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PUNTOS DE VISTA

La macroeconomía no tiene corazón

Si el Gobierno, en dos minutos y medio y por cadena nacional, anuncia la vuelta al Fondo Monetario Internacional (FMI) en la voz del Presidente y, minutos después, el ministro de Economía intenta explicar lo que no puede explicar porque no tiene la información necesaria, quiere decir claramente que la improvisación es la táctica y la incertidumbre la estrategia de la política económica.
Si el presidente Macri y su ministro de Economía no saben cuáles serán las condiciones que el FMI va a exigirle al país como garantía del pago del crédito que, supuestamente, le va a otorgar, deberían, al menos como autodefensa, poder dejar en claro cuáles son las condiciones que la Argentina no está dispuesta a aceptar. Empezar por eso le daría más estabilidad política al anuncio y legitimación al proyecto de endeudamiento. Quizá, planteando las condiciones no negociables podría lograr mayor acompañamiento político a las concesiones que deberá hacer.
Cuando alguien negocia, en cualquier instancia de la vida, sabe de antemano cuáles son las líneas que no podrá traspasar; desde qué punto puede empezar a ceder intereses y en dónde debe frenar esa cesión. Pero acá se han invertido los términos. En palabras de Perón, se negocia de rodillas, y de rodillas el que está enfrente se ve siempre más grande, no hay conmutatividad y la desesperación es mala consejera.

Se negocia de rodillas, y de rodillas el que está enfrente se ve siempre más grande.

Ahora bien, es momento de ver por qué llegamos hasta aquí. Con grandeza, sin egoísmos ni aprovechamientos personales ni partidarios. Y si la conclusión es que las decisiones erróneas se tomaron de buena fe, deberán todos los espacios políticos garantizar la gobernabilidad. 
Estamos cansados en la Argentina de ver a los perros de la política venir a levantar la pata sobre la tumba del fracaso del gobierno de turno. Historia repetida que nos hizo muy mal. Todos se arrepienten hoy de la escena de Magnetto y Menem pidiéndole a Alfonsín la entrega anticipada del poder, pero el arrepentimiento llega tres décadas después, el daño ya fue hecho. Sin duda, Macri sabe que la decisión del endeudamiento debe pasar por el Congreso, y en esa instancia debe pensar, entonces, en la generosidad de la oposición. Yo sería escéptico con ello.

Cambiar funcionarios
Para lograr ese incierto apoyo es necesario que Macri tome medidas políticas urgentes. Claramente: cambiar funcionarios. Hace tiempo que Macri no gobierna, solo toma decisiones. Gobiernan los funcionarios que definen las medidas necesarias para lograr cumplir con las decisiones que dicta el Presidente. Y gobernar es tomar decisiones, pero fundamentalmente es decidir cómo esas decisiones se hacen realidad. La política llama a esto gestionar; yo lo llamo definir prioridades.
En una corrida cambiaria que generó una devaluación abrupta del peso, Macri no puede sostener en el gabinete nacional a funcionarios que tienen sus posiciones financieras en dólares y en el exterior. Porque no se puede exigir a los trabajadores, con un supuesto discurso ético y patriótico, que firmen paritarias al 15%, que hagan sacrificios de ajuste y depongan calidad de vida cuando los funcionarios que toman las decisiones se enriquecen en dólares o en Lebacs al 40%. Los hechos contradicen los dichos y vacían los discursos de sentido ¿Cómo puede creer el ciudadano común que el Gobierno no ha garantizado los beneficios de las grandes corporaciones financieras cuando, en un contexto de crisis, solo se achican sus ingresos?
La estrategia del espejo retrovisor ya no alcanza. La imagen que refleja ya no es la del final del gobierno de Cristina Kirchner: desde hace un tiempo el espejo muestra las medidas que tomó este gobierno y no hay blindaje mediático que tape la caída del poder adquisitivo de la gente.
La semana que viene vencen bonos del tesoro que significan financieramente la mitad de las reservas del Banco Central. En este estado de cosas, este escenario pone en crisis a cualquier gobierno y a cualquier economía. 
La decisión de bajar la inflación sin emisión y enfriando la economía debe constituir una pesadilla para Macri. Porque la macroeconomía no tiene corazón ni bandera y los grandes especuladores financieros no hacen concesiones ni altruistas ni patrióticas. Si la inversión productiva genera ganancias por debajo de la financiera, el capital, aun en un gobierno de clase, se va a la inversión financiera.
La recesión provocada por la falta de ajustes salariales y, por lo tanto, de capacidad adquisitiva de la gente, no bajó la inflación, solo ha provocado enfriamiento de la economía, recesión y perdida de confort en las clases medias y bajas. La enorme transferencia de recursos a un puñado de empresas concesionarias de servicios (casi todas de capital extranjero) perforó el bolsillo de la clase media, principal sector de votantes de Cambiemos, y generó el clima político para la tormenta perfecta: el Gobierno se pegó, él solo, un tiro en el pie.
¿Qué era lo otro? Seamos honestos: sostener la emisión monetaria, no prestar atención a la inflación, correrla con paritarias y sostener el consumo interno, aunque sea ficción y cortoplacismo, fue la política del kirchnerismo y dejó la bomba que Macri se ocupó de activar cortando el cable rojo de la inocencia política. De hecho, dijo en su discurso al país que  “siempre iba a decirnos la verdad”. Me hizo acordar a la frase de Pugliese ‘les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo’, el órgano más sensible de los argentinos.
La política argentina tiene que comprender, de una vez y para siempre, que la macroeconomía no define el humor político. Al humor político lo define la microeconomía; que los intereses de afuera no llenan las urnas, las llenan los intereses de adentro; que la salida de la pobreza, el bienestar y el confort son los elementos que llevan a la gente concreta a decidir su voto concreto; y que solo cuidándola se garantiza la gobernabilidad y la democracia. 
Si las decisiones que se tomaron fueron tomadas de buena fe, si el déficit fiscal es el problema, debe achicarse por la parte más gorda del hilo; si se liberan tarifas y precios que se vean las inversiones. Si no, es jugar para los otros y los otros son el capital que juega en la timba de la macroeconomía.

(*) Abogado.

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