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PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Macri se sale del libreto frente a las nuevas demandas de la sociedad

El Presidente deja atrás su moderación política. El debate sobre el aborto y la pelea con los industriales y los laboratorios, una muestra de la nueva etapa.

El Gobierno se activó. En el comienzo efectivo del año tras las vacaciones de verano, la Casa Rosada salió de la situación defensiva en la que la había puesto el final negativo de 2017 y retomó la iniciativa con una serie de propuestas inesperadas, como la habilitación del debate sobre la legalización del aborto. Los chispazos con los industriales y la pelea con los laboratorios completan un cuadro sorpresivo para el comportamiento político habitual del presidente Mauricio Macri.
¿Estamos ante el comienzo de una nueva etapa en el liderazgo nacional que construye la mesa chica de Cambiemos? La conducción del oficialismo empieza a pensar, en forma mayoritaria, que el Presidente y las principales figuras de la coalición gubernamental deben apuntalar su propia identidad política, en detrimento de la contraposición con el pasado kirchnerista, que le rindió frutos al Gobierno hasta el año pasado pero que no le alcanzará para conseguir la reelección.
Con esa lógica se explica que la Casa Rosada haya abierto tantos frentes en forma simultánea, como nunca lo había hecho antes por tener un “enemigo único”, el denominado “club del helicóptero” que integraban grupos y dirigentes que promovían una salida anticipada de Macri. Pero con ese escenario totalmente descartado por imperio de la realidad, ahora el Gobierno se ve en la necesidad de recrear las expectativas que había despertado en la población allá por 2015.
En ese punto se abren dos planos bien diferenciados: en lo que hace a la lucha contra la corrupción, una demanda muy marcada en el electorado de Cambiemos, esas expectativas se fueron colmando con el auge de investigaciones judiciales que llevaron a políticos y sindicalistas a la cárcel. Y que incluso ponen serias dudas sobre el futuro de la ex presidenta Cristina Kirchner. Pero en el terreno económico, los argentinos no perciben la mejoría prometida por Macri.
De ahí que el Presidente haya perdido imagen positiva en los últimos meses, en mediciones que se realizaron antes de la andanada gubernamental descripta al comienzo de esta columna. De hecho, el mandatario no fue de la partida ayer cuando cientos de funcionarios nacionales, provinciales y municipales de Cambiemos salieron a las calles para darle forma al primer timbreo del año. Macri se quedó en la quinta de Olivos, tal vez por consejo de los asesores que buscan preservarlo.

El efecto Vidal
En este contexto, un solo cántico con insultos para el Presidente, como los que se multiplicaron en los estadios del fútbol argentino, hubiera expuesto a Macri a una situación incómoda. En cambio la gobernadora María Eugenia Vidal, que no suele ser destinataria de ese tipo de manifestaciones, salió a recorrer un barrio del distrito de San Martín, en inmediaciones de José León Suárez. La mandataria es uno de los pilares sobre los que se asienta la fortaleza social de Cambiemos.
Tanto es así, que una encuesta que manejan sectores de la oposición determinó que la intención de voto de Macri, que en noviembre pasado era del 42%, cayó al 35% en febrero pasado. Y reveló que esa pérdida de apoyo no fue más profunda “por el efecto Vidal”. No obstante, el intérprete de  los sondeos oficiales, Marcos Peña, intentó llevar tranquilidad al PRO en una cumbre partidaria el último viernes: “Ni antes estábamos tan bien, ni ahora estamos tan mal”, dijo en Parque Norte.
En la jornada previa al timbreo de ayer, el jefe de Gabinete arengó a la tropa propia: “Si nosotros no estamos convencidos, aparecen los miedos”, advirtió. Pese a esta situación, el partido amarillo proyecta una etapa de expansión política, a tal punto que su mesa directiva aprobó la compra de un edificio en San Telmo por 2,5 millones de dólares para convertirlo en su sede nacional. En ese encuentro también se definió el objetivo de fortalecer el poderío territorial de Cambiemos.
Por eso los colaboradores directos de Macri anticiparon que el Presidente recorrerá este año “todo el país, de punta a punta”, mientras que el diseño electoral de la coalición de gobierno –proyectado hacia 2019- contemplará una estrategia que por el momento no es declarada: llevar la gestión desde el centro a la periferia, para ganar adhesiones en los barrios, incluso en los más alejados de las cabeceras distritales, donde históricamente se nutre el voto del peronismo.
En la Provincia, esa estrategia incluye la proliferación de obras públicas, como el tendido de cloacas y red de agua potable. Y también la llegada del asfalto a barrios en los que la mayoría de las calles son de tierra. Un intendente de Cambiemos confió en que, de ese modo, el oficialismo logrará al menos compensar la pérdida de apoyo en sectores medios y bajos que, eventualmente, pueda afectar su performance electoral. No se trató de una afirmación política que fuera improvisada.

