OPINIÓN

Macri en el camino de Temer

Si tuviéramos que imaginar las palabras con que los historiadores se referirán a la actual administración, seguramente será el fracaso. Con más o menos adjetivos, matizada con conceptos y caracterizaciones, no aparece definición más elocuente, más representativa de la sensación colectiva que conmueve a propios y ajenos. El fracaso estará asociado siempre a  la gestión Macri, más que cualquier otro enfoque
El ensayo de construcción de una referencia política alternativa en el Cono Sur duró muy poco y empieza a encontrar sus límites y a mostrar sus costados más negativos. Promedia el último año del gobierno de Mauricio Macri y los resultados están a la vista. 
No existe indicador que muestre alguna mejora. En absolutamente todas las mediciones de impacto, la sociedad argentina está peor o mucho peor que la que recibió la administración Cambiemos.

En todas las mediciones de impacto, la sociedad argentina está peor o mucho peor que la que recibió la administración Cambiemos.

Pasó de proyectarse como el líder restaurador de la derecha argentina a contentarse con evitar las salidas traumáticas de mitad de mandato. Hoy lo asusta y enoja la cruel imagen que le devuelve Temer: la prisión por incontables incumplimientos a los deberes de funcionario público.
Para legitimar la ilegal detención de Lula, ni dudan en encarcelar a quien fue punta de lanza del mega-ajuste y la escalada golpista brasilera; esa medida de la crueldad de la política imperial preocupa al presidente argentino, quien se aferra (casi religiosamente) al sueño de la cada vez más remota reelección.
Su imagen decrece día a día y las referencias cercanas en el espacio-tiempo oscilan entre De La Rúa y Temer. El intento fallido de derecha democrática, el sueño gorila de varias generaciones de influyentes y golpistas devino en una suerte de Guaidó, votado democráticamente pero que termina su mandato rechazado por su pueblo y sostenido por los poderes internacionales y el FMI.
El gran problema es que su creciente debilidad acompaña la debilidad de las libertades democráticas, del tejido social y de la inserción de nuestro país en el contexto internacional.
El imperio juega a la política en Latinoamérica y la casta que lo acompaña se creyó alfil; la realidad, sin embargo, los muestra como simples peones de recambio
Su plan de destrucción de los Estados nacionales encuentra su resistencia, el modelo de intervención directa surgido de las experiencias de medio oriente no termina de hacer pie en nuestro continente. El puñado de cipayos resultó frágil y las reconstrucciones populares se imponen.
La irrupción de la madeja de operadores, servicios de inteligencia y periodistas en la escena pública deja a la vista de la sociedad la fragilidad del sistema de garantías más básicas. A la peor de las variantes del clásico espía al servicio de la persecución política se le agrega la presencia impúdica de agentes tercerizados de organismos extranjeros, que solo se explican desde la teoría de una Argentina como patio trasero de América.
Se consumen las últimas semanas del mandato, las tareas sucias ya están cumplidas y todo lo que viene son malas noticias para un presidente que dio las espalda a su pueblo y hoy siente la frialdad del trato de quienes lo endulzaron. El imperio y sus embajadas buscan alternativas, los jueces apuran el paso y el sector económico por él mismo beneficiado le responde todos los días con la especulación ilimitada.
El fin de ciclo es indiscutible. Está en nuestras manos actuar con responsabilidad patriótica, articular políticas de Unidad Nacional, plantear programas de emergencia y, una vez más, iniciar el camino de la recuperación de la Patria.

(*) Senador provincial por Unidad Ciudadana.