Desde la resistida reforma jubilatoria, el gobierno macrista comenzó a perder apoyo y hoy tiene imagen negativa en la sociedad.
LA COLUMNA DE LA SEMANA

Rarezas de la centro-derecha macrista

El Gobierno parece más preocupado por llevar adelante el ajuste que le demanda el Fondo Monetario Internacional (FMI), intensificando el proceso de reducción del gasto público, que por allanarse el camino rumbo a una eventual renovación de mandato en 2019.
El oficialismo insiste en que se mantendrá firme en su decisión de aplicar cirugía mayor en el déficit fiscal, como acordó con el FMI para disponer de acceso a 50.000 millones de dólares, pese que desde hace meses las encuestas y consultas de opinión muestran un constante deterioro de la imagen del presidente Mauricio Macri y de la valoración de su gestión.
Las medidas impopulares que ha venido tomando el Gobierno desde fines del año pasado, con la traumática sanción de la reforma jubilatoria como punto de partida, ocasionaron un persistente drenaje de respaldo al macrismo.
El argumento de que las decisiones estratégicas de Balcarce 50 persiguen un supuesto objetivo superador en beneficio del país en su conjunto ya no convence, de igual modo que se extenuó el pretexto de la "pesada herencia" recibida.

Pérdida de confianza
Recientes trabajos de encuestadoras así lo demuestran: el Gobierno no consigue generar confianza y la única percepción que parece haberse instalado con fuerza en la actualidad entre la población es que "aún se puede estar peor", pensando en los meses que se avecinan.
En este contexto, una consulta de opinión de Analogías mostró que por primera vez desde que comenzó su gestión al frente de la Casa Rosada, Macri exhibe "diferencial negativo" en la evaluación de su desempeño entre los vecinos de la ciudad de Buenos Aires: sí, en el patio trasero del mismísimo PRO.
En la Capital Federal, mientras un 46,9 por ciento de los porteños aprueba su labor como Presidente, el 51,4% la califica con el pulgar hacia abajo, lo que significa un saldo negativo de 4,5 puntos porcentuales.
Así como sucedió en la provincia de Buenos Aires con la gobernadora María Eugenia Vidal en las últimas semanas, las balas que le venían picando cerca al alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, producto del deterioro de la imagen de Macri, han comenzado a impactar en su línea de flotación.
Pese a que Rodríguez Larreta mantiene un diferencial positivo de casi 20 puntos entre los vecinos de la Ciudad, con una valoración de gestión significativamente más alta que la de Macri, cuatro de cada 10 consultados dijeron que podrían votar por una opción opositora en los comicios para jefe de Gobierno de 2019. Un porcentaje similar expresó su intención de respaldar a un candidato del oficialismo en la Capital Federal, es decir, no existen diferencias entre ambas márgenes de la "grieta".
La misma encuesta mostró que la agenda económica se mantiene al tope de las principales preocupaciones de los porteños, con el 54% de las opiniones, empezando por la inflación (27%) y el desempleo (17%) y, en menor medida, la suba del dólar (9,7%).
Así las cosas, el crédito que logró renovar el macrismo en las elecciones de medio término del año pasado claramente continúa agotándose y son, ni más ni menos, las turbulencias que afectan a la gestión oficialista las que alimentan las esperanzas de la oposición de dar pelea en los comicios de 2019.

Riesgo de implosión
La "grieta" le permitió a Cambiemos desbancar al kirchnerismo en 2015. En aquel momento, el voto anti-K prevaleció sobre el respaldo que obtuvo el "candidato del proyecto" Daniel Scioli en el balotaje en el que se impuso Macri.
Ahora, dos años y medio más tarde, aquel deseo de renovación política en la Argentina se ha transformado en decepción en amplios sectores de la sociedad, en especial, en la clase media, severamente golpeada por la política tarifaria del Gobierno, sumada al aumento del costo de vida.
Cuando se cumplan los cuatro años de mandato de Macri, a este ritmo, es muy probable que los ricos sean más ricos en el país y los pobres, más pobres, en este último caso, de acuerdo con mediciones de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Frente a esta coyuntura, el hecho de que la oposición todavía transite por un período de reestructuración y por un lento proceso de designación de candidatos beneficia en el corto plazo a la administración macrista: le sirve para ganar tiempo.
Más aún con el peronismo enredado en la discusión sobre si la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner debe formar parte o no del pretendido proceso de resurgimiento del Partido Justicialista (PJ).
De todos modos, las dificultades por las que transita el Gobierno suponen un desafío mayúsculo para el PJ, no solo pensando en una eventual -y hasta utópica por momento- unidad, sino para tratar de construir una opción sólida, una real alternativa de gobierno, y así dejar de ser, como plantea Julio Bárbaro, un simple "recuerdo que da votos" en la Argentina.
Hasta el momento, salvo por el Frente Renovador de Sergio Massa, que presentó en estos días una serie de propuestas económicas, el peronismo en general continúa ofreciendo -al menos en público- discursos de barricada en los que si bien manifiesta a viva voz qué pretende hacer, poco se conoce del "cómo": ¿de qué manera intentan construir un nuevo proyecto de país? (si es ése, en definitiva, su objetivo).
El Gobierno también es desconcertante por momentos: no logra evitar aún que los mercados lo boicoteen, pese a sus decididas políticas pro-mercado; se ganó el malestar de la Iglesia y de los sectores más conservadores del país al habilitar el debate sobre una eventual legalización del aborto; y ahora también entró en conflicto aparentemente con las Fuerzas Armadas (FF.AA.) al restringir aumentos salariales acordes con los actuales niveles de inflación.
Son todas rarezas de esta centro-derecha macrista.

Y encima, Lilita
Como se suponía, tras el acuerdo con el FMI, la administración pública iba a sufrir de lleno el impacto de los recortes que impulsa el organismo internacional. En consecuencia, se suspendió -presuntamente por "motivos presupuestarios"- el tradicional desfile militar del 9 de Julio, el Día de la Independencia.
La Iglesia también está que trina por el proyecto sobre el aborto que ya comenzó a ser tratado en el Senado después de haber obtenido media sanción en la cámara de Diputados. La iniciativa generó incluso una "grieta" dentro de la propia coalición de Gobierno, con la fundadora de Cambiemos Elisa "Lilita" Carrió decididamente en contra de la propuesta, de igual modo que la vicepresidenta Gabriela Michetti.
Carrió viene lanzando algunos dardos envenenados en los últimos días: primero amenazó con "romper" en medio de un acalorado debate del proyecto sobre el aborto en la Cámara baja y luego, hace apenas horas, salió a burlarse de los radicales.
Lógicamente, el riesgo de implosión aumenta en filas de Cambiemos cuando Carrió levanta temperatura. En la política argentina, sobran los ejemplos -y los antecedentes- de los berrinches de "Lilita" con sus ocasionales aliados. Al fin y al cabo, entablar con ella un matrimonio por conveniencia supone un peligro latente permanente. Macri lo sabe, se trata de una bomba en constante "tic-tac".
La crisis por la que transita el Gobierno se combina con una valoración negativa general de la administración macrista que arrastra a la mayoría de los integrantes del Gabinete, de acuerdo con una reciente medición de la firma Marketing & Estadística: la excepción más significativa la encarna el ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio: 14,8% de diferencial positivo.
¿Alguien en Cambiemos está buscando candidatos para 2019?