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En el Gobierno confían en una desaceleración de la inflación, pero preocupa el ruido político

Con los interrogantes abiertos, el programa económico acordado con el Fondo Monetario Internacional estaría alcanzando una de sus metas: la devaluación del peso está provocando un fuerte cambio en los precios relativos. Es decir, abaratando el mercado interno en dólares, los salarios y otros costos internos, y mejorando la competitividad de las exportaciones. Los índices de precios difundidos por el Indec de septiembre, además de mostrar la aceleración de la inflación en los últimos tres meses, dan indicios de estos fuertes cambios relativos. En el Gobierno agregan otro dato. El ministro Nicolás Dujovne aseguró la última semana que se estaría produciendo una desaceleración de la inflación. En otras palabras, que el traslado del dólar a los precios internos, según el funcionario, estaría estabilizando hacia abajo. De allí a tranquilizar los mercados, falta bastante y las expectativas son contradictorias.
Una versión menos optimista, atribuye el menor traslado a precios del dólar a la tasa de interés, que por lo menos continuará por encima del 60% para los bancos hasta fines del 2018. Se trataría de una represión coyuntural de la inflación por la recesión que volvería cuando se haga insostenible prolongar los actuales niveles de tasas de interés. La otra cara, sería la previsión de Dujovne: si se confirmara, la inflación estaría acercándose a una tasa mensual del 2% hacia fin de año, un objetivo que le permitiría al Gobierno imaginar una salida menos cruenta de la recesión actual.
El dólar estaría hoy en un nivel similar a otros momentos en los cuales existió superávit gemelos, fiscal y de la cuenta corriente, según un trabajo de la Fundación Mediterránea, en valores comparables al 2007. Y los salarios en dólares se estarían acercando al de otros países de la región. Para la industria, continuarían alrededor de 42% por encima de Brasil, pero mucho menos que en el 2015, año que los superaban en 190%. En el caso de otras actividades de servicios, los salarios en dólares para trabajadores de hoteles o restaurantes estarían hoy por debajo de los vigentes en países limítrofes como Uruguay o Chile.

Además de la viabilidad o no del programa económico que financia el Fondo Monetario, existen otros condimentos políticos que, sin dudas condicionan la salida de la crisis.

De cualquier manera, estos datos son por el momento una foto y no la película completa. Además de la viabilidad o no del programa económico que financia el Fondo Monetario, existen otros condimentos políticos que, sin dudas condicionan la salida de la crisis. El principal obstáculo político sería el horizonte de incertidumbre más allá de octubre del 2019, cuando ocurran las elecciones presidenciales. Los negocios y las finanzas ven allí un enorme interrogante: ¿quién sería el ganador y que haría con la economía? El temor mayor, sin duda, es el regreso de Cristina Kirchner al poder a través de una elección, y el segundo que regrese el peronismo, en una alianza que contenga a sectores del kirchnerismo.
Las alquimias políticas que presenta el oficialismo, adicional a las proyecciones que realizan algunos analistas en base a distintas encuestas, arrojan resultados adversos a la ex presidenta. Los escenarios propuestos suponen que Cristina Kirchner no podría volver, debido al alto grado de rechazo social. De cualquier manera, se trata de proyecciones no fórmulas matemáticas exactas. Aunque estos temores políticos son más amplios. En la coalición oficialista existe demasiado ruido con los aliados radicales y con los seguidores de Elisa Carrió. Un efecto que podría esperarse, aunque la crudeza de la crisis hubiera requerido para los empresarios, una mayor unidad del oficialismo. Que también da señales contradictorias para el 2019, entre sus principales referentes, la gobernadora Vidal, el jefe de la Ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta y el mismo Macri.
El peronismo “dialoguista” que aspira a regresar también representa un jeroglífico para los empresarios. La cantera de candidatos del PJ dispuestos a competir por la presidencia, arrastran la herencia K con poco para diferenciar. Los esfuerzos para separarse de la ex presidenta son significativos, pero poco efectivos. La desconfianza sigue muy firme en el exterior con el peronismo, que es identificado con las distintas versiones del populismo. La declaración de Sergio Massa en EE UU anticipando una revisión del acuerdo con el Fondo Monetario, parece confirmar esos temores. Aunque en ese sector de la dirigencia de la oposición, otros consideran que sin un respaldo externo que sostenga a la Argentina más allá del 2019, el default de la deuda y una crisis mayor, estarían a la puerta de su gestión.
Estas especulaciones a futuro, tienen hoy un impacto muy concreto. Las inversiones siguen retrasadas y esperando que cambie el escenario político. Un error del Presidente, aunque es extensible al resto de la política, era imaginar que lloverían inversiones del exterior luego de la derrota del kirchnerismo. Nada de eso ocurrió y, al contrario, resurgieron las dudas con el gradualismo económico, que aumentaba la exposición y el endeudamiento de la Argentina. Y ahora se suma otro nuevo cambio mundial, con un flujo de inversiones externas que cayó 40% en la primera mitad del año, debido en parte a los cambios impositivos de la administración Trump. ¿Cuál será entonces los vientos políticos que logren devolver atractivo a las inversiones en la Argentina?.

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