Esta semana estuve en Expo Franquicias 2018, un evento desarrollado en el predio de la Sociedad Rural de Palermo donde muchas marcas presentaron sus modelos de negocio como una oferta de inversión. En la columna de hoy, una reseña de lo que pude observar.
Desde pizzas, empanadas, dietéticas, cervezas artesanales, servicios financieros, cafeterías, medialunas y helados hasta centros de ballet, estética y fitness. Muchos relanzando sus propuestas, otros aventurándose a ponerle un precio a emprendimientos recientes, débiles y desconocidos.
Por fuera del glamour de los pasillos centrales, los stands periféricos se completaron de propuestas ignotas, pescadores de oportunidades que le ponen un precio a su marca en busca de profesionales indemnizados que, con cierta avidez por invertir, emergen del contexto económico nacional.
¿Cuál es el valor real de una franquicia?
En este punto quiero destacar que, si bien en tiempos de caída de consumo las marcas reconocidas se defienden mejor, es vital identificar que es lo que el potencial franquiciado busca. Acaso son pocos los modelos comerciales ofertados que sostienen el valor en todos sus aspectos, la gran mayoría no tienen ninguna fortaleza que valga la pena pagar.
Una franquicia ofrece conjunto de conocimientos imprescindibles para llevar a cabo un proceso comercial. Una marca posicionada y reconocida por la gente, un sistema publicitario que apoya, determinados productos de buena factura, procesos efectivos y logística precisa entre otros beneficios que deberían combinarse. Sin alguno de esos puntos bien definidos, la fortaleza de la franquicia se cae a pedazos y tan sólo responde a una ilusión que nos quieren vender.
El consejo de hoy es evaluar bien qué buscamos de una marca que en apariencia brilla. Qué nos otorga por fuera de lo que nosotros mismos podríamos crear con una inversión similar o más baja. Solo es cuestión de conformar los equipos y llevar adelante un proceso ordenado que probablemente concluya en un negocio de mayor valía que una franquicia foránea de la que siempre seremos inquilinos, pero nunca propietarios.
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