El espejo porteño
El macrismo surgió como un fenómeno electoral con base en el norte y el centro de la capital, pero con el paso de los años –y el desarrollo de la gestión- logró insertarse en los circuitos electorales de la zona sur. De hecho, en las últimas elecciones el PRO y sus aliados ganaron en todas las comunas, desplazando al peronismo en los barrios que eran considerados sus bastiones. Pero en la capital, el macrismo no manejaba la economía y se benefició de los desaguisados kirchneristas.
Ahora, en cambio, Macri debe lidiar con el ordenamiento de la economía y eso le está resultando más difícil de lo que había esperado. Por eso la ampliación de la base territorial de Cambiemos resulta indispensable para equilibrar el enojo de una franja de la clase media acosada por la inflación y la elevada presión impositiva, que votó al Presidente en 2015 más por hartazgo a lo que había que por convencimiento político. Eso no significa que vayan a migrar a la oposición.
De hecho, en el peronismo no alumbra un candidato que encarne una renovación –pese a que se habla cada vez más del salteño Juan Urtubey y en segundo lugar del sanjuanino Sergio Uñac-, mientras que Sergio Massa habría comenzado a analizar seriamente la posibilidad de postularse el año próximo en la provincia de Buenos Aires, como candidato a gobernador. Aunque todas esas postulaciones dependen de un armado muy dificultoso que logre dejar atrás a Cristina Kirchner.
Las distintas facciones del peronismo no tienen sólo un problema por los nombres y los posicionamientos personales, sino también –y principalmente- en cuanto al programa que llevarían adelante si –como sostuvo descarnadamente el macrista Massot- lograran reciclarse alguna vez para volver al poder. El debate sobre el aborto lo encuentra, por caso, ante la imposibilidad de fijar una postura común. Un intendente que se animó a promoverla quedó frustrado.
En ese aspecto incide la figura del papa Francisco. La oposición de la Iglesia a la legalización del aborto atraviesa a todas las fuerzas políticas, pero impacta especialmente en el peronismo. Los vasos comunicantes del Vaticano con dirigentes y sindicalistas del PJ son fluidos. En el Gobierno llamó la atención en los últimos días un pronunciamiento de la Conferencia Episcopal que expuso su preocupación por “la delicada situación social (…) y por el número creciente de despidos”.
En el párrafo siguiente, los obispos alertaron sobre los proyectos para legalizar el aborto en la antesala del debate parlamentario, que será intenso aunque las estimaciones iniciales pronosticaban un seguro fracaso de esas iniciativas, sin atender a que la masiva convocatoria del 8M expresó las nuevas demandas de la sociedad. Y a que el propio Gobierno tomó una parte de esa agenda para ponerse a tono y no quedar a la retaguardia, como hubiera deseado la oposición.
En resumidas cuentas, Macri decidió salirse del libreto de la moderación política. Habrá que ver si ese rumbo emprendido será circunstancial o permanente.

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