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Mauricio Macri se regocijó codeándose con los líderes más poderosos del planeta y hasta se emocionó prácticamente hasta las lágrimas durante la gala de este viernes por la noche.
LA COLUMNA DE LA SEMANA

Consenso en un clima de tensión

En medio de tensiones internacionales al por mayor se celebró aquí en Buenos Aires la histórica Cumbre de Líderes del Grupo de los 20 (G20) número 13, que -supersticiones al margen- finalizó en forma exitosa, sin incidentes en las calles y con un documento final consensuado entre los mandatarios.
A diferencia de lo ocurrido, por ejemplo, el año pasado en la ciudad alemana de Hamburgo, donde las deliberaciones se llevaron adelante en medio de graves disturbios en la vía pública entre activistas anti-globalización y fuerzas del orden, el encuentro en la capital argentina se desarrolló sin sobresaltos a pesar de las miradas cruzadas puertas adentro entre dignatarios de la talla de Donald Trump, Vladimir Putin o Xi Jinping.
Incluso en este contexto, los líderes globales consiguieron ponerse de acuerdo en un documento consensuado que publicaron al término de la cumbre y en el que, pese a su tono protocolar y hasta "lavado" en líneas generales, se dejó constancia de los "problemas" que aquejan al comercio global, en medio de una puja que mantienen principalmente Estados Unidos y China.
La declaración conjunta, con la que el G20 buscó conformar a todas las partes involucradas en el encuentro de Buenos Aires, supone un compendio de intenciones altruistas y eufemismos que distan de un plan de acción concreto en pos de alcanzar esa serie de objetivos incluidos en el texto, desde desafíos económicos en busca de un desarrollo internacional sostenido hasta compromisos vinculados con el cambio climático, la educación, la igualdad de género y la lucha contra la corrupción.
Sin embargo, en medio de las tensiones vigentes entre Estados Unidos y China, y con Rusia generando preocupación internacional por sus veladas amenazas de entrar en guerra con Ucrania, sumado todo esto a las asperezas en la relación diplomática de Turquía con Arabia Saudita tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, un documento final consensuado bien puede considerarse como un corolario exitoso de esta cumbre porteña.
Sin ir más lejos, la última jornada del encuentro en Buenos Aires, ayer sábado, se desarrolló en momentos en los que se producían graves incidentes en Francia, durante una voluminosa manifestación de los llamados "chalecos amarillos" en contra de la gestión de Emmanuel Macron.
Por primera vez en la historia una cumbre de estas características se lleva adelante en Sudamérica, lo que de por sí también significa un dato saliente para la región en general y la Argentina en particular.
El presidente Mauricio Macri, el "padre" de esta criatura llamada reunión del G20 en Buenos Aires, se regocijó codeándose aquí con los líderes más poderosos del planeta y hasta se emocionó prácticamente hasta las lágrimas durante la gala de este viernes por la noche en el Teatro Colón.
De todos modos, la fiesta terminó también para él.
A partir de este domingo, la capital argentina comenzará a retomar su pulso habitual y Macri deberá volver a enfocar sus energías en tratar de resolver los problemas domésticos que afectan a la Argentina, vinculados especialmente con la crisis económica y una inflación galopante.

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