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Hay un rumbo que se mantendrá, y en el que Macri y Pichetto concuerdan 100%
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Pichetto, el flamante compañero de Macri, y la estrategia de incomodar al kirchnerismo

Buscará exponer las diferencias entre Cristina y Massa, mientras la oposición define los pasos a seguir el Día de la Bandera.

El kirchnerismo no entiende a qué juega Pichetto. Y si no consigue decodificarlo con rapidez, se va a pasar toda la campaña repudiando sus declaraciones extremas, pero a la vez siendo funcional a esa mirada que, por naturaleza propia y excesiva corrección política, el PRO macrista no podría expresar pese a que, en el fondo, coincide profundamente con el pensamiento de su electorado.
Cuando Pichetto afirma que el kirchnerismo lleva a un comunista de candidato a gobernador bonaerense, en referencia a Axel Kicillof, no hace más que reflotar la vieja pelea entre la derecha y la izquierda del peronismo. Esa confrontación, que se mostró descarnada cuando Perón echó de la Plaza de Mayo a los “imberbes” de la juventud montonera, no se saldó nunca en la política real.
Por eso el PJ pudo gobernar con Menem a la derecha y con Cristina a la izquierda. Tuvo también intentos por el centro, con Duhalde y el primer Kirchner, formados en la lógica “atrapa todo” del peronismo fundacional. La euforia de los mercados tras la designación de Pichetto en la fórmula con el presidente Macri se explica en la memoria que esos sectores tienen de la década del ´90.
Esto es, un peronista que puede contener a su propio partido –como lo hizo el riojano al final del siglo pasado- y llevarlo a posturas que históricamente combatió. Para los operadores de Wall Street y de los fondos de inversión, esa es una garantía superior a la que puede ofrecer un presidente como Macri. El mérito del actual mandatario consiste en haberlo comprendido.
Por esto, el efecto político y económico que consigue Macri con el nombramiento de Pichetto es mejor que el que hubiera logrado siguiendo la lógica marketinera del asesor Durán Barba –una mujer del PRO que humanice al Presidente- o la presión interna de Cambiemos, que ejercieron los radicales para encaramarse en la fórmula. Pero que no hubiera sido festejada por los mercados.
La baja pronunciada del riesgo país, la suba de los bonos y el dólar planchado fueron tres claros indicadores al respecto. Un cuarto elemento debe ser apuntado: la algarabía que mostraron sin tapujos los empresarios reunidos en el Precoloquio de IDEA que sesionó en Neuquén, un lugar simbólico dado que Vaca Muerta es considerada la llave maestra para el desarrollo nacional.

Pragmatismo vs. discurso
El pragmatismo con el que decidió Macri la designación de Pichetto se llevó puesto el discurso previo del Gobierno, que trasuntó anti-peronismo al remarcar que la Argentina entró en fase de decadencia hace 70 años. En el plano económico, la inflación –más del 50% acumulada en el último año- permite inferir que en el país no se encuentra una salida.
De hecho, estos niveles de inflación no se registraban desde 1991, tras los coletazos de la hiperinflación de Alfonsín que el Gobierno menemista no pudo conjurar al comienzo de su gestión. La incorporación de Pichetto al oficialismo –ahora Juntos por el Cambio- también supone un reconocimiento de que la economía en la era Macri no estuvo a la altura de las circunstancias.
El Presidente ya había empezado a digerir esa realidad cuando aceptó la implementación de medidas favorables al consumo, empujada por sectores aperturistas como los radicales y la dupla del PRO Vidal-Larreta. Esa hendija que se abrió en el plan ortodoxo fijado por el FMI y ejecutado por Dujovne, se profundizará en los próximos meses con líneas de crédito, cuotas y promociones.
Pero más allá de las urgencias electorales del Gobierno, en el fondo hay un rumbo que se mantendrá y en el que Macri y Pichetto concuerdan 100%: la apertura de la economía al mundo y el alineamiento con los Estados Unidos.
Lo real es que el Presidente se puso en el centro de la escena y dejó de lado a los ultras del PRO. Lo previsible es que profundice el acercamiento a dirigentes peronistas. Cada vez más el PRO subrayará que en las próximas elecciones no se elige entre dos frentes y que lo que se juega es todo el sistema. Por eso en el oficialismo celebraron las declaraciones de los jueces de la Corte en defensa de la independencia del Poder Judicial, ante los dichos de Cristina y Alberto Fernández.
El peronismo kirchnerista reaccionó con incomodidad frente a la “traición” de Pichetto, a quien no suponían capaz de irse del PJ porque siempre fue un dirigente orgánico y obediente a las órdenes del jefe de turno. Tanto fue así, que en 2008 quedó como un “villano” de la política en la sesión del Senado en la que Julio Cobos saldó la “guerra gaucha” con aquel peculiar “voto no positivo”.

