A diferencia de Juan Azpelicueta quiero empezar esta nota de respuesta a la suya del 8/9/18 titulada "Desaparecidos virtuales (¡No son 30.000!)", diciendo quién soy y desde qué lugar escribo. Digo que es desde la política, porque ese el sustrato de esta nota y de la que estoy respondiendo.
Soy peronista desde que participé de la campaña Luche y Vuelve, en 1972, e integré la Juventud Peronista que, según Azpelicueta, “secuestraba, mataba gente y robaba bancos con el objetivo de pedir rescates o para eliminar rivales políticos” (...) “y buscaba derrocar el gobierno constitucional”.
Integro organismos de derechos humanos a los que él llama “partidizados, e ideologizados”. También orgullosamente me siento parte del kirchnerismo que dio doce años de bienestar a millones de argentinas y argentinos.
Creo que Azpelicueta debiera decir desde qué lugar habla, porque ser ex Juez Federal es solo fachada. Los jueces federales son funcionarios designados desde la política, y la política no es objetiva como tampoco lo es la historia y tampoco la memoria, aunque quiera presentarlas desde un lugar neutral. No es el revisionismo histórico lo que alienta a Azpelicueta, sino la intencionalidad política de negar el exterminio perpetrado por un sector que él admira.
Voy ahora a lo que Azpelicueta presenta como el problema principal: demostrar que es falsa la consigna “Son 30.000”.
La consigna Son 30.000 para la mayoría de la/os argentina/os representa las luchas sostenidas por años para que no queden impunes los que cometieron delitos tan graves que ofenden a la humanidad.
Es obvio que cuestionar los 30.000 encubre la intención de degradar la relevancia que tuvieron en el gobierno anterior las políticas de DDHH. Sitios de memoria, investigaciones, causas judiciales, etc. (acciones que están casi paralizadas en el gobierno de Cambiemos, justamente porque sus principales referentes -Lopérfido, Gómez Centurión, Macri- entre otros comparten los dichos de Azpelicueta).
Detrás de la táctica de negar los 30.000, esquiva la importancia de la lucha contra la impunidad que ha caracterizado a la sociedad argentina, destacada en el mundo entero por sostener la búsqueda de justicia ante delitos gravísimos. Ya no es una cuestión de política interna, es el mundo el que reconoce la atrocidad de la dictadura cívico militar. El negacionismo de Azpelicueta es igual de grave que negar el genocidio de 6 millones de judíos.
Este ex juez federal está ocupado (lo hace por tercera vez en el mismo diario bajo la forma de nota de opinión) en cuestionar el número de las víctimas. ¿Quiénes se han ocupado por ese número? Personas que intentan denostar los procesos de juzgamiento por los que Argentina se destaca en el mundo. ¿Qué tipo de ex juez es este señor, que solo se ocupa de cuestionar el número, la militancia de los 70, y a las organizaciones de DDHH? ¿No le preocupa que, a pesar de la ley, actualmente los procesos judiciales estén mediáticamente invisibilizados, como si se hubiera generado una indiferencia social?
La persistencia en negar los 30.000, tratar de secuestradores, ladrones y asesinos a la juventud de los 70, de imperativo atávico de venganza a los familiares y organismos de DDHH, desmerecer esas luchas de cualquier manera, ¿no las equipara y reduce la valoración social negativa a los genocidas?; y desde ese lugar, ¿no trata de clausurar la búsqueda de justicia? ¿No oculta que aún hay genocidas cruzándose por las calles de Junín con sus víctimas?
¿Sabrá Azpelicueta que en su ciudad quedaron pruebas en la llamada causa residual a partir del juicio oral finalizado en 2015, de delitos contra la integridad sexual, secuestros, torturas y desapariciones? ¿Sabrá que padres, madres, hermanos han fallecido esperando saber dónde están enterrados sus familiares? ¿Sabe (seguramente sí, por compartir la época) que parte de la sociedad civil y la Justicia silenció estos hechos? ¿Qué opina él?
¿Sabe que en las audiencias públicas en Junín tuvimos la clara vivencia de que hubo un cambio traumático radical en las vidas de cientos de juninenses en ese tiempo en que se marcó, secuestró, torturó, violó y asesinó a quienes fueron elegidos para ese horror? ¿Sabe que mayoritariamente la población permaneció en silencio?
Mire Azpelicueta, el genocidio lo vivimos todos, y es padecido aún por juninenses y argentinos que esperamos justicia y reparación. No se trata de números, se trata de que aniquilaron con saña para silenciar e imponer un modelo económico y social distinto. Un modelo de personas individualistas, preocupadas por consumir, comprar dólares, competitivas, insensibles y con mucho odio.
Por eso, aunque algunos, como usted, se empecinen en contar los muertos como desde afuera, somos muchos los que seguiremos diciendo "Son 30.000", para que no se repita. ¡Son 30.000! ¡Memoria, Verdad y Justicia! ¡Verdad y Justicia por Santiago Maldonado!
(*) Concejal por Unidad Ciudadana
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