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La mayoría de los sindicatos se siente a gusto con el arzobispo Víctor Fernández, lo perciben cercano a sus reivindicaciones.
PANORAMA PROVINCIAL

Los mensajes que le llegaron a la Gobernadora tras la visita de los gremios a la Catedral

Víctor Manuel Fernández se hizo cargo hace casi tres meses del arzobispado de La Plata, poniendo  punto final a una larga misión pastoral de Héctor Aguer. “Tucho”, como también se lo conoce al jefe de la Iglesia local, es un hombre muy cercano al Papa. Tanto, que fue el escriba de la mayoría de los documentos que produjo Francisco.
Su designación supuso, además, un cambio en el perfil ya no sólo en la forma de conducción de la Iglesia sino de la manera de relacionarse con su comunidad. Más cercana a los sectores más postergados de la sociedad; más lejana al perfil un tanto más conservador que ofrecía Aguer.
Si hay un obispo que pondera y escucha a María Eugenia Vidal, ese es Fernández. La Gobernadora puede dar fe de ello. “Tucho” fue una pieza central para descomprimir el conflicto entre la Provincia y los trabajadores del Astillero Río Santiago aquella noche de tensión en que los operarios amenazaban con quedarse a dormir en la sede del ministerio de Economía, que habían ocupado para potenciar su reclamo de reactivación de la planta.
Los ministros de Vidal que mantienen relación con la Iglesia encuentran en Fernández oídos atentos, el feeling que no logran articular, por ejemplo, con Hugo Salaberry, el diocesano de Azul. Mucho menos con Jorge 
Lugones, el titular de la Pastoral Social, otro religioso muy cercano a Francisco pero de crítica fácil y filosa a las políticas oficiales.
En medio de la crisis económica y las penurias sociales, la Iglesia ha ganado centralidad. La empujaron también otros debates como el que auspició el Gobierno por la legalización del aborto. Pero esa idea planteada por Francisco de estar junto a los más desprotegidos, colocó a los obispos en un rol mucho más activo.
Acaso con esa intención, el arzobispo platense convocó a los gremios de la región a un encuentro por la paz social, en medio de un clima de efervescencia en las calles. Estuvieron casi todos. Desde los más duramente enfrentados al gobierno de Vidal como los docentes del Suteba encabezados por Roberto Baradel y ATE, hasta los dialoguistas liderados en territorio bonaerense por Carlos Quintana.
La mayoría de los sindicatos se siente a gusto con Fernández, lo percibe cercano a sus reivindicaciones. Comenzó a tejerse una relación de cercanía y confianza. Acaso la muestra más palpable de esa nueva realidad haya sido la infrecuente postal que mostró el frente de la Catedral adornada con banderas multicolores de los gremios, en la antesala de aquél encuentro. Muy al estilo de un típico acto partidario de campaña.
Al gobierno bonaerense le terminó generando ruido esa movida. No por la escenografía con estandartes peronistas que se montó en el templo mayor de la Ciudad, sino por el tenor del discurso del arzobispo. “No queremos la falsa paz que le dice a los pobres que hay que seguir esperando”, sostuvo allí Fernández. Sin embargo, lo más duro llegó minutos después cuando apuntó a la administración de Mauricio Macri. “Da la impresión que no le interesa el diálogo” con la Iglesia, señaló.
Cerca de Vidal se acuñaba una mezcla de asombro y extrañeza. “El discurso fue muy duro”, admitían quizás con espíritu de solidaridad hacia el Presidente y sus políticas, duramente apuntadas en la homilía. 
Porque Fernández se ocupó, pese a los gestos de recibir a gremios irremediablemente enfrentados con el gobierno bonaerense, de poner a Vidal a un costado de sus cuestionamientos. “Encuentro muchas más posibilidades de conversación en la Provincia”, aclaró en medio de su visión crítica sobre la situación social del país.
Esa reciprocidad tiene algunas bases de sustento. La mandataria se reúne frecuentemente con los obispos. Por caso, hace unos 10 días habló con ellos sobre las medidas de contención social que despliega la Provincia de las que participan diversas organizaciones, una de ellas, Cáritas.
Varios integrantes de su equipo dialogan seguido con la Iglesia. El ministro de Desarrollo Social, Santiago López Medrano, trabaja en la articulación de los planes de ayuda para los sectores más postergados. 
No es el único. Joaquín De La Torre (Gobierno), tiene una histórica llegada a la jerarquía eclesiástica. Fue, incluso, el funcionario de Vidal que con más énfasis y acciones públicas se opuso a la legalización del aborto. A la tríada de relaciones habría que sumar al ministro de Asuntos Públicos, Federico Suárez, quien fue seminarista en épocas en que Jorge Bergoglio era arzobispo porteño.
Sin embargo, el principal puente sigue siendo la amistad que cultivan desde hace años Vidal y Francisco. La Gobernadora estuvo hace algunos meses con el Papa en una reunión privada de la que trascendió poco y nada y que terminó rebalsando de trascendidos y versiones en clave electoral.
Esa relación no impidió que algunos obispos, como Lugones, bramaran hace algunas semanas contra las políticas oficiales a metros de la Gobernadora. O que “Tucho” Fernández dijera lo que dijo rodeado de gremios peronistas. Vidal, por ahora, ha salido apenas salpicada de aquellos cuestionamientos que hacen foco en el ajuste y la pobreza. La Iglesia, al menos por ahora, prefiere no cargar las tintas sobre su administración.
Distinta es la relación del gobierno provincial con los docentes. Los gremios se disponen a iniciar mañana un nuevo paro por 48 horas y el conflicto amenaza con romper todos los récords de días sin clases. La disputa ya superó lo que parecía poco probable: las 20 jornadas de huelga que se produjeron en el caótico 2001.
La tensión entre los sindicatos y la Provincia viene en aumento y la puja entró en un callejón sin salida. La inflación no estará por debajo del 45 por ciento hacia fines de este año y los gremios insisten con la vigencia de una cláusula de revisión automática que les garantice al menos empatar con el costo de vida. La Provincia resiste esa pretensión. 
Reabrirá esta semana la paritaria y ofertará una nueva mejora, pero la presunción es que difícilmente exista acuerdo.
De todas formas, Vidal no va a cerrar la paritaria por decreto. “Eso es lo que quieren los gremios para seguir con el conflicto. No lo vamos a hacer”, aseguran en la Gobernación. Los sindicatos dicen que no van a acordar salarios a la baja.
La cuestión vuelve sobre la Iglesia. Los gremios han pedido en las últimas horas la mediación de la Pastoral Social. La misma instancia que se abrió en la disputa en torno del Astillero que, al menos, encontró una mínima tregua en medio de un clima de violencia adentro y afuera de la planta naviera de Ensenada.
“Vamos a ver cómo sigue la cosa”, dijo el obispo platense tras el acto con los gremios. Allí estuvo Baradel, como una de las cabezas visibles de los gremios combativos. Con dos paros en el horizonte y una paritaria convocada, la atención vuelve a posarse sobre una posible intervención eclesiástica.

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