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OPINIÓN

Elegir a Junín

Si tuviese la posibilidad de elegir un momento, uno solo, no lo dudaría un segundo. El mejor de todos los momentos en Junín (y en el campo que rodea a Junín) es cuando baja el sol y empieza a teñirse todo de un color violáceo, aturquesado. Prefiero eso a cualquier paisaje que haya tenido oportunidad de ver. Es el momento en que, además, empieza a bajar el rocío y no solamente juega la vista, sino que juegan los olores. Y si juegan los olores, juegan los recuerdos.
Hoy, esa ciudad, la de los colores y olores mágicos, cumple 190 años. Ahí está nuestra historia, la de nuestra familia, la de nuestros amigos. No vale mentir, también es una ciudad cargada de prejuicios. Es una ciudad a la que le dieron vuelta el San Martín que apuntaba a la Cordillera porque le daba la espalda a la iglesia (imagínense ustedes el resto).
Pero también es una ciudad con gente maravillosa, de grandes artistas, canchitas de fútbol, aros de básquet, palos de hockey por todos lados.... empedrados, pizzas, helados, como no probé nunca jamás. Una ciudad que invita a soñar.
Es una ciudad a la que los Talleres Ferroviarios siguen mirando, impertérritos, firmes, que aún se levanta con el pito del ferrocarril, lo que marca una identidad que no quiere irse.
Junín es el olor a la carnada en las manos y después el olor al pejerrey. Es un canilla revoleando el diario con la precisión del Bocha Ponce, el silbido de un tango de un viejo en bici y el grito de tu vieja para que vuelvas a tomar la leche.
Lo sabemos. Y algún escritor uruguayo lo dejó claro: "La Patria es la infancia". Me da un gran orgullo que mi Patria tenga los colores y los olores de un lugar que hace 190 años era un fuerte de cuatro por cuatro y hoy se llama (a secas) "Junín".

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