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Mauricio Macri pidió que se evalúe su gestión en base al índice de pobreza, que ahora se ubica en torno a un trágico 32%.
LA COLUMNA DE LA SEMANA

Macri, en los zapatos de Scioli

Tras la difusión de los datos relacionados con el avance de la pobreza en el país, al Gobierno probablemente le costará aún más ahuyentar esa sensación que viene cobrando cada vez más fuerza y que sugiere que ya ha fracasado en su gestión, en vísperas de los cruciales comicios presidenciales de octubre próximo.
Ocurre que el propio presidente Mauricio Macri activó la trampa en la que finalmente terminó cayendo y la que bien puede haberlo dejado malherido para afrontar la carrera electoral, cuando en septiembre de 2016 propuso "ser evaluado" en su rol de jefe de Estado en función de la evolución de los indicadores de pobreza e indigencia en el país.
Pues bien, dos años y medio después, el significativo aumento de la cantidad de argentinos pobres durante 2018, de acuerdo con datos oficiales, deja en claro que la gestión de Cambiemos ha fallado en su objetivo de tratar de reducir esta problemática y avanzar hacia una "pobreza cero", como prometía Macri durante la campaña proselitista de 2015.
Al dato de que al 32 por ciento de la población nacional no le alcanzan los ingresos para abastecerse con la Canasta Básica Total -que incluye productos no alimenticios-, se le sumó un indicador incluso más preocupante, que señala que casi la mitad de los niños menores de 14 años (el 46,8%) es pobre. Esta cifra incluye al 10,9% que es indigente.
Se trata, en su conjunto, de una generación que debería insertarse en el mercado laboral y comenzar a apuntalar el desarrollo del país a partir de cuándo, ¿en menos de 10 años? Está claro que con hambre, es poco probable que esos niños puedan formarse y disponer de los recursos necesarios para lograr una movilidad social ascendente.
El mismo Gobierno se ha aplazado en esta materia, en momentos en los que el país está sumido en una crisis que afecta en especial a la clase media y a los sectores más postergados de la sociedad, debido a una inflación que no da tregua y que a estas alturas del año supera el 50% (interanual).

Sensación de fracaso
Esta sensación de fracaso que ha venido tomado fuerza en las últimas semanas y que se han visto lógicamente robustecida a partir de la difusión de los datos sobre la pobreza en el país, supone desafíos adicionales para el Gobierno en su estrategia comunicacional con vistas a las próximos elecciones.
De todos modos, al macrismo le costará contrarrestarla, sobre todo porque la situación económica general del país lejos está de concederle un "guiño electoral" a la coalición gobernante -y en particular al jefe de Estado- en su ambición de mantenerse en el Poder al menos por cuatro años más.
Paradójicamente, se trata de fantasmas similares a los que atormentaban allá por noviembre de 2015 al candidato presidencial del kirchnerismo Daniel Scioli antes de competir en el balotaje con Macri, en el que terminaría perdiendo.
Scioli no logró sobreponerse a esa "sensación de derrota" que había provocado en aquel momento la caída de Aníbal Fernández como postulante a la Gobernación bonaerense por el Frente para la Victoria (FpV) ante la actual mandataria provincial de Cambiemos, María Eugenia Vidal, por 378.523 votos: 39,42% contra 35,28% del ex jefe de Gabinete.
Como candidato a la primera magistratura, Scioli había ganado en la provincia de Buenos Aires en octubre frente a Macri (37,28% frente a 32,80%), pero el traspié de Fernández en el principal distrito del país y emblemático bastión del peronismo generó, quizá por esas cosas que tiene la política, la impresión de que las cartas estaban echadas para el ex motonauta.
Es más, Scioli volvió a ganarle a Macri en territorio bonaerense en la definitiva segunda vuelta del 22 de noviembre de 2015 (51,15% contra 48,85%), pero aquel éxito no le alcanzó para imponerse en el balotaje y torcer el rumbo de la historia en aquella pulseada que libró contra su destino.

La sombra de Chacho
Otro de los fantasmas que atosigan por estas horas al oficialismo tiene forma de Carlos "Chacho" Álvarez, aquel tristemente célebre dirigente del FrePaSo (Frente País Solidario) que abandonó al Gobierno de la Alianza un año después de haber ganado las elecciones de 1999 como compañero de fórmula del radical Fernando de la Rúa.
Hoy, en otra paradoja del acontecer político doméstico, la sombra del "Chacho" flamea al compás de las advertencias que surgen desde un sector del radicalismo sobre la posibilidad de romper la coalición gubernamental que integran con el PRO de Macri y la Coalición Cívica de Elisa Carrió.
Uno de los que lleva la voz cantante en este sentido es el vicepresidente segundo de la Unión Cívica Radical (UCR), Federico Storani, que esta semana lanzó: "No creo que Macri sea el mejor candidato (en las próximas elecciones), por eso estoy pidiendo que nos abran las PASO".
También dijo que "no sería una locura que la UCR rompa con Cambiemos para apoyar" al ex economista Roberto Lavagna, que se muestra como una posible tercera vía entre el oficialismo y el kirchnerismo, liderado por una Cristina Kirchner que aún no está claro si jugará o no en octubre.
¿Octubre? En medio de las complicaciones que afronta el macrismo tanto puertas adentro como en la conducción del país en general, en un sector de la oposición se comenzó incluso a especular con la posibilidad de que se adelanten los comicios presidenciales de este año a causa de la crisis.
Mientras tanto, todos los gobernadores vinculados a Cambiemos desdoblaron sus elecciones previstas para 2019, con excepción de Vidal en la provincia de Buenos Aires, y además uno de ellos, el correntino Gustavo Valdés anunció que lanzará un índice de pobreza propio en su provincia.
Ocurre que de acuerdo con las mediciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en Corrientes casi la mitad de la población es pobre (49,3%, récord en el país), con un aumento de 12,5 puntos porcentuales entre el primero y el segundo semestre de 2018: estos datos afectan lógicamente la gestión de Valdés.

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