Mauricio Macri debe ampliar el apoyo que muestran las encuestas para aspirar a competir en una segunda vuelta.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Macri, forzado a ampliar Cambiemos ante el inminente acuerdo de Massa con Cristina

Sin margen para mantener el “purismo” del PRO, el Presidente encara negociaciones clave con la UCR y peronistas moderados.

El subsuelo de la Casa Rosada era una romería de funcionarios argentinos y brasileños, empresarios acostumbrados al lobby a ambos lados de la frontera y algunos pocos dirigentes opositores, que se aprestaban a degustar un roll de centolla fueguina y un bife de lomo en el almuerzo de agasajo que Mauricio Macri ofrecería a Jair Bolsonaro. Los presidentes tardaron un rato en bajar al museo, que fue acondicionado en el segundo mandato de Cristina Kirchner.
En ese interín hubo conversaciones de todo tipo, aunque el tema que las monopolizaba no era la relación bilateral con Brasil, sino la política doméstica. Media hora antes, el propio Bolsonaro se había atrevido a pedirle a los argentinos que votaran por la reelección de Macri. Así que de ahí para abajo, las delegaciones se sintieron habilitadas a hablar en la misma sintonía. “Que Massa se quede con los peronistas”, se le escuchó decir entonces a un empresario amigo del Presidente.
El autor de la frase fue Nicolás Caputo, considerado un “hermano de la vida” por Macri. El tono de su voz reflejó el clima político que se respira en el Gobierno ante la inminencia de un acuerdo electoral entre el kirchnerismo y el Frente Renovador massista, que se seguía negociando este mismo fin de semana. A diferencia de otros sectores de Cambiemos, Macri y la mesa chica de la Rosada nunca tuvieron una buena opinión de Sergio Massa. Y ahora confirman sus sospechas.
En los despachos del primer piso de la sede gubernamental se acuñó el mote de “ventajita” con el que se etiquetó a Massa tras un análisis de los “focus group” del asesor Durán Barba. Y siguieron con recelo cualquier contacto de dirigentes oficialistas con el tigrense: desde la gobernadora María Eugenia Vidal, pasando por el jefe de Diputados Emilio Monzó, hasta radicales como el mandatario jujeño Gerardo Zamora, recibieron comentarios desde la Jefatura de Gabinete.
La relación política y personal entre el presidente Macri y Massa se deterioró ostensiblemente en los últimos dos años. En la Casa Rosada primó la tesis del “purismo amarillo” tras la victoria electoral de 2017, algo que restó margen de maniobra a los funcionarios que pugnaban por una apertura de Cambiemos hacia sectores opositores, con el objetivo de aislar a Cristina Kirchner. Esa actitud también tuvo consecuencias negativas en la convivencia del PRO con sus socios radicales.

La justificación de Massa
La caída de la imagen presidencial, como consecuencia de la crisis económica que se fue profundizando, fue al mismo tiempo un elemento con el que Massa –siempre atento a las encuestas- fue justificando su distanciamiento de Macri y el posterior restablecimiento del contacto con dirigentes del kirchnerismo que desde comienzos de este año empezaron a convocarlo de forma desembozada. “Si viene con nosotros, será jaque mate”, repetían.
La respuesta que en privado les daba Massa fue siempre la misma: “No hay chances si Cristina es la candidata”. Una decena de intendentes del PJ bonaerense atestigua en forma coincidente. Y hubo dirigentes conscientes de esa situación, como Felipe Solá, Agustín Rossi y Daniel Scioli que se anotaron como prendas de unidad. Hasta que la ex presidenta sorprendió a todos y designó como candidato a Alberto Fernández. “Ahora te toca mover a vos”, fue el mensaje para el tigrense.
Massa ya se había embarcado en Alternativa Federal, pero la subrepticia aparición de Roberto Lavagna en el ring electoral perjudicó el armado de la Tercera Vía porque en ese espacio -distante del Gobierno y del kirchnerismo- no fueron capaces de llegar una síntesis programática ni en torno a las candidaturas. Entonces Juan Schiaretti y Miguel Pichetto tuvieron gestos favorables a Macri, Juan Urtubey lo recibió en Salta junto a Isabel Macedo y Massa empezó a pegar el portazo.
El Congreso del Frente Renovador que sesionó en Parque Norte le dejó las manos libres para encarar una negociación con el kirchnerismo, que aún no está finalizada: mientras Alberto Fernández se mostró dispuesto a que Massa compita en las PASO como precandidato a presidente, Cristina quiere que el tigrense decline la postulación a cambio de ceder lugares propios en las listas de diputados nacionales y legisladores de la provincia de Buenos Aires.
La divergencia de la fórmula F-F no es menor para Massa, porque se encuentra ahora ante la necesidad de justificar ante la sociedad –y especialmente a sus votantes- su acuerdo con la Unidad Ciudadana sin por ello perder identidad como referente político, que construyó desde 2013 cuando derrotó al propio kirchnerismo en territorio bonaerense. En ese tren, divulgó ayer un documento en el que detalló las “bases para una gran coalición opositora, plural y amplia”.