Entre Sanz y Urtubey
Pero ya con 68 años, Pichetto no dudó un segundo cuando Macri lo llamó por teléfono para proponerle ser su compañero de fórmula. Algo le habían sugerido los radicales Ernesto Sanz y Gerardo Morales el día anterior, cuando fueron al Senado a sondearlo para ampliar Cambiemos. El propio Sanz había declinado un ofrecimiento idéntico y entonces Macri fue por el lado del PJ.
Tanto es así, que un par de semanas atrás tentó a Urtubey, el gobernador de Salta que le respondió negativamente y finalmente terminó como compañero de fórmula de Roberto Lavagna en Consenso Federal, con el que buscarán que la Tercera vía no se diluya en la polarización. Macri ya tenía en mente que la ampliación de Cambiemos debía ser con sectores del peronismo no K.
En esa estrategia el Presidente incluyó a Pichetto, Urtubey y Schiaretti, el gobernador de Córdoba, pero nunca contempló a Sergio Massa, porque la relación personal entre ambos se deterioró en forma ostensible en los últimos dos años. El líder del Frente Renovador fue adoptando una postura cada vez más opositora, siguiendo los consejos de su asesor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí.
El acercamiento de Massa al kirchnerismo obedeció entonces a una conjunción de elementos políticos: la idea de que la “avenida del medio” se convirtió en un callejón sin salida; el diagnóstico común de que el rumbo económico no le sirve a la mayoría de los argentinos; y la necesidad de la tropa massista de sobrevivir en términos políticos, lo que no estaba garantizado sin el acuerdo.
Ese mar de fondo ya se registraba en el massismo cuando Lavagna irrumpió con una candidatura inesperada. Su hijo Marco se fue con él y también Luis Barrionuevo, el líder de los Gastronómicos que durante años apoyó a Massa. Hacia el final, cuando el acuerdo con el kirchnerismo ya era un hecho, le siguió los pasos su esposa Graciela Camaño, lo que golpeó al tigrense en lo personal.
Sin embargo, desde que Cristina puso a Alberto Fernández al frente de la fórmula, Massa entrevió que estaban dadas las condiciones para volver. Pero no como un dirigente aislado, sino como el jefe de una fuerza que iba a aliarse con el PJ kirchnerista. Por eso las negociaciones fueron arduas y llegaron a fastidiar a Alberto Fernández, que las delegó en Máximo Kirchner y Wado de Pedro.

Lista de unidad o PASO
En ese clima recargado alumbró el Frente de Todos, que podría anunciar sus candidatos el jueves 20 de junio, el Día de la Bandera, si es que Alberto, Cristina y Massa se ponen de acuerdo en una lista de unidad o en competir en las PASO, como pretende el tigrense. Tras esa definición, la pelea con el oficialismo será frontal.
La incorporación de Pichetto confirma que Macri dejó atrás la estrategia de ir de menor a mayor –en escalada entre las PASO, las generales de octubre y el ballotage- para competir de frente desde el primer turno electoral. De no hacerlo así, afrontaba dos riesgos enormes: perder en primera vuelta; y que la economía se dolarice ante la inminencia del regreso del kirchnerismo.

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