados son consecuencia de una disminución de nuestra capacidad colectiva de interpretación o si en realidad se trata de un vacío de contenido de nuestros futuros representantes. 
El resultado es lo que vemos, una ausencia total de “tacto” para definir el tono de las comunicaciones. Una especie de celebración masiva con jingles de mal gusto y registros de políticos en situaciones cotidianas transformadas en verdaderas epopeyas: sí, son personas, como vos y yo. Tocan el timbre, tienen un perro, les gusta el fútbol, tienen la delicadeza de comprar naranjas en la ruta y caminan por la calle. Eso es lo que comunican. 
Si bien la ética debe estar siempre presente, en las campañas políticas debería ser ley y eso motiva la columna de hoy. Sumado a la necesidad de contar con la información del origen de los fondos para evitar condicionamientos posteriores, entiendo fundamental desarrollar una legislación que regule y estandarice las campañas en un marco netamente informativo y desprovisto de cualquier estímulo accesorio a lo que concretamente necesitamos saber para elegir. 
Insisto con una diferencia fundamental entre el marketing y la propaganda siendo esta última de aplicación fundamental para el destino de nuestro país. Acaso todos los actores debemos influir o reclamar presupuestos más austeros, discursos llanos y promesas de cumplimiento efectivo contra penas concretas. Quizá sea un comienzo, una forma de conocer los planes de trabajo y acciones o en todo caso nos evitaremos esta sensación de “vergüenza ajena”. En nombre del marketing, les pido disculpas.

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