Macri, de menor a mayor
Tal como lo blanqueó “Nicky” Caputo, Macri cree que Massa jugará con el Frente Patriótico que arma el kirchnerismo para disputarle el poder central este año. Entre sus amigos y aliados, el Presidente avisa que podría perder las PASO de agosto, pero asegura que su candidatura se fortalecerá en las elecciones generales de octubre y vencerá en el ballotage de noviembre. Aunque en Cambiemos hay dirigentes que, en voz baja, manifiestan serias dudas al respecto.
“La fórmula F-F tiene hoy 36/37 puntos de intención de voto. Si se suma Massa, podría superar los 40. Para Cambiemos es fundamental no sacar en las PASO menos de 30 puntos, porque de otro modo hay riesgo de perder en la primera vuelta de octubre”, analizó un importante diputado oficialista. Para que una fórmula se imponga sin necesidad de ballotage, debe obtener el 40% de los votos y una distancia del 10% con la segunda; o superar directamente el 45% de sufragios.
En este marco, Macri debe ampliar el apoyo que actualmente le muestran las encuestas, pese a que tuvo en las últimas dos semanas una leve mejoría, esencialmente a raíz de la estabilidad del dólar. Por eso, la selección de su compañero/a de fórmula no será un hecho menor. En el PRO siguen pensando que debería ser una mujer, pero esta vez de la UCR. La vicegobernadora mendocina Laura Montero y la diputada nacional bonaerense Karina Banfi están en la mira.
Las negociaciones entre la mesa chica del Gobierno y los radicales están en desarrollo. Mañana habrá una nueva reunión en la Casa Rosada. Después de la primera, que tuvo lugar la semana pasada, en la UCR dejaron trascender que querían competir con Macri por la candidatura de Cambiemos. Deslizaron los nombres de Alfredo Cornejo, el gobernador de Mendoza y titular de la UCR, y de Martín Lousteau. Elisa Carrió no participa, pero se reservaría el poder de veto.
A su vez Ernesto Sanz, el otro miembro fundador de Cambiemos, insiste con su propuesta para darle forma a un “pacto democrático” que ya recogió una señal positiva de Pichetto, quien dijo que votaría a Macri si hubiera un ballotage contra Alberto Fernández. El senador del PJ mostró su fastidio con Lavagna y se quejó del vaciamiento de Alternativa Federal, un espacio en el que sólo queda Urtubey como candidato firme. Por lo menos hasta el momento.
Pichetto asistió al almuerzo de agasajo a Bolsonaro en la Rosada. Su nombre estuvo en boca de importantes funcionarios que empezaron a evaluar la posibilidad de convocar a un extrapartidario a la fórmula con Macri. En esa lista también estuvo Urtubey. En el macrismo hablan ahora de un “outsider” que de una idea de amplitud frente a la recomposición del peronismo. Sobre todo, porque el pacto Alberto-Cristina-Massa –con aval de los gobernadores del PJ- está al caer.