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Mauricio Macri hizo una errónea evaluación de la reacción social que podía generar la baja de las jubilaciones a través de la reforma previsional.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Macri y el peronismo, una relación sinuosa

El Presidente empieza a desconfiar de los gobernadores del PJ, pero los necesita para aprobar la reforma previsional

Cuando las cosas no salen bien en el Gobierno o en el Congreso, aparece de inmediato un intento de explicación a la carta: “fue un problema de comunicación”, advierten a coro funcionarios y legisladores del oficialismo de turno. Pero ese diagnóstico, un clásico del manual político argentino, esconde casi siempre las verdaderas razones de un fracaso de impacto institucional. Aunque en las situaciones críticas el Gobierno está lejos de manejarse adecuadamente en la relación con la ciudadanía, ese no es el problema de fondo.
La fallida sesión de la Cámara de Diputados en la que debía tratarse –y eventualmente aprobarse- la reforma previsional reunió varios condimentos que, en conjunto, excedieron largamente una presunta falla comunicacional. El más evidente de ellos es el doble juego que realizan sectores del peronismo frente a un grupo gobernante que no termina encontrar la manera de controlarlos.
Esa carencia gubernamental deriva, indefectiblemente, en acciones políticas que perjudican al oficialismo y que profundizan la desconfianza natural que el presidente Mauricio Macri tiene en los dirigentes peronistas. Ya le sucedió en el pasado con Sergio Massa y ahora le ocurre algo muy parecido con los gobernadores del PJ, que se convirtieron en un nuevo polo de poder político.
La mesa chica de la Casa Rosada supuso, tras la victoria en las elecciones de medio término, que los gobernadores serían los mejores adversarios que podía escoger para transitar el camino hacia 2019. Con ellos en el centro de la escena, sucederían dos cosas: se restaría protagonismo a la ex presidenta Cristina Kirchner y se sofocaría cualquier conato a fuerza financiamiento nacional.
El plan oficial venía desarrollándose con relativa calma –tal como lo comprobó la firma del pacto fiscal, con el incentivo de un bono de 80.000 millones de pesos a repartir entre las Provincias- hasta que esos acuerdos debieron pasar por el Congreso. Allí, la falta de una conducción unificada en el peronismo provoca un notorio desconcierto en Cambiemos a la hora de las negociaciones.

Recambio peronista
En el Senado, ese liderazgo está claro y recae en Miguel Pichetto. Ni siquiera el desembarco de Cristina Kirchner en la Cámara alta le impidió al histórico jefe legislativo del PJ asociarse con el Gobierno para aprobar fácilmente la reforma previsional. “Hay que ser inteligentes: nuestros gobernadores deben llegar bien a 2019”, advirtió el rionegrino en un encuentro partidario.
En torno a Pichetto se está congregando un núcleo peronista que  no se referencia en Cristina Kirchner, sobre todo después de su derrota electoral en la Provincia. “El peronismo no es un partido de izquierda”, definió el senador que, en los hechos, ostenta el cargo institucional más relevante entre los dirigentes del PJ. A su lado estaba el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey.
El norteño parece ser el elegido en ese espacio para competir por la Presidencia dentro de dos años. No tiene reelección disponible en Salta –donde transita su tercer mandato consecutivo- y su pensamiento íntimo es que bajo la conducción de Cristina Kirchner, “el peronismo hizo las cosas tan mal en los últimos años que ahora, directamente, gobiernan los dueños del país”.
Así caracterizó Urtubey al elenco gobernante, encabezado por el presidente Macri, en un giro discursivo que no pasó inadvertido. El salteño tiene en claro que el PJ busca un candidato para inmolarse frente a Cambiemos en 2019, pero advierte que puede quedar bien parado aun perdiendo la próxima presidencial. Cree que puede encarnar un proceso de acumulación política.
El Gobierno desatendió todos estos indicios corporizados en las últimas semanas. Y un día se desayunó con que el alfil de Urtubey en Buenos Aires, el diputado Pablo Kosiner, hizo el juego de la silla vacía, pero al revés: nunca se sentó a la banca a la hora de armar el quorum por la reforma previsional. Los diputados macristas lo miraban azorados, sin entender lo que estaba pasando.
Con el Gobierno desconcertado por el fracaso legislativo y sometido a cuestionamientos por el desmesurado operativo de seguridad que montó en torno al Congreso, el propio Kosiner pidió un bono compensatorio para los jubilados que menos cobran y lo consiguió en un par de horas, el último viernes. Urtubey estuvo sentado a esa mesa de negociaciones, junto a otros gobernadores.

La interna oficialista
A sólo un par de cuadras del Congreso se realizaba el recambio de autoridades del Comité Nacional de la UCR. En ese encuentro resultó electo como nuevo presidente radical el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, desplazando a su correligionario José Cano, el diputado que dirigió el Plan Belgrano. En esa designación hay mucho más que una elección partidaria.
Cornejo, que tiene mandato hasta 2019 porque en Mendoza no existe la reelección, aspiraría a ser compañero de fórmula de Macri ese año, como candidato a vicepresidente. En realidad, se trata de un objetivo político de la UCR para pisar fuerte en Cambiemos: colocar a uno de los suyos en detrimento de Gabriela Michetti, para que el binomio presidencial deje de ser enteramente PRO.
Michetti, especulan en el radicalismo, podría ser candidata a senadora nacional por la Capital dentro de dos años, ya que en 2019 se renovará la representación porteña en la Cámara alta. En la reunión en la que fue elegido Cornejo, su colega jujeño Gerardo Morales criticó a Elisa Carrió –figura central en Cambiemos- porque sus cuestionamientos son públicos en lugar de privados.
Pero más allá de las pujas por ganar terreno en la interna oficialista, lo cierto es que Carrió volvió a demostrar que el Gobierno puede contar con ella cuando las papas queman. Su actuación en el recinto de la Cámara baja cuando el kirchnerismo se violentó con el presidente del cuerpo, Emilio Monzó, fue propia de alguien que pensó con lucidez pese a que las pulsaciones estaban a mil.

Cuestión de seguridad
La Cámara de Diputados volverá a sesionar mañana por la reforma previsional. Pero no habrá gendarmes rodeando el Congreso, sino que esa tarea recaerá sobre la Policía porteña y la Federal. El Gobierno, que había festejado internamente que la mega-cumbre de la OMC se desarrolló sin incidentes, sintió el golpe de las imágenes del descontrol callejero, tan conocidas en la Argentina. Por supuesto que todo fue planificado ya que simultáneamente a los violentos acontecimientos que se desarrollaban en la ciudad de Buenos Aires, se producía alrededor de la Legislatura bonaerense acciones de fuerza y enfrentamientos entre los mismos manifestantes.
Pero aun en ese estado, no primaba la ingenuidad en la administración de Cambiemos. Un dato que circulaba entre los funcionarios así lo prueba: las investigaciones judiciales sobre los detenidos en las inmediaciones del Congreso presumen que los más violentos fueron reclutados en barrios carenciados del Conurbano, como una fuerza de choque sin identificación partidaria, pero bajo la guía de diferentes organizaciones entre las que deben contarse  algunas que “administran” fondos suministrados por el Gobierno.

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