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Mauricio Macri trató de aprovechar la cumbre para mejorar su imagen, erosionada por las dificultades económicas de millones de argentinos y una inflación imparable.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

El G20 relanza a un Macri alicaído en la farragosa política doméstica

El Presidente se llevó el rédito por el éxito de la mega-cumbre en Buenos Aires y desplazó de la escena a la oposición, que igual mueve sus fichas de cara a 2019.

Terminó la frase con un gesto inequívoco, señalándose a sí mismo. “Esto tiene que servirnos para reforzar que estamos haciendo lo correcto”, afirmó Mauricio Macri en una sala abarrotada de periodistas nacionales y extranjeros, en una conferencia que tuvo traducción simultánea a quince idiomas. El Presidente acababa de confirmar que la cumbre del G20 finalizaría con una importante declaración, algo lavada tal vez, pero pareció mucho más interesado en hablarle a los argentinos.
“Sé que hay muchos que están sufriendo, pero todos dicen que la Argentina emprendió las transformaciones que sirven y que no hay otro camino”, remarcó Macri en su mensaje final del cónclave de escala global que organizó con éxito el Gobierno en la ciudad de Buenos Aires. El Presidente tomó así el centro de la escena en el plano local, donde por unos días le sacó varios cuerpos a la oposición, a sabiendas de que lo exceden las grandes controversias mundiales.
De hecho, la “guerra comercial” entre los Estados Unidos y China dominó ampliamente la agenda de la cumbre de los líderes más poderosos del planeta, pese al esfuerzo de los diplomáticos de otros países por no verse arrastrados en efecto embudo hacia ese enfrentamiento. El propio Macri quedó en una situación incómoda cuando Donald Trump mandó a emitir un comunicado en el que se indicó que compartía con el Gobierno argentino el rechazo a la “economía depredadora china”.
“No se usaron esas palabras”, buscó aclarar Macri sobre su encuentro con Trump en la Casa Rosada. Y agregó: “La Argentina no ve la presencia de China como una amenaza, sino como una oportunidad”. Inmediatamente se refirió a Trump como su “amigo”, con lo cual denotó su vocación por hacer equilibrio entre las dos potencias mundiales. El ministro Dante Sica lo había sinterizado más temprano: “El Gobierno tiene una posición no ideológica sino pragmática”.
El titular de la cartera de Producción y Trabajo se permitió incluso una humorada sobre la reunión de anoche entre Trump y Xi Jinping, el líder chino. “Espero que mejore el diálogo porque la pelea no favorece al comercio internacional, siempre y cuando no les caiga mal la cena”, sostuvo el funcionario. Se sabe que las reacciones de Trump pueden desacomodar al más calmo de sus interlocutores.

Los chinos y el caso Techint
China se erige actualmente como una defensora del libre comercio mundial, pero lo cierto es que sus productos no guardan equivalencias de costos con los de otros países, a lo que se suma el espionaje industrial, la falta de respeto por las patentes y muchas trabas para vender en el gigante asíatico. Aquí en la Argentina, por caso, ya existe un pleito con la empresa Techint, dado que el gigante asiático proveyó en Córdoba tubos de acero de compañías que funcionan con subsidios estatales. Claro que, ahora, la multinacional argentina estaría más preocupada por el futuro judicial de su CEO, Paolo Rocca.
El empresario viene de ser procesado por el juez federal Claudio Bonadío en la causa de los cuadernos y la compañía inició un inmediato proceso de apelación para evitar una sanción de la SEC, el organismo norteamericano de regulación de los mercados, y frenar la sangría de 1.500 millones de dólares de pérdidas por la mala noticia judicial. Algunos dicen, en los Tribunales, que Bonadío traspasó un límite en el caso de Rocca, porque Macri lo había respaldado públicamente.
Pero más allá de esas especulaciones, los aprietos que sufre ahora Techint son una muestra cabal de que el mundo está interconectado y que de poco sirve desconocer esa realidad. Macri lo puso en sus propias palabras ayer en el cierre de la cumbre del G20: “Ya no se plantean objeciones al comercio, sino que se pide que haya un comercio justo”, dijo el jefe de Estado, que también habló de la corrupción como algo que espera que “haya quedado definitivamente en el pasado”.
Por su lado, la ex presidenta Cristina Kirchner evitó enredarse en la polémica. Es más, ordenó a sus seguidores que no engrosaran las marchas contra el G20 en Buenos Aires. La senadora formó parte de este tipo de cumbres cuando era presidenta y entiende que no habría retorno entre los máximos líderes mundiales si avalara actos de violencia callejeros, como los que tuvieron lugar en Hamburgo (Alemania) el año pasado. Por eso es que las organizaciones políticas y sindicales más cercanas a la ex presidenta no movilizaron masivamente en los últimos días. Esas acciones quedaron para la ultraizquierda y los movimientos sociales, hasta Kicillof sonrió a lo grande.

La oposición mueve una ficha
Sólo los peronistas Miguel Pichetto y Daniel Scioli posaron para la foto en una de las reuniones que mantuvo el presidente Macri con delegaciones extranjeras desde el jueves. Si bien la oposición quedó relegada a un segundo plano por la magnitud del evento global, en forma silenciosa movió una ficha que no debe pasar inadvertida: el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, fijó la elección provincial para el 12 de mayo de 2019, anticipándola al calendario nacional.
Se trata de una provincia en la que Cambiemos pisó fuerte en 2015, cuando Macri llegó al poder, y en la que ahora aspira a ganar la Gobernación. Aunque una derrota a manos del peronismo federal –que encarna Schiaretti- sería un resbalón para la alianza gubernamental –en este caso del PRO y la UCR- y un envión para el PJ alternativo, ya que el kirchnerismo no tiene mucho por hacer en ese territorio. Otros gobernadores, como el misionero Pasalaqua, estarían por imitar a Schiaretti.
Macri sabe que el peronismo se está fortaleciendo en el interior del país y que Cristina sigue teniendo presencia en el Conurbano bonaerense. También lo saben el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el asesor Jaime Durán Barba, quien estuvo entre los invitados al Teatro Colón y se solazó con el llanto del Presidente tras una presentación artística que lo conmovió frente al resto de los mandatarios. Las redes sociales estallaron con los mensajes por la reacción humana de Macri.
El Gobierno comprendió, en ese momento, que el G20 podría servirle como una suerte de relanzamiento para tonificar la figura presidencial, que viene golpeada por efecto de la crisis económica y por errores de conducción política que repercuten en la interna de Cambiemos. También respiró aliviado al constatar que la cumbre no tuvo problemas ni fallas de seguridad, algo que le sumó un punto a favor a la ministra Patricia Bullrich, cabeza visible de los operativos.
Más allá de las falencias como las que llevaron al presidente francés Emanuel Macron a saludar a un señalero de pista en Ezeiza porque Gabriela Michetti llegó tarde a la recepción, la cumbre dejó una buena impresión en las delegaciones extranjeras. Y aunque los asuntos tratados no se reflejan en el día a día de los argentinos, Macri pudo sacarle rédito político al G20 y demostró, una vez más, que en las relaciones internacionales se mueve mejor que en la farragosa política doméstica.

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