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Mauricio Macri, en un clima político enrarecido, asistió al acto por la desaparición del ARA San Juan justo un día antes del hallazgo del submarino.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

En Cambiemos ensayan una explicación para el andar errante que tiene el Gobierno

Afirman que Macri perdió sintonía con dirigentes que fueron clave para el PRO: de la sanción del Presupuesto al golpe opositor en la Magistratura.

El intendente se acomoda en el sillón de su despacho y lanza un resoplido, que aprovecha para pensar la definición que está por dar. “El esquema original del PRO era este: Marcos (Peña) definía la estrategia, Horacio (Rodríguez Larreta) dirigía la gestión y Emilio (Monzó) construía la política”. El jefe comunal de Cambiemos da a entender que Mauricio Macri le sacó provecho a ese tridente para posicionarse como presidenciable cuando era alcalde porteño.
El intendente, que tiene asiento en el Conurbano, no concluye su reflexión, pero tampoco hace falta: junto a Macri, ahora que es presidente, ya no están Larreta motorizando la administración, ni Monzó articulando la política. Queda Peña trazando la estrategia, que por el momento consiste en mantener la polarización con el kirchnerismo, enrostrándole sus múltiples causas judiciales y fijándolo en el pasado al que no se quiere volver.
Pero la gestión del Presidente tuvo muchas dificultades desde el comienzo. Y no sólo por la dimensión de la “herencia recibida”, sino también por el formato que Macri otorgó al Gabinete, sin un ministro de Economía con funciones plenas y con secretarios de Estado que, en los hechos, estaban por encima de los ministros. Mario Quintana ya no está más en el Gobierno, pero Gustavo Lopetegui volvió a aparecer en las reuniones de Gabinete.

Sucesión de dudas
Las señales confusas se reiteran: ahora que Jorge Triaca anunció su salida de la Secretaría de Trabajo –que fue Ministerio hasta la última crisis del dólar- nadie ocupará el cargo. Se infiere de ese modo que Dante Sica absorberá la cartera, que se unificará con Producción. Pero no todo se puede ver desde la formalidad del organigrama.
En otro despacho ubicado a no más de diez kilómetros de ahí, Emilio Monzó decidió que no seguirá perteneciendo a Cambiemos desde el 10 de diciembre de 2019, cuando vencerá su mandato como diputado y el de Macri como presidente. Ante sus colaboradores de mayor confianza, justificó su postura de este modo: “Como los jugadores que se quedan dos torneos sin jugar, ya tengo el pase libre”, dijo apelando a la retórica futbolera.
De acuerdo a los que lo frecuentan con asiduidad, Monzó luce desencantado con el rumbo que adoptó la presidencia de Macri. No parece ser, en su caso, el comportamiento de alguien herido en su ego político, ni movilizado por la voracidad del poder. De hecho, tampoco sale a expresar públicamente su desánimo: “El mejor aporte que puedo hacer es el silencio”, reflexiona en tono melancólico. Y les pide a sus seguidores que lo acompañen al llano.
Monzó es uno de los convencidos de que la economía no va a reaccionar en V luego de la recesión, ya que 2019 será un año electoral y eso “suele sumar incertidumbre”. A su vez, el ministro bonaerense Hernán Lacunza estimó en una reunión de Gabinete ampliado que “será una mezcla de V y U, pero no será en L”. Éste último sería el peor escenario para Cambiemos: tener que afrontar las elecciones con una economía que no dé muestras de reactivación.
También hay diferencias con los tiempos de la recuperación: mientras el Gobierno nacional piensa que arrancará en abril, varios meses antes de las PASO, en la oposición advierten que no llegaría antes de junio. Esa es la visión de dirigentes moderados como José Urtubey, hermano del gobernador de Salta y miembro del Consejo Directivo de la UIA. Los opositores más duros, en cambio, mantienen sus pronósticos apocalípticos.

Números que asustan
Y se basan en los números del Presupuesto 2018 que fueron largamente superados por la realidad. Acá van algunos de ellos: el PBI iba a crecer 3,5%, pero caería 2,5%; la inflación estaba calculada en un 15%, pero ya acumuló un 39,5% en diez meses; el dólar estaría cercano a los $20, aunque ahora cotiza en $37; el consumo crecería un 3% y sin embargó cayó 1,6%; mientras que la relación entre la deuda externa y el producto se proyectaba en un 38% y acaba de trepar a un preocupante 80%.
Sin embargo, el oficialismo consolidó alianzas parlamentarias para que se aprobara el Presupuesto 2019. Influyó para eso la buena sintonía que lograron el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el jefe del bloque de senadores del PJ, Miguel Pichetto; éste último al costo de perder dos legisladores –los tucumanos José Alperovich y Beatriz Mirkin- en la bancada federal. Pero, aun así, entre oficialistas y aliados le sacaron casi 20 votos a los opositores en la Cámara alta.
Desde su banca, Cristina Kirchner hizo un intento por sumar masa crítica entre los opositores, con el discurso mejor articulado desde que dejó el poder en 2015. Hasta citó a Juan Domingo Perón, a quien no invocaba cuando era presidenta. La senadora por Buenos Aires inició una política de seducción a dirigentes que se le habían alejado, en buena medida por su escasa disposición al diálogo. Uno de los que entró en esa ronda fue el senador y cineasta Pino Solanas.
También indicó a sus seguidores que hablen con Sergio Massa. Así se gestó el amplio acuerdo opositor para quedarse con cuatro de las seis sillas que tiene el Congreso en el Consejo de la Magistratura. Claro que, previamente, el líder del Frente Renovador tuvo que convencer a los gobernadores del PJ –con ayuda de Pichetto- para que se sumaran a esa movida conjunta. En la Casa Rosada llamó especialmente la atención que el cordobés Juan Schiaretti diera su aval.
Aunque la zanahoria fue grande: el diputado Martín Llaryora, ex vice de Schiaretti, compartirá el mandato con la massista Graciela Camaño. Un consejero actual deslizó que el oficialismo “va a estar muy justo con la mayoría” y deberá negociar “tema por tema” en el organismo que tiene entre sus funciones la designación y remoción de los jueces, algo determinante para el Poder Judicial. Y también para la política, sobre todo en un año electoral como el que se viene.

Más preocupaciones
Mientras se registran estos enjuagues institucionales, el país entra en la recta final y culminante de su mandato al frente del G20, a la que le aguarda nada menos que la cumbre de los líderes más importantes a nivel global en Buenos Aires, dentro de sólo dos semanas. En forma coincidente, se activaron supuestos grupos que se presentan como anarquistas que intentaron poner bombas en el cementerio de la Recoleta, en la tumba de Ramón Falcón- y en la casa del juez federal Claudio Bonadío.
También fueron detenidos dos hermanos acusados de pertenecer al grupo fundamentalista Hezbollah, en coincidencia con la reforzada presencia de servicios secretos extranjeros en el país. La exposición de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, será en este contexto cada vez mayor. Y pese a declaraciones polémicas, luce preparada para afrontar el desafío, a diferencia de lo que se evidenció con su par de Defensa, Oscar Aguad, tras el hallazgo del submarino ARA San Juan.
El nivel desparejo de los ministros es un reflejo, en definitiva, del andar errante del Gobierno.

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