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ANTICIPOS ECONÓMICOS

Gradualismo para una Argentina gobernable

El Gobierno mantendrá el gradualismo en materia económica durante 2018, convencido de que empieza a haber consenso en que de aplicarse una política de shock para corregir los enormes desequilibrios existentes, la Argentina se volvería casi ingobernable.
Ese ir paso a paso se notó en la presentación del Presupuesto 2018 realizada por el ministro Nicolás Dujovne, quien dejó claro que en ningún caso se aplicarán cambios bruscos.
La idea es combinar recortes de gastos paulatinos, quita de subsidios a la energía y mayores ingresos tributarios por crecimiento económico, todo equilibrado con el endeudamiento necesario, una carta que el gobierno usará a discreción ahora que tienen abierto el grifo de los mercados internacionales y que el riesgo país está en el nivel más bajo de los últimos diez años.
Dujovne envió un mensaje a los empresarios, al garantizar que se bajará la presión fiscal, no mucho, aunque ésa será la tendencia.
Lo más audaz del Presupuesto es el objetivo de llegar a finales del 2018 con una inflación anual del 10%, menos del 1% mensual, algo que en la Argentina suena a ciencia ficción, ya que nunca se logró desde la convertibilidad para acá.
La señal más fuerte de Dujovne fue hacia los mercados y los acreedores: para 2018 el déficit estimado será del 3,2% sobre el Producto Bruto, y para 2019, 2,2%, mientras al dólar lo imaginan en $19,30 promedio.
Con esas metas, el gobierno cree que el pago de la deuda está garantizado.
Para alcanzar esos objetivos, será clave el rol de la AFIP mejorando la recaudación 15%, muy por encima de la inflación.
Ante los legisladores, el ministro de Hacienda no se privó de exhibir un logro que Macri le reconoce: "El 2017 ha sido un año en el cual por primera vez en mucho tiempo han bajado el déficit fiscal y la inflación", destacó.
Otra de las claves del Presupuesto está vinculada con los fondos destinados a infraestructura, que crecerán 17%, mientras habrá una suba fuerte en el gasto social: 25%.
El Gobierno plantea achicar en unos 100.000 millones de pesos el déficit fiscal, pero con fuerte predominio de un aumento de ingresos, más que recortes de gastos.
El eje del ajuste pasará por una nueva reducción de subsidios a las tarifas energéticas, mientras se ponen velas a un alza de la recaudación -ya sin efecto blanqueo- por la aceleración que viene mostrando la actividad económica, y que llevaría la suba del Producto Bruto al 3,5 por ciento. 
Uno de los pocos ítems del Presupuesto que crecerá -alrededor del 22%- será el destinado a la atención social, que seguirá siendo administrado por la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, cada vez más curtida en eso de lidiar con las "organizaciones sociales".

La idea es combinar recortes de gastos paulatinos, quita de subsidios a la energía y mayores ingresos tributarios por crecimiento económico, todo equilibrado con el endeudamiento necesario, una carta que el gobierno usará a discreción ahora que tienen abierto el grifo de los mercados internacionales y que el riesgo país está en el nivel más bajo de los últimos diez años.

Se estima que los aumentos de tarifas promedio serán del 30% anual, el doble de la inflación prevista por el Gobierno para 2018, aunque ese tema aún no está definido por la cartera de Energía de Juan José Aranguren.
Macri volverá a apostar a un fuerte endeudamiento, aunque menor al de este año, cuando se requirieron unos U$S 38.000 millones. Se prevén U$S 33.000 millones, estimó el ministro de Finanzas, Nicolás Caputo.
El Gobierno sabe que estos números tendrán "gusto a poco" para el paladar de los inversores, que apuestan a un ajuste fiscal de fondo en la Argentina y la consolidación política de Macri para decidirse a traer sus negocios al país en tropel.
Pero Macri les pide entender que esa pretensión es inviable políticamente, en medio de una tensión social que sigue en niveles altos.
Es preferible crecer al 3 por ciento anual durante 20 años que impulsar un shock de crecimiento que se ahogue enseguida, le dice a sus interlocutores del mundo empresarial.
¿Le creerán? 

Ahora, el dólar vuelve a estar retrasado
La divisa estadounidense ha tenido vaivenes que generan malhumor entre los agentes del mercado y los agroexportadores.
En el primer semestre predominó una mayor devaluación del peso, que llevó el dólar a niveles cercanos a los 18 pesos.
Pero tras las elecciones, y a partir de cierto convencimiento de que se viene un triunfo claro de Cambiemos en las legislativas de octubre, incluso en la siempre compleja provincia de Buenos Aires, la divisa norteamericana perdió fuerza y a nivel mayorista ya perforó el piso de los $17.
Esto no le hace gracia a los productores sojeros, que deben liquidar a un nivel menor y mantienen una quita del 30% en retenciones.
Pero en el gobierno consideran que un dólar más bajo generará menor ruido electoral, mantendrá los precios alineados y permitirá transitar los comicios de medio término sin sobresaltos.
El problema es que las tasas de interés continúan en niveles exorbitantes, a partir de la decisión del Banco Central de seguir con el festival de Lebacs, el único instrumento que por ahora sirvió para evitar que los grandes ahorristas se refugien en el dólar.
Con tasas exorbitantes, el aparato productivo tiene muy pocas chances de arrancar, y lo único que parece jugar a favor de la reactivación son los créditos hipotecarios, que se convirtieron en un boom.
Hay bancos que debieron empezar a dar turnos porque su estructura de atención está colapsada.
Según el Banco Central, los préstamos para la vivienda ajustados por índice UVA están creciendo a una tasa de 92%, un nivel que no se veía desde los ´90 en la Argentina.
El sueño de Macri es que el crecimiento económico se consolide en los dos años que le quedan de mandato.
"Si hace falta, vamos a forzar el efecto derrame para que la suba del Producto Bruto la note la mayor cantidad de gente posible", repite ante su círculo íntimo.
Mucha plata en obra pública, aliento a la construcción privada mediante los créditos hipotecarios (por primera se otorgan a 30 años desde los ´90) y contención social, es la estrategia de Cambiemos para mantener la gobernabilidad.
"Si logramos eso, no tenemos techo", se entusiasman cerca de la Casa Rosada.
Habrá que ver si es un espejismo o una realidad que se irá consolidando a medida que pasen los meses. De eso también depende el futuro político de Macri.

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