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Mauricio Macri comenzó con el desplazamiento de Sturzenegger y ahora sumó los de Cabrera y Aranguren, con la finalidad de oxigenar su debilitado Gabinete.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Ganó el ala política: Macri reconfigura la deficitaria gestión económica del Gobierno

Con las salidas de Cabrera, Aranguren y Sturzenegger, el Presidente dio señales contundentes para oxigenar su administración: escuchó consejos de Larreta y de Vidal.

Juan José Aranguren es la cara de los tarifazos que se sucedieron durante la administración de Cambiemos, en los últimos dos años y medio. Pero el presidente Mauricio Macri no lo relevó de su puesto de ministro de Energía por ser el más impopular de los funcionarios, sino porque la nueva etapa que se abre para su gestión requiere de un alineamiento absoluto detrás del empoderado ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien controlará toda el área económica del Gobierno.
Así, puede considerarse que el desplazamiento de Aranguren fue una victoria de una parte de la mesa política del Gobierno -integrada por Rogelio Frigerio, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Ernesto Sanz y Emilio Monzó-, que le reclamaba a Macri señales contundentes para oxigenar su liderazgo y conjurar la crisis de confianza que tiene su termómetro en el constante aumento de la cotización del dólar.
Al despedir a Aranguren y a Francisco Cabrera del Ministerio de la Producción, Macri admitió que la economía no marcha bien. La misma lógica aplicó al pedir la renuncia de Federico Sturzenegger al Banco Central, ya que desde el primer día le había confiado la lucha contra la inflación, en la que no obtuvo los resultados esperados. Ahora depende de la pericia de Luis Caputo frenar la corrida del dólar, que se apreció más del 50% frente al peso argentino en lo que va del año, a raíz de una corrida de la divisa norteamericana que no se detuvo ni siquiera con el anuncio del acuerdo con el Fondo Monetario, como se verificó en la última semana en la que la moneda argentina fue la que más de depreció a escala global. El problema, en realidad, no puede ser adjudicado totalmente al Banco Central, porque el motor de la crisis es el déficit del Estado, que exige endeudamiento, o emisión monetaria.
El Presidente inició así una reconfiguración del área más cuestionada de su gestión. A Cabrera lo sucederá el economista Dante Sica, cuya trayectoria está vinculada al formato tradicional del Ministerio de la Producción, que era más intervencionista. A su vez, la llegada de Javier Iguacel a Energía puede ser considerada como un premio a su buena gestión al frente de Vialidad Nacional, desde donde activó la obra pública y promovió que se investigara la corrupción kirchnerista.

El salvataje del FMI
En este contexto, el Gobierno aguarda con ansiedad el primer desembolso del FMI. Se trata de un salvataje de 15.000 millones de dólares para recomponer las reservas del BCRA y para dar a la vez una señal al mercado de que hay espalda para aguantar los empellones. El dinero será transferido el 20 de junio, el Día de la Bandera, y una parte será administrado por Dujovne, quien acaba de hacerse cargo de Finanzas tras la designación de Luis Caputo en reemplazo de Sturzenegger.
Otra tanda de 15.000 millones de dólares llegará hasta el final de la presidencia de Macri. Aunque esos desembolsos dependerán del nivel de cumplimiento que el Gobierno obtenga respecto de los compromisos del acuerdo: continuar con la baja de subsidios -es decir, con el aumento de tarifas-, congelar las contrataciones en el Estado, disminuir las transferencias a las deficitarias provincias y amortizar activos de los fondos de pensión, vendiendo acciones en poder de Anses.
Según el cronograma establecido, los 20.000 millones de dólares que completarán el acuerdo serán recibidos en el próximo período presidencial, que comenzará en diciembre de 2019. Para ese momento, la dupla Dujovne-Caputo -en cuyas manos está ahora el destino económico de la gestión de Cambiemos- deberá acreditar una sensible baja del déficit fiscal y de la inflación. Por eso Dujovne sigue analizando la posibilidad de frenar la baja de las retenciones agropecuarias.
Ese cronograma de reducción impositiva, que plasmó en un acto concreto la alianza electoral que el campo argentino mantuvo con Cambiemos en 2015 y luego trasladó a las elecciones legislativas de 2017, está siendo revisado por técnicos que reportan a Dujovne, lo que provoca un fuerte recelo del ministro de Agricultura, Luis Miguel Etchevehere. Pero al ex presidente de la Sociedad Rural no le queda mucho por hacer: Dujovne crece en influencia dentro del Gabinete presidencial, y el Estado, como siempre, necesita más recursos.

Clima negativo
En el oficialismo admiten que la situación económica requiere de medidas tajantes, para permitan frenar la crisis cambiaria y evitar el contagio en los bancos. Tal como están las cosas, el Gobierno no podría impedir que la tormenta financiera se termine abatiendo sobre el nivel de actividad, que está mostrando signos de desaceleración desde mayo pasado en sectores clave como la construcción, el acero y la industria automotriz.
La incorporación de Sica busca cambiar ese clima negativo, que afecta a variables sensibles como el empleo. El consejo directivo de la CGT tiene conciencia de eso, por lo cual venía demorando el inicio de un plan de lucha como el que exigían los sindicatos más afines a la oposición dura -el kirchnerismo, la izquierda, junto con Moyano- y se concentraba en negociar con el Gobierno la reapertura de las paritarias, los fondos de las obras sociales y un compromiso para que no haya más despidos.
Pero cuando esas demandas llegaron a oídos del presidente Macri, el diálogo se frustró. Y el triunvirato de la central obrera quedó entre la espada y la pared, prácticamente obligado a convocar a un paro general, que estableció para el lunes 25 de junio. Eso sí, logró aislar al gremio de Camioneros, que arremetió con una huelga en su actividad a la cual pretendía arrastrar a la CGT. Los Moyano –Hugo y Pablo- equivocaron el día de la convocatoria y perdieron protagonismo.

El aborto y el Papa
Ese mismo jueves, la Cámara de Diputados sancionó la legalización del aborto, tras una maratónica sesión de 23 horas que acaparó la atención de la sociedad en todo el país. La aprobación del proyecto coronó una histórica demanda del colectivo feminista, que desde la irrupción del “Ni una menos” ganó más visibilidad, predicamento y poder de convocatoria. Esos tres elementos influyeron de manera determinante durante el debate en la Cámara de Diputados y volverán a hacerlo en el Senado, donde la legalización del aborto será tratada en el recinto antes de las vacaciones de invierno, puesto los jefes de todos los bloques acordaron acortar la discusión.
A diferencia de lo que sucedió hasta el momento, desde ayer entró a tallar un nuevo elemento de peso en este debate: nada menos que el Papa Francisco, quien desde el Vaticano comparó el aborto con el genocidio nazi. El pontífice retomó así, con un ejemplo extremo, su prédica contra la “cultura del descarte” de la que tanto habló cuando era arzobispo porteño. El Papa está también “muy preocupado” por la situación social argentina, como bien lo sabe la gobernadora Vidal.
También lo saben los dirigentes sociales, gremialistas y políticos que lo visitan en Roma y que esperan su visto bueno para impulsar un “gobierno de unidad nacional”. Casi todos ellos abrevan en el peronismo y abjuran del mercado, justamente los dos factores de poder –uno político y el otro económico- que históricamente llevan complicaciones a los gobiernos no peronistas.

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